Quién ganó las elecciones en El Salvador
Luego de las elecciones presidenciales y legislativas de El Salvador de este domingo 4 de febrero, quedó definido que el actual presidente Nayib Bukele fue quien ganó los comicios en el país centroamericano. De esta forma, el mandatario accederá a su segundo mandato presidencial tras un triunfo en primera vuelta.
Fue el propio Bukele quien afirmó, apenas dos horas de finalizada la votación y sin datos oficiales, que había ganado por “más del 85% de los votos y un mínimo de 58 de 60 diputados de la Asamblea”. En la previa, las encuestas daban ganador con holgura al candidato oficialista, que rompió los criterios constitucionales al ir por la reelección, cuando seis artículos de la Constitución prohíben la reelección directa. El mandatario pudo postularse tras lograr el aval de una Corte Suprema a su favor y una Asamblea Legislativa con mayoría absoluta.
Mientras el Tribunal Electoral de la nación centroamericana de poco más de 6 millones de habitantes avanza en su conteo, ya no quedan dudas de que Bukele dirigirá los destinos del país por los próximos cinco años. Detrás de su candidatura quedaron los dos partidos que controlaron el escenario político de El Salvador desde los Acuerdos de Paz de 1992, el centroizquierdista FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), cuyo postulante Manuel Flores salió segundo con diferencia de cientos de miles de votos, y el conservador ARENA (Partido Alianza Republicana Nacionalista), tercero en la contienda.
En su discurso de victoria, Bukele celebró que “toda la oposición junta quedó pulverizada”, y que su amplia victoria “sería la primera vez que en un país existe un partido único en un sistema plenamente democrático”. Al calificar de esta manera al régimen político de El Salvador, el nuevo presidente quiso contestar a los organismos internacionales su apego por las instituciones republicanas.
La deriva autoritaria del mandatario reelecto estuvo en el centro de los análisis internacionales de estas elecciones y se incrementó esta semana cuando el vicepresidente, Félix Ulloa, le dijo a The New York Times: “A esta gente que dice se está desmantelando la democracia. Mi respuesta es sí. No la estamos desmantelando, la estamos eliminando, la estamos sustituyendo por algo nuevo”.
Otro punto de debate sobre Bukele surge de su política de seguridad. El Salvador fue a los comicios bajo régimen de excepción en democracia, un estado que rige desde el 27 de marzo de 2022, en una política cuyo objetivo declarado fue el fin de la violencia pandillera, y que en la práctica derribó las garantías constitucionales del debido proceso y redujo la edad de imputabilidad a los 12 años. Actualmente, más de 70.000 personas están detenidas en las prisiones de El Salvador, y organismos internacionales como la ONU y medios salvadoreños como El Faro denuncian que inocentes y culpables se mezclan en estos pabellones sin distinción, con especial énfasis en hombres jóvenes de barrios pobres que antes eran controlados por las pandillas.
Pero la reducción de la tasa de homicidios registrada en El Salvador, que pasó de 18,1 por cada 100.000 habitantes en 2021 a 7,8 cada 100.000 habitantes en 2022 —como referencia, la tasa de la Argentina fue de 4,31 en 2022—, cimentaron la popularidad de Bukele, que ahora enfrenta su mayor desafío en el área económica, donde el índice de pobreza aumentó en su mandato a pesar de medidas como la aceptación del bitcoin como moneda corriente.
Tras su triunfo, Bukele se limitó a arengar a la población que celebró su victoria en la plaza Gerardo Barrios, frente al Palacio Nacional: “Ahora en estos próximos cinco años, esperen a ver lo qué vamos a hacer. Porque seguiremos haciendo lo imposible, seguiremos demostrando al mundo el ejemplo de El Salvador”.