Guardia estatal acusado de la muerte a golpes de un reo fue exonerado de seis de siete cargos y liberado

Una por una, la jueza Teresa Pooler, del Tribunal de Circuito de Miami-Dade, leyó en voz alta las declaraciones de inocencia del jurado y, con cada declaración, Ronald Connor apretaba los puños un poco más y sus ojos se humedecían un poco más.

Finalmente, cuando la jueza dijo por sexta vez que era inocente, Connor bajó la cabeza, se quitó los lentes, se frotó los ojos y abrazó a las abogadas de oficio que lo representaban. Los familiares y amigos presentes en los bancos del tribunal penal de Miami-Dade hicieron caso de la advertencia de la jueza de que guardaran silencio, pero también expresaron su alegría con abrazos.

Connor, de 26 años y ex guardia de la Institución Correccional de Dade (DCI), fue absuelto el martes por la tarde de todos los cargos menos uno por el asesinato de un preso con una enfermedad mental mientras era trasladado a otro centro hace dos años. En los meses anteriores al juicio, otros tres guardias admitieron haber matado a golpes a Ronald Gene Ingram.

Cada uno fue condenado a 20 años de prisión. Los jurados , deliberaron tres horas tras casi dos semanas de juicio, inculparon a Connor de un único cargo de negligencia culpable, un delito menor con una pena máxima de un año de prisión.

Pero la jueza Pooler dijo que los dos años que Connor había pasado entre rejas esperando el juicio eran suficientes y se le acreditó el tiempo cumplido.

Luego del veredicto, los funcionarios de prisiones escoltaron a Connor de vuelta a la cárcel del Condado Miami-Dade, en donde debía firmar unos papeles para poder salir como hombre libre.

“Ninguno empezó a señalar con el dedo a Ronald Connor hasta que pudo hacer algo por ellos”, dijo la abogada de Connor Damaris Del Valle a los jurados sobre los tres guardias que implicaron a Connor en el interrogatorio de los investigadores. “Y los tres hombres que se enfrentan a cadena perpetua llegaron a acuerdos con la fiscalía”.

Empezó cuando echó orina

Ingram, de 60 años y esquizofrénico, fue ultimado hace dos años después que se negó a salir de su celda en el DCI, cerca de Florida City, y arrojó orine sobre un guardia llamado Jeremy Godbolt. Ingram iba a ser trasladado a una prisión del norte de la Florida que supuestamente le proporcionaría mejores cuidados. La noche antes de su traslado, Ingram se negó a tomar su medicamento.

Godbolt, enfadado, pidió ayuda por radio para sacar a Ingram de su celda, pero antes que los guardias dispuestos a sacarlo iniciaran el proceso, un oficial superior convenció al anciano para que saliera de su celda y le esposó las manos a la espalda.

Durante los minutos siguientes, según demostraron los fiscales, varios guardias patearon y golpearon a Ingram tan fuerte —y deliberadamente fuera del campo de visión de las cámaras— que prácticamente tuvieron que llevarlo afuera, a un banco, antes del traslado.

Finalmente, lo encontraron muerto en la parte trasera de una furgoneta de transporte durante una parada en el trayecto hacia el norte.

El correccional de Dade tiene un largo historial de maltrato y muertes de reos. El Miami Herald publicó investigaciones sobre la “unidad de cuidados transitorios” de la prisión, donde los reclusos con enfermedades mentales se han quejado de que se les niega la comida y se les dan laxantes en la comidas.

La prisión es también en donde Darren Rainey murió en 2012 después de ser confinado a una ducha de agua caliente, un caso detallado ampliamente por el Herald. Los registros de mortalidad que se remontan a menos de una década muestran que ha habido al menos 99 muertes en la instalación, la gran mayoría catalogadas de causas naturales.

La investigación sobre la muerte de Ingram empezó después que los fiscales le concedieran inmunidad a un guardia que accedió a contar la historia. Durante las semanas siguientes, los investigadores de la Policía Estatal de la Florida (FDLE) y los fiscales de la Fiscalía Estatal de Miami-Dade entrevistaron a Godbolt, Kirk Walton y Christopher Rolon, los tres guardias que admitieron haber llevado a cabo la golpiza. Al final, los otros guardias señalaron con el dedo a Connor, quien en un principio no había sido nombrado y se encontraba en una sala de control cuando empezó la golpiza a Ingram.

Antes del juicio de Connor, los tres guardias fueron declarados culpables de asesinato en segundo grado, confabulación para cometer asesinato en segundo grado, maltrato con agravantes a un anciano y confabulación para cometer maltrato con agravantes a ancianos, uso cruel de la fuerza y uso de la fuerza al golpear a un detenido. Aunque acordaron 20 años de prisión, aún no son condenados.

El desacuerdo sobre la participación de Connor en la golpiza mortal tuvo su origen en un lapso de unos 90 segundos en un pasillo sin cámaras de video. Los investigadores dijeron que ahí fue en donde Ingram fue golpeado y pateado tan severamente que le fracturaron 27 huesos y le aplastaron la caja torácica fue aplastada. Según el forense de Leesburg, Ingram murió a causa de un traumatismo por objeto contundente, con costillas rotas y una perforación en el pulmón derecho que le provocó una hemorragia interna “extensa”. La muerte fue calificada de homicidio.

El estado dijo que en un momento dado Connor salió de la sala de control, se acercó, levantó a Ingram y lo tiró al suelo. Uno de los guardias dijo que Connor levantó al preso de 133 libras por encima de su cabeza antes de dejarlo caer. Del Valle y la abogada Yanelis Zamora dijeron que su cliente solo intentaba ayudar a Ingram a ponerse de pie.

“No les interesa buscar la verdad”

Durante su alegato final del martes, el fiscal estatal adjunto de Miami-Dade, Tim VanderGiesen, insistió ante los jurados que Connor había estado presente durante el ataque y que no detuvo la golpiza a Ingram. El fiscal dijo que, para que un cargo de confabulación se mantenga, no importa quién dio el golpe fatal.

“¿Saben quién estaba ahí? El acusado estaba ahí, él estaba allí”, dijo VanderGiesen. “Y todos son responsables de todos”.

Del Valle dijo a los jurados que el estado no estuvo cerca de probar su carga de culpabilidad.

“A [los fiscales] no les interesa buscar la verdad”, dijo. “Están buscando quién puede señalar con el dedo”.