Una granja en el corazón de Hialeah: Niños siembran caminos de conexión con la naturaleza

“¿De dónde viene la comida?” preguntó el maestro Orlando Rodríguez a sus estudiantes de Palm Spring Middle School en Hialeah.

“¡De Walmart!”, respondieron al unísono los jóvenes.

Esa respuesta lo motivó a crear una clase práctica, que viene impartiendo desde hace año y medio, para educarlos sobre la producción de los alimentos. Así nació “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela para impartir clases de agrociencia y educar a los estudiantes sobre la atención de la agricultura, la crianza de los animales y el proceso que transcurre de la granja a la mesa.

El nombre “La Finka” es un guiño hispano en la ciudad más cubanoamericana de Estados Unidos escrita con K para llamar la atención de la comunidad, una idea que nació de los propios estudiantes.

Vista de “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia, veterinaria con el propósito de impartir responsabilidad en los estudiantes
Vista de “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia, veterinaria con el propósito de impartir responsabilidad en los estudiantes

En la clase de agrociencia, Rodríguez tiene 26 estudiantes de 6to., 7mo. y 8vo. grados, quienes se involucran en todo el proceso de la granja: limpieza, alimentación y cuidado de los animales. Incluso han estado presentes como observadores en procesos quirúrgicos para castrar a los cerditos y cabras que allí habitan.

En “La Finka” convergen casi todos los animales que suelen vivir en una granja: un toro joven llamado “Hersey” que acaba de llegar; gallos y gallinas, una de ellas llamada “Hei Hei”; los cerdos barrigones vietnamitas “Wilbur” y “Hamilton”; la oveja “Magnolia”; la cabra “Billy”; y los conejos “Dumper” y “Blossom”, entre otros.

Los pollos se acomodan encima de Wilbur, el cerdo barrigón vietnamita en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia.
Los pollos se acomodan encima de Wilbur, el cerdo barrigón vietnamita en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia.

Rodríguez, de 56 años, originario de Cienfuegos, Cuba, se crió en una finca sin electricidad, donde su padre le enseñó sobre el trabajo de la tierra y el cuidado de los animales.

Aunque Rodríguez prefirió estudiar lenguas en vez de ingeniería agroindustrial, como su padre quería, siempre soñó con volver al campo y tener animales de granja, una idea que hoy ve materializada en Hialeah no solo como un ilusión individual sino como una labor colectiva para educar a las nuevas generaciones.

Jacob Canoura, estudiante de séptimo grado, revisa a los pollitos y los conejos en el corral dentro de “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.
Jacob Canoura, estudiante de séptimo grado, revisa a los pollitos y los conejos en el corral dentro de “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.

Una clase electiva con vocación profesional

Aunque estas clases son electivas tienen un objetivo de orientación profesional.

Muchos de los estudiantes que salen de esta escuela intermedia optan por continuar la formación en Hialeah Gardens High School, que tiene un Academia de Ciencias Agrícolas, programa que permite a los estudiantes recibir certificaciones de la industria tanto en asistencia veterinaria como en agrotecnología.

Estos cursos permiten a los estudiantes continuar su formación universitaria para convertirse en futuros técnicos, ingenieros, médicos veterinarios y especialistas en agricultura, explicó Rodríguez.

Abigail Dejorge, estudiante de 13 años, ha estado involucrada con la granja casi desde su fundación.

“Lo más importante que hemos aprendido en esta clase es cómo cuidar a los animalitos, darles de comer y proteger el medio ambiente”, dijo Dejorge. “También hemos aprendido cómo cortarle las alas a las gallinas, las plumas primarias para evitar que no vuelen”.

Dejorge quiere estudiar veterinaria, para ayudar a los animales, “operarlos sí presentan una enfermedad”, dijo. Ya tiene planeado que irá a la secundaria de Hialeah Gardens para continuar su formación en este ámbito profesional.

Por su parte, Denise Suárez, estudiante de 12 años, con solo un año en el programa, asegura que continuará los cursos. “Me gusta mucho las clases de agricultura y la veterinaria”.

Suárez pensaba que esta electiva era una clase solo para jugar con los animales, pero “cuando vi que de verdad era de hacer trabajos, atender y cuidar a los animales me gustó mucho más”, indicó.

Los animales de “La Finka” son traídos de refugios y de donaciones individuales de personas que no pueden cuidarlos.

En el caso del toro “Hersey”, que recién llegó en marzo a la escuela, estará en “La Finka” hasta que crezca y deba regresar a su granja original, pero ahora con su cuadro clínico, deshidratación e infección respiratoria, necesita cuidados que le permiten a los estudiantes aprenden a tratar las enfermedades en los animales.

“La condición de Hersey da a los estudiantes la oportunidad de desarrollar sus habilidades en el cuidado de un animal enfermo y potencien así, la vocación por la veterinaria”, estimó Rodríguez.

La estudiante, Abigail Dejorge, de 13 años, da electrolitos al ternero “Hershey” en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.
La estudiante, Abigail Dejorge, de 13 años, da electrolitos al ternero “Hershey” en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.

Estimulaciones sensoriales para niños con autismo

Además de educar a la comunidad de estudiantes neurotípicos, “La Finka” ha permitido a los jóvenes con trastorno del espectro autista (TEA) incorporarse en la responsabilidad y disciplina de aprender sobre la labor de la granja, así como la alimentación y el cuidado de los animales.

La escuela cuenta con una población estudiantil de 893 estudiantes, alberga 14 niños con dificultad auditiva y 120 niños con autismo, de acuerdo con Arlene Pineda, asistente directiva de la institución.

Justamente pensando en esta gran comunidad de niños con autismo, la maestra Tammy Florence ha querido incluirlos en estas actividades de agricultura y ha ido más allá, con la idea de incorporar un jardín terapéutico de polinización.

Flores en el jardín del polinizador sembradas por estudiantes de la escuela secundaria Palm Spring, actividad ideada principalmente para la comunidad de estudiantes con trastornos del espectro autista en Hialeah
Flores en el jardín del polinizador sembradas por estudiantes de la escuela secundaria Palm Spring, actividad ideada principalmente para la comunidad de estudiantes con trastornos del espectro autista en Hialeah

“El objetivo de este jardín, debido a nuestra población con niños con autismo, es que tengan un lugar para salir a recrearse de forma segura, en la que puedan trabajar con sus terapistas”, explicó Florence.

Los niños participan en la limpieza de la maleza, la plantación de las semillas, el cuidado de las plantas, e incluso pintaron el camino central del jardín.

A través de una subvención de $1,000 del Departamento de Educación, así como donaciones del club de Miami Springs y diversos viveros, Florence logró en menos de un año desarrollar en una primera fase un jardín que ayuda a los niños a interactuar con la naturaleza, a interesarse en el reciclaje, a sembrar plantas nativas de Florida, así como a conocer el impacto del cambio climático.

Aunque es un jardín para todos los estudiantes, se ha convertido en un santuario para aquellos niños con autismo.

“Funciona para que los niños con el espectro salgan y se relajen con diferentes estimulaciones sensoriales. Es una pequeña área terapéutica, en la que pueden pintar, organizarse, estructurarse, relajarse”, precisó Florence.

El jardín sirve también como un lugar donde los maestros pueden reforzarles comportamientos positivos. “Les permite aprender a jugar, a socializar, pero además pueden conocer de biodiversidad”, añadió Florence.

La maestra de polización, de 53 años, viene de una familia de jardineros. Su padre, maestro de biología, le enseñó todo lo que ahora ella quiere trasmitir a los estudiantes de Palm Spring Middle School.

“Hay mucha vida silvestre aquí, identificamos los diferentes tipos de árboles, cómo plantar una planta. Buscamos identificar las especies que vemos”, dijo Florence. “Hay mucha conexión educativa”.

Pero no es lo único que Florence enseña a los jóvenes. “Es una clase acerca del impacto de los humanos, del cambio climático, es aprender a alimentarnos a nosotros mismos”, dijo.

Para la maestra es fundamental que los niños aprendan sobre la jardinería sustentable, cómo hacer jardinería en su patio sin tener que ir a la tienda de comestibles. “Tenemos que ser conscientes del daño que estamos causando al medioambiente”, precisó.

Tammy Florence, una de las maestras del programa Agrociencia en la Escuela Intermedia Palm Springs en Hialeah, ofrece heno a un toro joven llamado “Hershey” en “La Finka”. El ternero es tratado en la escuela, donde le enseñan a los jóvenes como atender a los animales de granja
Tammy Florence, una de las maestras del programa Agrociencia en la Escuela Intermedia Palm Springs en Hialeah, ofrece heno a un toro joven llamado “Hershey” en “La Finka”. El ternero es tratado en la escuela, donde le enseñan a los jóvenes como atender a los animales de granja

El contacto con los animales refuerza conductas positivas

De acuerdo con Oria Pérez, maestra de niños con autismo, “La Finka” les da más oportunidades para comunicarse: “hay una intención”, afirmó.

“Niños que a veces tienen dificultad de conducta, se portan bien con el objetivo de estar cerca de animales. Han hecho conexión con ellos”, explicó Pérez.

Un pollito en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.
Un pollito en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de ciencia agrícola.

Por su parte, la maestra Lainett Cuarezma estimó que “ciertos niños con autismo a los que le gustan los animales han mejorado muchísimo su comportamiento”.

Para Cuarezma “La Finka” ha ofrecido a los menores con autismo una forma de ayudarlos, creándoles tareas y retos. “Están logrando hacer diferentes trabajos”, dijo.

Rodríguez se emociona al hablar del impacto que ha tenido “La Finka” en la comunidad estudiantil y en la escuela en su conjunto.

Gallos y gallinas son alimentados en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia.
Gallos y gallinas son alimentados en “La Finka”, una pequeña granja dentro de la escuela secundaria Palm Springs en Hialeah, donde se imparte una clase de agrociencia.

“La Finka me ha dado mucha felicidad, nos ha unido. Me da mucha satisfacción ver cómo los niños con autismo mejoran su conducta con el propósito de venir a ver a los animales”, dijo Rodríguez.