Por qué el modelo Bukele no se puede replicar en otros países de la región
SAN SALVADOR.- En una manifestación contra la detención de inocentes por el régimen de excepción en El Salvador, que logró reducir notablemente la tasa de homicidios a cambio de una restricción de derechos constitucionales, una mujer grita que Nayib Bukele tuvo a “los mejores profesores” para su modelo de liderazgo y menciona a Hugo Chávez y Daniel Ortega, dos presidentes cuestionados por sus derivas autocráticas. Mientras tanto, el propio Bukele parece plantarse como el profesor, o más bien el ejemplo, para dirigentes de la región que quieren plegarse a su política de mano dura con la ilusión de conseguir a cambio altísimos índices de popularidad como los que exhibe el mandatario.
Sin embargo, en ningún otro país de la región se encuentra un modelo como el de Bukele.
La elección de ayeren El Salvador fue particular. Por un lado, casi la totalidad de El Salvador, incluidos muchos opositores, daba por hecho un triunfo en primera vuelta -al que se confirmó con los primeros resultados oficiales-. Pero estos comicios eran una prueba para confirmar, en primer lugar, con qué nivel de apoyo ganaba el mandatario, y en segundo, en qué situación quedaba el oficialismo en el Parlamento. Según un tuit de Bukele antes de que se publicaran los datos oficiales, arrasó en ambos casos, lo cual ya despertaba dudas y especulaciones.
“Lo extraordinario es que sin coerción exista un apoyo de ese nivel, pero si se le pasa la mano, y se queda sin oposición [en el Parlamento] y se descalifica, es un tiro en el pie”, dice Marta Lagos, fundadora de Latinobarómetro, una fundación que realiza encuestas en toda la región. Según Bukele, sus números le daban “un mínimo” de 58 escaños de un total de 60 en la Asamblea Legislativa. “Una democracia sin oposición deja de ser democracia. No tiene contrapeso, no tiene fiscalización”, remarca la especialista chilena. “Esto confirma que esto va a ser una autocracia”.
En su primer quinquenio, Bukele mostró una concentración de poder que encendió las alarmas ante la posibilidad de sumar otra autocracia en el continente. El avance sobre el Poder Judicial, una mayoría en el Congreso que inhabilitaba cualquier debate y, finalmente, el controvertido aval para que el presidente pudiera presentarse a la reelección directa marcó un claro retroceso de la democracia en este país.
“Nosotros no estamos sustituyendo la democracia, porque El Salvador jamás tuvo democracia. Por primera vez en la historia El Salvador tiene democracia”, dijo el mandatario este domingo en una conferencia de prensa en el Hotel Sheraton Presidente, y desató una ola de aplausos entre sus colaboradores. Respondió así a una pregunta sobre las declaraciones de su vicepresidente, Félix Ulloa, al diario The New York Times, en las que dijo que su gobierno estaba “eliminando” la democracia para sustituirla por “algo nuevo”. “Yo no le creo nada al New York Times. Nada”, lanzó Bukele con un evidente enojo, en otra de las características que comparte con líderes autocráticos de la región, la de la baja tolerancia a la prensa crítica.
Para analistas políticos, la particularidad de esta deriva autoritaria de Bukele es que no parecería socavar el alto nivel de popularidad del mandatario. Y eso depende de factores inherentes a la historia salvadoreña, una cultura democrática más baja que en otros países y la figura fuerte del mandatario.
“El Salvador me parece un caso único, algo nuevo en el contexto latinoamericano: una democracia en retroceso por decisión de sus propios votantes”, define Brian Winter, especialista en América Latina y editor jefe de la revista Americas Quarterly. “Es evidente que Bukele es un autoritario, que tiene la ambición de poder perpetuo, que está restringiendo derechos civiles y humanos… y a la gran mayoría de los salvadoreños eso no les importa. Por el éxito que ha tenido en la seguridad, la población le cree, y está dispuesta a darle carta blanca para seguir desmantelando la democracia en otro mandato”, dice a LA NACION.
“Difícil de repetir”
“Creo que Bukele es un caso difícil de repetir en el resto de la región”, señala Winter. “Porque las instituciones salvadoreñas realmente estaban débiles y en estado de descrédito antes de su llegada, pero también porque Bukele es bastante especial. Es brillante, capaz, inteligente como pocos, hay que reconocer eso aun para los que nos preocupa el rumbo autoritario”, completa. En ese sentido, menciona que Jair Bolsonaro quiso seguir un camino similar en Brasil sin éxito, “porque no es capaz como Bukele y también las instituciones brasileñas son más fuertes”.
Por su parte, Lagos hace una distinción sobre el efecto que puede tener el triunfo de Bukele en la región. “Puede tener consecuencias políticas en aquellos países donde la propensión al autoritarismo es similar, como Honduras o Guatemala. En otros países más democráticos, va a tener influencia en la opinión pública; va a haber una presión por resultados rápidos y tangibles. Es eso lo que Bukele pone sobre la mesa”, analiza.
En ese sentido, destaca que en ese punto residirá también uno de los principales desafíos para su próximo mandato. Mientras su “guerra contra las pandillas” fue efectiva en la reducción de la criminalidad de manera rápida, no va a poder exhibir éxitos del mismo nivel en otros ámbitos. “Las posibilidades de éxito de repetición son bastante escuetas”, marca la encuestadora.
En su último estudio en la región, Latinobarómetro concluyó que “la democracia, lejos de consolidarse, ha entrado en una recesión”, ya que menos de la mitad de los latinoamericanos apoyan la democracia como régimen político. Según ese trabajo, El Salvador es el país latinoamericano donde se registra mayor satisfacción con la democracia, con 64%, más del doble del promedio regional, aunque al mismo tiempo aplauden a un gobierno no democrático (63%) y el control de los medios de comunicación (61%) muy por encima del promedio de la región.
Christine Wade, especialista en América Central del Washington College, dice que varios líderes de la región se preguntan si Bukele tiene “una fórmula ganadora”, pero afirma que no es un modelo que se pueda extrapolar. “Bukele realmente es su propio fenómeno”, dice la especialista, al comparar con países vecinos como Honduras y Nicaragua, donde los mandatarios no están ni cerca de sus niveles de popularidad. “Bukele tiene algo único para El Salvador. Es una relación simbiótica. Una democracia de posguerra, con altísimos índices de violencia y mucha corrupción en los dos partidos principales, en la que un candidato como Bukele es muy atractivo”, señala.
“Para replicar el modelo de El Salvador habría que agarrar una democracia frágil y romperla”, resume Pamela Ruiz, analista para América Central del think tank Crisis Group.
En ese sentido, Lagos menciona las marcadas diferencias entre el estado de la democracia en la Argentina y en El Salvador para descartar que la Argentina pueda seguir el rumbo autocrático, más allá de la expresa admiración de Javier Milei por su par salvadoreño. “La gran diferencia entre la Argentina y El Salvador es la sociedad civil. La Argentina tiene un gigantesco capital de democracia. Si en la Argentina eliminan el Parlamento y los controles institucionales, les va a quedar la calle. Tienen un capital social gigante que se resistiría a una autocracia”, dice.