El genocidio en Gaza es también un terricidio: reflexiones en torno a la crisis climática y el colapso civilizatorio

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El pasado 7 de mayo marca un hito sombrío: se cumplieron 7 meses del inicio del genocidio que el estado de Israel está perpetrando en Gaza. Los 7 meses de bombardeo llegan a un número de más de 34,000 personas asesinadas, la mayoría de ellas no combatientes y más de la mitad mujeres y niñxs. El genocidio que está perpetrando Israel es claro y atroz. El caso expuesto por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) provee evidencia suficiente para catalogarlo dentro de esta consideración: Israel no sólo ha violado toda regla de derecho internacional, ha utilizado un lenguaje de exterminio al tratar de “borrar”, “aplanar” Gaza o incluso convertirla “en un estacionamiento” y exterminar al pueblo palestino bombardeando hospitales, escuelas, cortando acceso a agua, energía y comida, atacando periodistas, al tiempo que continúa con el avance y la violencia con asentamientos ilegales en Cisjordania.

Son 7 meses en donde las voces siguen incrementándose alrededor del mundo en resistencia, pero 7 meses en los que ya no podemos ser simplemente espectadores. Como recordó el director Jonathan Glasser al aceptar un premio Oscar en febrero por la película Zona de Interés, la cuestión no implica decir “Mira lo que hicieron entonces”, sino más bien “Mira lo que hacemos ahora”. ¿Qué le diremos a las futuras generaciones que hicimos y dijimos mientras ocurría un genocidio –posiblemente mejor documentado que cualquier otro en la historia– en nuestro tiempo? No podemos quedarnos calladxs un sólo día más y desde nuestro lugar, desde nuestra lucha  –la climática– nos toca también denunciar lo que está pasando como parte de la descomposición de la matriz colonial-patriarcal-capitalista, que es la responsable tanto de lo que sucede en Gaza, como lo que combatimos día con día en la lucha por detener la crisis climática.

Esta historia, a pesar de lo que sostienen varios defensores de la “respuesta” de Israel, no inició el 7 de octubre sino en la larga historia del sionismo como una ideología política para la creación del estado de Israel. Como bien nos recuerdan los historiadores y pensadores como Edward Said, el sionismo y el imperialismo tienen los mismos orígenes en el pensamiento occidental y su pretensión universalista. 1 El sionismo es paradójico. Al surgir de un momento histórico en donde se reconoció la victimización de lxs judíxs, la propuesta de crear un estado judío se alió con las fuerzas colonizadoras, calcando su proyecto entero en el modelo colonial. Las terribles atrocidades del holocausto se convirtieron en una forma de justificar un proyecto colonial en Medio Oriente, dejando intactas las críticas y los orígenes de este fenómeno: el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado. Said nos recuerda que el sionismo tiene que ser analizado de dos formas: 1) genealógicamente para demostrarse su procedencia y filiación tanto con otras ideas como instituciones políticas y 2) como sistema práctico de acumulación (de poder, tierra y legitimidad ideológica) y desplazamiento (de personas, ideas y legitimidad). 2 El no entenderlo de esta forma nos lleva a cometer el error de entender el racismo como una cuestión reciente o como algo que se puede resolver fácilmente.

En primera instancia Ussama Makdisi explica muy bien cómo el origen del sionismo no germinó en suelo palestino, sino en el de una Europa altamente racializada, 3 en un contexto en donde el imperialismo Europeo cubría aproximadamente el 85 % del territorio del planeta. El sistema imperial se estructuró a través de una expansión territorial y del desarrollo de una serie de formas de justificar dicha expansión, entre ellas la clasificación y la “racionalidad” científica para catalogar, tipificar al mundo, la naturaleza y sus habitantes humanos y no humanos en binarios: desarrollados y retrógrados, fuertes y débiles, civilizados y salvajes, etc. La clasificación de lo humano vino entonces acompañada de una “deshumanización” que a su vez justificaba la explotación, el exterminio de conocimientos, de cuerpos, de culturas y cosmovisiones otras. 4 La clasificación científica fue también justificación para declarar espacios como desperdiciados o mal utilizados –”tierra de nadie” (terra nullius)–, que podían ser aprovechados y tomados en nombre de la civilización, el progreso, el desarrollo (podemos seguir así hasta la descarbonización o la transición energética actual) 5 ocultado tras un velo humanitario o incluso de “salvación”. 6

En segunda instancia, el proyecto sionista como sistema práctico de acumulación surge de la misma raíz del árbol del proyecto imperial y colonial de Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos del siglo XIX. Los primeros sionistas deshabitaron el territorio –declarándolo terra nullius–, los nativos fueron considerados inexistentes o en su caso incivilizados –el proyecto del colonialismo por asentamientos consiste precisamente en convertir a los invasores en nativos y eliminar lo otro–. “La trágica miopía del sionismo”, dice Said, “está en haber nacido no sólo en la opresión europea a lxs judíxs, sino como parte de la opresión europea del resto del mundo”. 8 En pocas palabras, el sionismo decidió aliarse con los opresores y no con los oprimidos. La posibilidad de separar a los pueblos de la tierra, de borrar sus historias y de considerarlas como prescindibles se presenta bajo la siniestra justificación de la victimización de Israel, que ha utilizado la memoria y el legado de atrocidades del holocausto para protegerse de toda crítica. 9 Aún cuando casos similares de racismo en Estados Unidos o en Sudáfrica pueden ser condenados, las mismas personas pueden apoyar fervientemente el sionismo, como lo hemos visto en buena parte de la discusión en Estados Unidos o en Alemania, donde cualquier acusación al estado de Israel se califica de antisemita.

Un mal con los mismos orígenes

El cambio climático y el sionismo tienen los mismos orígenes. Como nos recuerda Farhana Sultana, si entendemos la crisis climática como un síntoma de una enfermedad más grande, ese mal es el capitalismo. 10 Walter Rodney decía ya a inicios de los setenta que Europa había subdesarrollado a África. La extracción de recursos, el abaratamiento del trabajo reproductivo de las mujeres, de la naturaleza y de aquellos que fueron designados “menos humanos” en el proyecto de la modernidad, no es una cuestión del pasado sino que persiste hasta nuestros días. Esta colonialidad del clima persiste de tres formas. Primero, a través de la extracción de materiales necesarios para sostener un proyecto de acumulación. La extracción de recursos y acumulación desigual de la riqueza sigue siendo una cuestión de desigualdad entre países (sobre)desarrollados y subdesarrollados. El saqueo es parte esencial del modelo de acumulación capitalista: como proponen algunos investigadores, anualmente el Norte extrae en forma de recursos abaratados, a partir de “externalidades” y de otras formas de apropiación del trabajo, aproximadamente 2.8 trillones de dólares.

Segundo, la colonialidad climática se manifiesta cuando las personas son hechas vulnerables a los impactos del calentamiento, pero también cuando sus vidas se presentan como desechables o inconsecuentes. Los legados coloniales se manifiestan en el saqueo de los territorios, pero también en las desigualdades que se manifiestan a través de los desastres sobrenaturales; el paso del Huracan Otis por Guerrero el año pasado es un ejemplo de esta desigualdad e invisibilización. Tercero, cuando la destrucción de los ecosistemas tanto tangibles como espirituales de los pueblos y de otras formas de vida son sistemáticamente eliminados. En América Latina el movimiento de mujeres mapuches en Chile y Argentina ha designado la noción del terricidio como la forma más adecuada de referirse a este fenómeno. El terricidio incorpora un acto de ecocidio, de eliminar las formas de vida de todo aquello que garantiza su reproducción, un etnocidio que surge de separar y eliminar el contexto en el que se producen los conocimientos y un genocidio que busca la eliminación de todo aquello que se manifiesta como desperdicio o aquello que no puede ser aprovechado en los términos designados por la economía política del capitalismo.

Trazar los orígenes del colapso sistémico del clima con lo que está sucediendo en Gaza es una manifestación de los mismos males: la justificación de la ocupación de tierras ‘vacías’ con un lenguaje científico-civilizatorio, la sistemática destrucción de la naturaleza y apropiación en forma de recursos invisibilizando y vaciando territorios de sus pueblos y contenidos a través de un terricidio en nombre de un bien mayor. Lo que sucede en Gaza es a nuestros ojos un vistazo a un futuro que está por venir y que marca, como dice Slavoj Zizek, el “fin de Europa”. Es decir, el agotamiento y la descentralización del proyecto del liberalismo europeo y su pretensión universal. En la corriente decolonial este proceso siempre ha estado marcado por el otro lado, o el lado oscuro –como lo dice Walter Mignolo–, de la modernidad. En pocas palabras, quiere decir que la modernidad y el proyecto humanista (los derechos humanos, civiles, sociales, políticos, etc.) se hicieron a costa de alguien más o de la deshumanización de aquello que se considera otro por esta matriz colonial de poder.

Pero el fin de Europa no es una buena noticia. Si el capitalismo ya no se puede reproducir en sus propios términos, lo que sigue no es un tecno-feudalismo, como aseguran algunos críticos, sino un sistema cada vez más violento y terricida. La sistemática destrucción de Gaza es una manifestación de la necesidad de seguir acumulando y de haber agotado las fronteras extractivas. Pero también es una manifestación de la resistencia y el rechazo que están imponiendo los movimientos sociales, la naturaleza y las fuerzas del trabajo reproductivo alrededor del planeta: desde Rojava y los territorios zapatistas hasta las protestas y campamentos estudiantiles en las universidades en Estados Unidos, vemos no sólo el desmoronamiento del proyecto civilizatorio europeo, sino un descentramiento del eurocentrismo y de la colonialidad. Vemos las aperturas hacia una transmodernidad, es decir, un proyecto que no busca completar la modernidad (como siguen haciendo muchos en su ímpetu desarrollista y modernista), sino un rechazo a la supremacía incuestionable de la modernidad como único camino posible. En otras palabras, la creciente condena del Estado de Israel como un estado colonial y terricida muestra el agotamiento de la legitimidad del proyecto de Occidente, el colapso de un capitalismo que ya no se puede reproducir en sus propios términos y pone énfasis en la continuidad de nuestra lucha.

Hoy no podemos darnos el lujo de regresar a nuestras vidas cotidianas. Estamos rodeados de violencias y luchar contra un sistema cada vez más violento no será fácil. Sin embargo, los falsos ídolos del sionismo como de las falsas soluciones climáticas cada día pierden más legitimidad. Como propone Ilan Pappe, estamos viendo “el principio del fin” tanto para el proyecto sionista, como para el de la legitimidad de estas visiones reduccionistas de la crisis climática. Sin embargo, las acciones para terminar con estas formas de opresión requerirán entender nuestras vidas, en donde sea que estemos, como un conflicto socioecológico permanente: un rechazo al terricidio que se perpetúa en nuestro nombre, en nombre del desarrollo sostenible, la seguridad nacional, de la modernidad o el progreso. Como nos recuerda Zaid, “la lucha contra el imperialismo y el racismo son luchas civilizatorias y no podemos librarlas de forma efectiva a menos que entendamos el sistema y las ideas de las cuales se origina. Solamente así podemos luchar científicamente en contra de ellos”. 11

* Carlos Tornel es un investigador, escritor, traductor y activista. Contacto tornelc@gmail.com.

 

1 Said, E. (1977) The intellectual origins of Imperialism and Zionism. Gazelle Review,2: 47:52.

2 Said, E. (1979/2000) Zionism from the Standpoint of its Victims. The Edward Said Reader. (pp: 114-168). New York. Vintage.

3 Makdisi, Ussama. (2019), Age of Coexistence. The ecumenical frame and the making of the modern Arab world. Oakland, University of california Press.

4 Prado, Abdenur (2018). Genealogía del monoteísmo. La religión como un dispositivo colonial. México: Akal.

5 Ver Brigel, B. y Svampa, M. (2023). Del «Consenso de los Commodities» al «Consenso de la Descarbonización». Nueva Sociedad, 306: 51-71.

6 Said, E. (1977). The intellectual origins of Imperialism and Zionism, p.51

8Said, E. (1977). The intellectual origins of Imperialism and Zionism, p. 53.

9 Ver Finkelstein, N. (2014). La Industria del Holocasuto. Reflexiones sobre la explotación del sufrimiento judio. Madrid: Akal.

10 En este podcast espacios hemos formulado esta tesis, reflexionando sobre los orígenes capitalistas, coloniales y patriarcales de la crisis climática, así como de la imposibilidad del capitalismo de ser anti racista, anti-patriarcal o anti-extractivista.

11  Zaid, E. (1977).The intellectual origins of Imperialism and Zionism, p.48.