Después de otro golpazo: la selección argentina de básquetbol y un proceso de cambio que se presenta inquietante
No es más que un nuevo golpe de realidad. Hurgar para encontrar un atenuante no tiene ningún sentido. Es tiempo de comprender cuál es el proceso en el que se está navegando y apagar definitivamente el potente ruido del impacto que se generó en China 2019. La selección argentina de básquetbol recibió un cachetazo más, otro de los potentes, sin implicancia directa en una clasificación, pero tan contundente que las estadísticas indican que hace 68 años que no perdía un partido oficial frente a Chile. El 79-77 en Valdivia del domingo, por el clasificatorio para la Americup, lastima no por el número, sino porque se trata de una caída que permite comprender que el equipo, aun con nombres como los de Facundo Campazzo o Gabriel Deck, está lejos de su mejor versión, que no encuentra respuestas anímicas en los momentos indicados, y que todavía necesita tiempo para que florezcan las generaciones que le devuelvan el poder que supo ostentar.
No se trató de un partido en el que se buscaron alternativas porque la disponibilidad estaba limitada por cuestiones de calendario o económicos. En otras ventanas sufrió porque no pudo contar con jugadores por restricciones de la NBA o de la Euroliga, y hasta se vio imposibilitado de tener a su mejor personal porque la Confederación no contaba con el dinero para comprar los pasajes de los jugadores. En este caso, Pablo Prigioni fue el que seleccionó a los integrantes del equipo para esta doble fecha con Chile.
Por eso es que hace más ruido esta caída, porque no perdía con el seleccionado trasandino desde 1955, en aquel Sudamericano que se realizó en Cúcuta y finalizó con un 65-59 (en 2010 hay una victoria de Chile en un amistoso por 71-69). Pero no sólo tiene que ver con los datos históricos, sino con advertir que sólo faltaron Nicolás Laprovíttola (lo arregló con Prigioni, ya que pidió descanso), Luca Vildoza (se operó de la rodilla izquierda) y Francisco Caffaro (no consiguió la autorización de Santa Clara Broncos), y aun así no pudo sacar adelante un partido en el que cayeron todas las responsabilidades sobre Campazzo y Deck, que terminaron fundidos (jugaron 35 minutos) y sus determinaciones en el cierre del partido no fueron las más acertadas.
Este tropiezo histórico se suma a otros dos: a principios de 2023, bajo la conducción de Pablo Prigioni sufrieron una caída en Mar del Plata ante la República Dominicana que lo dejó afuera del Mundial (realizado en Japón, Indonesia y Filipinas) por primera vez desde 1982 y en agosto del mismo año cayó por 82 a 75 en Santiago del Estero, ante Bahamas, lo que dejó a la selección sin la chance de disputar ingresar al Preolímpico para los Juegos Olímpicos de París.
Este traspié con Chile además, permite leer que definitivamente la selección argentina ya no está en proceso de recambio paulatino, sino que Prigioni tomó la determinación de hacer cambios profundos, lo que implica también que pueden resultar algo inquietantes. Impuso un estilo que se asemeja al de la NBA, que dista bastante a lo que suelen estar adaptados jugadores y entrenadores. Ni bueno ni malo: diferente. Es decir, para esta doble fecha fue Prigioni el que eligió los jugadores para los partidos con Chile y fue el propio entrenador el que decidió que fuera Herman Mandole quien esté al frente del grupo. Es decir, que fue uno de sus asistentes el que estuvo en el banco y no seleccionó a los jugadores que dirigió, sino que siguió las directivas de la cabeza del proyecto.
Además, se determinó que era tiempo de darle rodaje a los jóvenes que están jugando en el exterior y no recurrir a piezas de la Liga Nacional para enfrentar este tipo de partidos. Por eso la apuesta fue por Juan Marcos, Gonzalo Corbalan, Gonzalo Bressan, Juan Bocca y Lucas Giovannetti (los dos últimos no tuvieron minutos en Valdivia). Incluso, también es necesario entender que Prigioni está convencido de que se debe imponer un estilo de juego diferente, aunque los jugadores no lo desarrollen en sus equipos. Lo que parece complejo de esta apuesta es aplicarlo con pocos días de trabajo que suele tenerlos en la selección. Sin embargo, la propuesta del “moneyball shooting” (defender duro y correr la cancha para resolver con bandejas y lanzamientos de tres puntos) es una idea que el entrenador quiere imponer.
Y dentro de este camino hacia la Americup que continuará con la segunda ventana, a disputarse en noviembre de este año cuando la selección argentina se medirá con Venezuela y Colombia, hay mucho trabajo por realizar y es necesario comprender que hay una realidad diferente para el conjunto nacional. El resto de los equipos crecieron mucho (Chile y Colombia, en desarrollo y talento), mientras que esta camada de jugadores que se sumaron necesitan desarrollo. La mayoría juegan en las ligas menores de Europa y todavía necesitan horas de vuelo en la selección. Es decir, ante este mapa nadie debería horrorizarse por este tipo de derrotas, porque realmente el básquetbol argentino debe barajar nuevamente y aceptar su realidad.
Por eso la derrota con Chile, duele, claro, pero no implica riesgos de cara a su clasificación a la cita continental, porque actualmente Venezuela lidera la Zona A donde los cuatro equipos tienen la misma cantidad de puntos (3), pero cuentan con mejor diferencia de puntos que el resto. Además, los tres primeros de cada grupo irán al certamen que se realizará del 23 al 31 de agosto en Nicaragua y tiene a Argentina como defensora del título, tras haberse subido a lo más alto del podio en Recife 2022.
Es decir, no se trata de resultados a lo que se enfrenta la selección argentina de básquetbol, aunque eso pueda definir alguna cuestión, sino que la ruta es más larga y sinuosa de lo que algunos pueden suponer. Y claro, también entender que cuenta con mucho talento, que todavía tiene toda la jerarquía de Campazzo, de Deck, de Laprovittola, de Vildoza, de Brussino, de Delía... Pero ya no alcanza sólo con todo el talento de los héroes de China, sino que necesita volver a construir un equipo. Nada más, nada menos.