El futuro de la energía limpia está a la vuelta de la esquina

The Golden Driller (el perforador dorado), una estatua de casi 23 metros de alto de un trabajador petrolero, en el Centro de Exposiciones, donde se instaló en 1966, en Tulsa, Oklahoma, el 27 de junio de 2023. (Mason Trinca/The New York Times).
The Golden Driller (el perforador dorado), una estatua de casi 23 metros de alto de un trabajador petrolero, en el Centro de Exposiciones, donde se instaló en 1966, en Tulsa, Oklahoma, el 27 de junio de 2023. (Mason Trinca/The New York Times).

Camionetas de reparto en Pittsburgh. Autobuses en Milwaukee. Grúas que levantan carga en el Puerto de Los Ángeles. Todos los edificios municipales de Houston. Todos funcionan con electricidad procedente del sol, el viento u otras fuentes de energía limpia.

Un cambio radical que resulta casi invisible para la mayoría de los estadounidenses se está produciendo en todo el país. La nación que quemó carbón, petróleo y gas durante más de un siglo para convertirse en la economía más rica del planeta, además de haber sido la más contaminante a lo largo de la historia, se apresura a dejar atrás los combustibles fósiles.

Una transición energética similar ya está en marcha en Europa y otros lugares. Pero Estados Unidos se está poniendo al día y, a escala mundial, el cambio se está produciendo a un ritmo que sorprende incluso a los expertos que lo siguen de cerca.

La energía eólica y la solar están batiendo récords y se espera que en 2025 las energías renovables superen al carbón como la principal fuente de electricidad del mundo. Los fabricantes de automóviles han convertido los vehículos eléctricos en un elemento central de sus estrategias comerciales y ya hablan de la fecha de caducidad del motor de combustión interna. La calefacción, la refrigeración, la cocina y parte de la manufactura se están volviendo eléctricas.

Mientras el planeta registra las temperaturas más altas que hayamos visto, que en algunos lugares alcanzan niveles incompatibles con la vida humana, gobiernos de todo el mundo invierten billones de dólares en energías limpias para reducir la contaminación por carbono que abrasa el planeta.

El costo de generar electricidad a partir del sol y el viento está bajando a un ritmo acelerado y en muchas zonas es ahora más barato que el gas, el petróleo o el carbón. La inversión privada llega a manos llenas a las empresas que compiten por llevar la delantera en las industrias ecológicas emergentes.

Los cargadores de vehículos eléctricos de Francis Energy, un fabricante en rápido crecimiento de estaciones de carga automotriz, en Tulsa, Oklahoma, donde la empresa tiene su sede, el 30 de junio de 2023. (Mason Trinca/The New York Times).
Los cargadores de vehículos eléctricos de Francis Energy, un fabricante en rápido crecimiento de estaciones de carga automotriz, en Tulsa, Oklahoma, donde la empresa tiene su sede, el 30 de junio de 2023. (Mason Trinca/The New York Times).

Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), afirmó: “Todos los días consultamos los datos sobre energía y es asombroso lo que está ocurriendo. La energía limpia avanza más rápido de lo que mucha gente cree y se ha acelerado en fechas recientes”.

Según la AIE, se prevé que este año se inviertan en todo el mundo más de 1,7 billones de dólares en tecnologías como la energía eólica y solar, los vehículos eléctricos y las baterías, en comparación con poco más de 1 billón en combustibles fósiles. Por mucho, se trata de la mayor cantidad que se haya invertido en energías limpias en un solo año.

Estas inversiones están impulsando un crecimiento explosivo. Se espera que China, que ya es líder mundial en la cantidad de electricidad producida por energía eólica y solar, duplique su capacidad para 2025, cinco años antes de lo previsto. En el Reino Unido, casi un tercio de la electricidad se genera con energía eólica, solar e hidroeléctrica. Y en Estados Unidos, se espera que el 23 por ciento de la electricidad proceda de fuentes renovables este año, 10 puntos porcentuales más que hace una década.

“La naturaleza de estas curvas exponenciales hace que a veces subestimemos la rapidez con que se producen los cambios una vez que alcanzan estos puntos de inflexión y empiezan a acelerarse”, explicó el exvicepresidente Al Gore, quien hace 17 años alertó sobre lo que denominó una “crisis planetaria” en su película “Una verdad incómoda”. “La tendencia es definitivamente a favor de más y más energías renovables y menos energías fósiles”.

Aunque el ritmo del cambio en Estados Unidos está sorprendiendo a todo el mundo, desde expertos en energía hasta ejecutivos del sector automotor, los combustibles fósiles siguen dominando la producción de energía dentro y fuera del país.

Las empresas construyen nuevas minas de carbón, plataformas petrolíferas y gasoductos. El gobierno sigue concediendo contratos de arrendamiento para proyectos de perforación en tierras públicas y en aguas federales, y sigue subvencionando a las industrias. Tras registrar ganancias sin precedentes el año pasado, las principales compañías petroleras se están retractando de sus recientes promesas de invertir más en energías renovables.

La escala del cambio necesario para rehacer los sistemas que suministran energía a Estados Unidos (toda la infraestructura que hay que eliminar, rediseñar y sustituir) es impresionante. Añadir grandes cantidades de energía renovable a las anticuadas redes eléctricas y extraer suficientes minerales para las tecnologías limpias plantea grandes retos. Algunos políticos, entre ellos la mayoría de los republicanos, quieren que el país siga quemando combustibles fósiles, incluso a pesar del abrumador consenso científico de que su uso está poniendo en peligro la vida en el planeta. Decenas de grupos conservadores organizados por la Fundación Heritage han creado un programa político que, en caso de que un republicano gane las elecciones presidenciales de 2024, daría marcha atrás a los planes de reducción de emisiones. Echaría por tierra las leyes que se proponen frenar los gases de efecto invernadero, desmantelaría casi todos los programas federales de energía limpia e impulsaría la producción de combustibles fósiles.

Y aunque los sistemas energéticos están cambiando con rapidez, también lo está haciendo el clima. No es seguro que Estados Unidos y otros países contaminantes hagan lo que los científicos dicen que hay que hacer para evitar una catástrofe: dejar de liberar gases de efecto invernadero a la atmósfera para 2050. Todas las inversiones realizadas hasta ahora han frenado el ritmo al que crecen las emisiones en todo el mundo, pero la cantidad de dióxido de carbono que se bombea a la atmósfera no tiene parangón.

Y, sin embargo, de Pekín a Londres, de Tokio a Washington, de Oslo a Dubái, es innegable que la transición energética avanza a toda velocidad. El cambio está aquí, incluso en el país del petróleo.

‘Energía es energía’

Al comenzar la jornada laboral en Tulsa, Oklahoma, la cadena de ensamblaje de la fábrica de autobuses escolares eléctricos se pone en marcha. Los equipos de trabajadores se despliegan por la ciudad para instalar paneles solares en casas estilo Tudor centenarias. Modelos de Tesla y Ford F-150 Lightning se acercan a estaciones de recarga alimentadas en parte por el segundo parque eólico más grande del país. Y en la Escuela de Ingeniería Petrolera de la Universidad de Tulsa, los profesores trabajan en la utilización del hidrógeno como fuente de energía limpia.

Tulsa, una antigua ciudad en auge conocida como la “capital mundial del petróleo”, cuyo equipo de béisbol de las ligas menores son los Perforadores, está inmersa en una nueva revolución energética.

En el puerto, una empresa italiana, Enel, está construyendo una fábrica de paneles solares de 1000 millones de dólares. La fábrica de autobuses está gestionada por Navistar, uno de los mayores fabricantes de vehículos comerciales del mundo. Y la principal empresa eléctrica de la ciudad, Public Service Co. of Oklahoma, ahora obtiene más del 28 por ciento de su energía del viento.

Los empresarios de energías limpias también han decidido instalarse en Oklahoma. Francis Energy, un fabricante de estaciones de recarga de vehículos eléctricos en rápida expansión, tiene su sede en Tulsa. Canoo, una empresa emergente de vehículos eléctricos, está construyendo una fábrica de baterías de 9290 metros cuadrados en un parque industrial cercano y una planta de fabricación para sus camiones en Oklahoma City, aunque no se sabe si la empresa tendrá financiamiento suficiente para llevar a cabo sus planes. Y los equipos de Solar Power of Oklahoma se apresuran a instalar paneles fotovoltaicos en los tejados de casas y empresas de Tulsa.

La ciudad asume su identidad cambiante.

“Estamos muy orgullosos de nuestra historia”, aseguró Dewey F. Bartlett Jr., exalcalde republicano de Tulsa que fue ejecutivo del sector del petróleo y el gas, pero que ahora ayuda a atraer empresas de energías limpias a la región. “Pero también entendemos que energía es energía, ya sea generada por el viento, el vapor o cualquier otra fuente”.

En todo el país, la energía limpia echa raíces en lugares inverosímiles.

Houston, sede de más de 500 empresas petroleras y de gas, cuenta también con más de 130 empresas del sector solar y eólico. Algunos de los mayores parques eólicos y solares del país se encuentran en las llanuras de Texas, a las afueras de la ciudad, y se propuso instalar un enorme parque eólico frente a la costa de Galveston.

En Arkansas, se prevé que un parque solar, el mayor del estado, ayude a abastecer de energía a una fábrica cercana de U.S. Steel que está llevando a cabo una renovación de 3000 millones de dólares. Cuando esté terminada, la planta utilizará hornos eléctricos para moldear chatarra de acero y convertirla en nuevos productos. Según la empresa, esto reducirá un 80 por ciento los gases de efecto invernadero y marcará el ritmo de un sector que ha sido uno de los más contaminantes.

Alrededor de dos tercios de las nuevas inversiones en energías limpias se realizan en estados gobernados por republicanos, donde los responsables políticos se han resistido siempre a las energías renovables. Pero cada mes que pasa, la política parece importar menos que la economía.

‘Algo muy espectacular’

Hace quince años, los paneles solares, las turbinas eólicas y los vehículos eléctricos se consideraban tecnologías de nicho, demasiado caras y poco confiables para el uso generalizado.

Pero la energía limpia se abarató mucho más rápido de lo que se esperaba. Desde 2009, el costo de la energía solar disminuyó un 83 por ciento, mientras que el costo de la producción de energía eólica se redujo en más de la mitad. El precio de las baterías de iones de litio se redujo un 97 por ciento en las últimas tres décadas.

Hoy en día, la energía solar y la eólica son las nuevas fuentes de electricidad menos caras en muchos mercados y generan el 12 por ciento de la electricidad mundial y van en aumento. Este año, por primera vez, se espera que los inversionistas mundiales inviertan más dinero en energía solar (unos 380.000 millones de dólares) que en la extracción de petróleo.

El rápido descenso en el costo de la energía solar, eólica y de baterías se debe a las primeras inversiones públicas y a las constantes mejoras introducidas a lo largo del tiempo por cientos de investigadores, ingenieros y empresarios de todo el mundo.

“El mundo ha producido casi 3000 millones de paneles solares y cada uno de ellos ha sido una oportunidad para intentar mejorar el proceso”, afirma Gregory Nemet, experto en energía solar de la Universidad de Wisconsin-Madison. “Y todas esas mejoras incrementales se suman a algo muy espectacular”.

Otra fuerza igual de poderosa, junto con los avances tecnológicos, ha sido la afluencia de dinero, en concreto, el torrente de subvenciones públicas desde 2020.

En Estados Unidos, el presidente Joe Biden promulgó tres leyes durante sus dos primeros años de mandato que asignaron fondos sin precedentes a las energías limpias: una ley bipartidista de infraestructura de 1 billón de dólares proporcionó dinero para mejorar la red eléctrica, comprar autobuses eléctricos para las escuelas y construir una red nacional de cargadores de vehículos eléctricos. La ley bipartidista CHIPS y Ciencia canalizó miles de millones de dólares a semiconductores vitales para la fabricación de automóviles. Y la Ley de Reducción de la Inflación, que cumplió su primer aniversario el 16 de agosto, es por mucho el intento más ambicioso de luchar contra el cambio climático en la historia de Estados Unidos.

En conjunto, las tres leyes han motivado a las empresas a anunciar hasta ahora al menos 230.000 millones de dólares en inversiones manufactureras. En Georgia, un fabricante solar coreano, Qcells, está construyendo una planta de 2500 millones de dólares. En Nevada, Tesla está construyendo una nueva fábrica de camiones eléctricos cuyo valor se calcula que será de 3600 millones de dólares. Y en Oklahoma, se espera que las instalaciones de Enel y Canoo se beneficien de la Ley de Reducción de la Inflación, al igual que una nueva fábrica de baterías de 4400 millones de dólares que está contemplando Panasonic, el conglomerado japonés.

“Hay mucho interés por invertir en Estados Unidos gracias a esa ley”, comentó Giovanni Bertolino, ejecutivo de Enel, quien agregó que la planta que su empresa está construyendo en Tulsa no existiría sin la Ley de Reducción de la Inflación.

Esta ley también está acelerando la transición energética. Biden propuso nuevos límites federales estrictos para la contaminación de los tubos de escape y las chimeneas, pero varios estados están actuando por su cuenta. California, con un poder de mercado que influye en toda la industria automovilística, planea detener la venta de autos de gasolina nuevos para 2035 y de camiones diésel nuevos para 2036, otros estados están siguiendo su ejemplo. En mayo, Nueva York se convirtió en el primer estado en prohibir las conexiones de gas en la mayoría de los edificios nuevos y en exigir que la calefacción y la cocina sean totalmente eléctricas a partir de 2026. Varias ciudades, entre ellas Nueva York y San Francisco, tienen prohibiciones similares, aunque algunos estados controlados por los republicanos han impedido que sus municipios prohíban el gas.

La fuerte inversión en Estados Unidos ha suscitado entusiasmo en otras naciones ricas. Los países que en un principio se quejaron de que Estados Unidos subvencionaba injustamente a los fabricantes de energías limpias han entrado en una especie de carrera amistosa de subvenciones.

Canadá, Corea del Sur y otros países instan a sus empresas a beneficiarse de los incentivos estadounidenses, al tiempo que ofrecen subvenciones similares a sus fabricantes nacionales. Después de la invasión rusa a Ucrania el año pasado, la Unión Europea decidió reducir su dependencia del petróleo y el gas rusos. En mayo, por primera vez, la energía eólica y solar generaron en la UE más electricidad que los combustibles fósiles.

Y en China, que en la actualidad es a la vez el país más contaminante del mundo y el líder mundial en energías renovables, el gobierno sigue invirtiendo en todas las fases de la producción de energía limpia, desde células solares hasta baterías, turbinas eólicas y mucho más. Al igual que Estados Unidos, China ofrece subvenciones a los compradores de vehículos eléctricos. El año pasado, gastó 546.000 millones de dólares en energías limpias, mucho más que cualquier otro país del mundo.

Con la rápida caída de los costos, la producción repuntó y aumentó la instalación de proyectos solares y eólicos. La industria solar estadounidense instaló la cifra récord de 6,1 gigavatios de capacidad en el primer trimestre de 2023, un 47 por ciento más que en el mismo periodo el año anterior.

‘Un fenómeno nacional’

La casa de Steve Uerling en Tulsa es un modelo de eficiencia energética. Cambió todos sus focos incandescentes por luces LED. Este año, instaló una bomba de calor y paneles solares en el techo. Además, conduce un Ford Fusion híbrido y un Tesla Model 3.

Uerling, ingeniero mecánico, dijo que quería ver el auge de la energía renovable en Oklahoma y estaba tratando de hacer su parte. Pero también se sentía motivado por su bolsillo.

“Mi gasto de combustible equivale a recorrer 321 kilómetros por galón con gasolina”, dijo. “Cargamos por la noche, cuando tenemos una tarifa eléctrica mucho más barata”.

Millones de personas en todo el país están haciendo cálculos similares. Los vehículos eléctricos son, por mucho, el segmento de más rápido crecimiento de la industria automotriz, con ventas sin precedentes de 300.000 unidades en el segundo trimestre de 2023, un aumento del 48 por ciento en comparación con el año anterior. Los Teslas se cuentan ahora entre los autos más vendidos del país y Ford amplió su producción de la F-150 Lightning, la versión eléctrica de su popular camioneta, después de que una ola de demanda inicial creó una lista de espera.

Las empresas que proporcionan estaciones de recarga se están expandiendo para satisfacer la demanda. Francis Energy tiene más de 400 cargadores en Oklahoma y está creciendo en todo el país. EVgo, que tiene una de las redes de carga rápida más grandes de Estados Unidos, prevé multiplicar a más del doble las 3000 estaciones de recarga que tiene en operación.

“Ya no es una cuestión de si es un estado republicano o demócrata”, afirmó Cathy Zoi, directora ejecutiva de EVgo. “Es un fenómeno nacional”.

De manera inesperada, siete fabricantes de automóviles —BMW Group, General Motors, Honda, Hyundai, Kia, Mercedes-Benz Group y Stellantis— están invirtiendo 1000 millones de dólares en una empresa conjunta para construir 30.000 puntos de recarga en las principales autopistas y otros lugares de Estados Unidos y Canadá.

El cambio ha sido tan rápido que algunos de los fabricantes de automóviles más emblemáticos de Estados Unidos se están preparando para un mundo donde no haya autos y camiones de gasolina.

General Motors, que tiene la mayor participación de mercado de todos los fabricantes de automóviles en Estados Unidos, se comprometió a vender solo vehículos de cero emisiones para el año 2035. Se trata de un “punto de inflexión único en una generación” para este fabricante de 114 años, según Mary Barra, directora ejecutiva de GM.

En una entrevista, Barra dijo que su empresa comenzó a considerar un futuro totalmente eléctrico en 2020. “Empezamos a ver que esto ocurría con la investigación de consumidores que hicimos”, explicó Barra, que desde entonces ha apostado miles de millones en los esfuerzos de GM para reorientar su ingeniería, revisar sus instalaciones y procesos de fabricación y construir nuevas plantas de baterías.

Barra espera un crecimiento exponencial a medida que baje el costo de las baterías y aumente el número de estaciones de recarga en todo el país. “Creo que, sin lugar a dudas, será una trayectoria ascendente”, afirmó. “Será un poco accidentado, pero a fin de cuentas crecimiento”.

c.2023 The New York Times Company