Gobierno de Canadá recurre a las comunidades indígenas para salvaguardar sus bosques y así combatir el cambio climático

El registrador Don Saganash, a la izquierda, y Roderick Happyjack en el límite de un bosque boreal virgen en el territorio de Eeyou Istchee, Quebec, el 4 de noviembre de 2022. (Nasuna Stuart-Ulin/The New York Times).
El registrador Don Saganash, a la izquierda, y Roderick Happyjack en el límite de un bosque boreal virgen en el territorio de Eeyou Istchee, Quebec, el 4 de noviembre de 2022. (Nasuna Stuart-Ulin/The New York Times).

BOSQUE BROADBACK, Quebec — En un recodo del río Broadback, Don Saganash, de 60 años escuchaba el familiar e ininterrumpido sonido de los rápidos que para sus oídos eran el “latido del Broadback”. Saganash internalizaba el bosque circundante, los pinos y los abetos que se elevaban desde una alfombra de musgo color arcoíris tan suave que siempre se había imaginado “estar caminando por el aire”.

En este rincón del bosque Broadback, no había cambiado nada desde que era niño o desde que su padre lo había elegido para que fuera el registrador de la ruta de trampas de su familia, o los terrenos de caza ancestrales. Saganash, una persona respetada entre los cree, su comunidad indígena, se aseguraba de que tanto los animales, así como otros recursos fueran suficientes para las generaciones actuales y futuras.

“Ahora depende de ti proteger nuestra ruta de trampas”, le dijo su padre.

Hace dos décadas, Saganash comenzó a luchar contra la amenaza de la tala industrial en Broadback (que sigue siendo un bosque boreal virgen en el norte de Quebec, al que solo se llega por caminos no mapeados y trayectos en lancha a través de su río y lagos). Pero en los últimos años, su lucha se ha convertido en una parte del combate global al cambio climático.

Salvar el bosque Broadback y otros bosques boreales mantendría intactos sus vastos almacenes de carbono que, si los alteran, liberarían dióxido de carbono y contribuirían al calentamiento global.

Los bosques como el Broadback, de 1,3 millones de hectáreas, están en el centro de una creciente batalla para salvar los reservorios de carbono más grandes del mundo, desde los bosques tropicales de la Amazonia pasando por las turberas de Indonesia y África Central hasta los bosques boreales de Canadá, que tienen una extensión de 566.5 millones de hectáreas.

El bosque boreal de Canadá, que representa el ecosistema de bosques intactos más grande del mundo y almacena al menos 208.000 millones de toneladas métricas de carbono, está considerado como uno de los reservorios terrestres de carbono más grandes del mundo.

Un grupo de niños cree juegan hockey en las tranquilas calles de Waswanipi, en Quebec, Canadá, el 2 de noviembre de 2022. (Nasuna Stuart-Ulin/The New York Times).
Un grupo de niños cree juegan hockey en las tranquilas calles de Waswanipi, en Quebec, Canadá, el 2 de noviembre de 2022. (Nasuna Stuart-Ulin/The New York Times).

En parte para alcanzar sus metas de combate al cambio climático y en parte para promover la reconciliación con las comunidades indígenas, el gobierno canadiense ha estado recurriendo a ellas cada vez más para que colaboren en el manejo del bosque boreal y les ha cedido una cantidad mayor de terreno forestal a los grupos indígenas. El año pasado, el gobierno federal reservó 340 millones de dólares para apoyar a las áreas protegidas por los grupos indígenas y las comunidades de expertos indígenas.

Con este programa, más de 50 comunidades indígenas de todo el país han recibido financiamiento para que determinen y vigilen las áreas que se deben proteger, esto los convirtió en los participantes encargados no solo de frenar la deforestación, sino también de salvaguardar sus reservorios de carbono. El programa también apoyará a la población indígena que vigilará estas áreas.

Para los líderes indígenas, el apoyo fue un reconocimiento tardío a su conocimiento histórico y profundo de la zona del bosque boreal que alberga al 70 por ciento de las comunidades indígenas del país.

En los últimos cinco años, he observado un cambio y una apertura sobre todo a nivel federal, donde creo que están comenzando a entender que el conocimiento tradicional, a veces adquirido durante milenios, es tan legítimo como los conocimientos científicos de la cultura occidental”, comentó Mandy Gull-Masty, gran jefa del Gobierno del Pueblo Cree, el cual representa a las comunidades cree de Quebec.

A través de los años, los cree han presionado para que se proteja más su territorio tradicional en el norte de Quebec, la mayor parte del cual se encuentra en terrenos provinciales. En 2020, el gobierno de la provincia aceptó aumentar el porcentaje de terrenos protegidos en el territorio cree tradicional del 12 al 23 por ciento, una superficie semejante al tamaño de Suiza.

El gobierno federal está apoyando con recursos financieros las iniciativas de los cree que buscan establecer una red de áreas protegidas conectadas hidrológicamente con los hábitats de animales en peligro de extinción, como el caribú de los bosques.

Saganash, el registrador que desde hace mucho ha luchado contra la deforestación, pertenece a la comunidad cree de Waswanipi, un pueblo que se ubica a ocho horas en automóvil al norte de Montreal.

Actualmente, a pesar de que hay una mayor cantidad de áreas protegidas en general, la deforestación se ha extendido por toda la región y ha llegado a las orillas del bosque Broadback. De los 62 terrenos de caza tradicionales en la región de Waswanipi, la tala solo ha respetado a unos cuantos.

“Están aproximándose con mucha rapidez”, aseveró Saganash, preocupado por el eventual avance de las empresas madereras o mineras avancen hacia el área no protegida del bosque Broadback.

Hace una década, el consejo cree de Waswanipi propuso la creación de un área protegida de 485.622 hectáreas llamada Mishigamish, o gran cuerpo de agua, que habría incluido una franja del río Broadback, lagos y algunas partes del bosque.

El área corresponde a casi una décima parte del territorio total de los cree de Waswanipi —más o menos del tamaño de Bélgica, el cual ha sido deforestado de manera considerable a lo largo de décadas— y constituye su última porción intacta.

Ya se ha protegido aproximadamente el 70 por ciento del área propuesta, pero a Saganash y a otras personas les preocupa lo que será del resto del área. Conforme un plan aprobado por el gobierno de Quebec, hay una empresa maderera que ha construido dos carreteras que llevan directamente al límite más al sur del bosque Broadback.

Los aliados de los cree de Waswanipi, entre ellos el Consejo para la Defensa de Recursos Naturales, afirman que el gobierno de Quebec no ha cumplido una promesa inicial de discutir una ampliación a la protección al bosque Broadback. Los funcionarios de los ministerios Forestal y del Medioambiente de Quebec se negaron a conceder entrevistas.

Los registradores han tenido una participación muy importante en el mantenimiento de la sustentabilidad del territorio cree gracias a su “capacidad de comprender un entorno muy complejo”, afirmó Gail Whiteman, profesora de Sustentabilidad en la Universidad de Exeter que en la década de 1990 pasó 18 meses entre los registradores cree.

En una reciente visita de tres días a esta zona, Saganash y su sobrino, Stanley Saganash, de 50 años, se quedaron en el campamento de otro familiar, Roderick Happyjack, de 40 años. En una región que está a varias horas de distancia de la torre de telefonía celular más cercana, frente a un lago ubicado a lo largo del río Broadback y adentrándose en el bosque primario cubierto de musgo, no había ningún rastro ni huella alguna de otro ser humano.

Pero los tres conocían todas las playas del lago, cada recodo a lo largo del río y todas las colinas del bosque. Parecía que cada rincón de este territorio oculto guardaba algún recuerdo personal o familiar: el primer alce cazado, algún abedul inusualmente grande que cierta madre atesoraba, la primera cabaña de troncos construida por un abuelo.

En la noche, ya en cama y con las luces apagadas, Don Saganash divertía a los más jóvenes con historias sobre Broadback, como cuando alguien llamó a un alce y este se presentó justo afuera de la cabaña.

“Nuestros ancianos solían decir que aquí estaba su primer hogar y que su segundo hogar era en la reserva”, comentó Saganash, un conductor de ambulancias jubilado que ahora forma parte del consejo cree en Waswanipi.

Stanley Saganash recordó una de las lecciones más importantes que aprendió de su padre cuando iban de cacería.

“Yo solía cazar mucho y mi padre me decía: ‘Oye, no le dispares a todo. Guarda algo para la siguiente generación’”, comentó, y añadió que esta temporada de caza había aplicado esa lección. “Yo cacé un alce y mi sobrino otro. Luego vi otros dos, pero no les disparé”.

En todas las rutas de trampas, el registrador era el responsable de garantizar que los miembros de la comunidad estuvieran usando la tierra y sus recursos para que la ruta de trampas siguiera sirviendo para las siguientes generaciones.

“Pensamos en tres generaciones futuras”, afirmó Don Saganash.

Whiteman mencionó que el gobierno canadiense no siempre ha valorado la participación de las comunidades indígenas en la preservación.

“Ahora el discurso global trata sobre la protección de estos reservorios de carbono, y el suelo ha cobrado un nuevo atractivo, pero los registradores siempre dijeron que esta tierra es muy importante para la supervivencia del ser humano”, señaló Whiteman.

© 2022 The New York Times Company