Fui uno de los pocos afortunados que logró escapar de Gaza. Así fue como lo hice

(CNN) -- Mi esposa me despertó temprano el sábado 7 de octubre y me dijo que afuera se oían disparos de cohetes. Subí al tejado de nuestra casa y vi una andanada de proyectiles disparados desde Gaza hacia Israel.

Mis dos hijos, Zeid, de 10 años, y Khalil, de 7, me siguieron hasta el tejado. Probablemente hoy no haya escuela, dijo Khalil.

Saqué mi teléfono y documenté lo que vi para CNN, mi empleador. Recogí mis cosas y, como hice con cada una de las cuatro guerras que cubrí anteriormente en el enclave, me dirigí hacia la oficina de CNN en Gaza en el barrio de Al-Rimal, convenientemente situado junto al hospital Al-Shifa, el más grande de Gaza, y otras sedes de noticias.

Le pedí a Rasha, mi esposa embarazada, y a los niños que no salieran de casa. Poco después, Israel comenzó su campaña de bombardeos sobre Gaza, tomando represalias contra los cohetes de Hamas y el ataque mortal de ese día.

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Cubrí los intensos ataques aéreos en zonas residenciales hasta el 9 de octubre, cuando el ejército israelí advirtió que el barrio que albergaba la oficina de CNN sería atacado. Luego, Israel declaró un “asedio total” a Gaza, diciendo que bloquearía el suministro de electricidad, alimentos, agua y combustible al enclave.

El productor de CNN, Ibrahim Dahman, aparece en la fotografía con su esposa, Rasha, y sus dos hijos, Zeid y Khalil, en Khan Younis, Gaza, el 15 de octubre. Crédito:
Ibrahim Dahman/CNN

Y ahí comienza la historia de mi desplazamiento. Mientras los ataques aéreos israelíes azotaban el enclave, mi jefe en Jerusalén y yo decidimos que debía mudarme con mi familia al hotel Ayan en el barrio de Al-Mashtal, junto a la costa, un edificio robusto que probablemente resistiría bombardeos y metralla, y que tiene un sótano que a menudo se utiliza como refugio antiaéreo improvisado. Gaza no tiene refugios antiaéreos para civiles.

Allí, mi familia y yo dormimos y nos despertamos con el sonido de las explosiones durante días. La zona estaba siendo cada vez más blanco de ataques aéreos israelíes.

Estuvimos allí hasta el 12 de octubre, cuando decidimos mudarnos a la casa de mi hermana en la calle Al-Jalaa. Los misiles comenzaron a llover sobre torres residenciales cercanas al hotel en el momento en que me fui.

Pero nos quedamos en casa de mi hermana sólo una noche. A la mañana siguiente, Israel pidió a todos los ciudadanos del norte de Gaza –donde estábamos– que evacuaran hacia el sur. Encontré un vehículo y me dirigí hacia Khan Younis, una ciudad cercana a la frontera con Egipto en el sur, con la esperanza de alojarme allí en el hotel Crescent.

Al llegar, nos sorprendió darnos cuenta de que el hotel estaba abandonado. Era inhabitable. Luego buscamos refugio en una casa de un familiar en el barrio de Al-Amal.

Una vida de peligro y agotamiento

Nos quedamos en Khan Younis durante tres semanas. Cada día teníamos que conseguir lo esencial para sobrevivir: comida, agua, energía.

A lo largo toda nuestra estancia allí, trabajamos para encontrar agua potable, que sólo podíamos comprar en cantidades limitadas. La comida estaba racionada. Las colas en la panadería cercana comenzaban a las 5 a.m. y sólo se podían comprar hasta 25 panes pequeños.

Al poco tiempo se acabó el pan. Luego comenzamos a elaborar el nuestro.

El agua utilizada para ducharnos y lavar la ropa se compraba por litro: alrededor de 250 shekels israelíes (US$ 65 dólares) por 5 litros, que, sinceramente, a veces bebíamos por sed.

Durante nuestra estancia en Khan Younis, nos duchamos sólo tres veces, con agua fría. Y con cada ducha sufríamos tos e infecciones.

Tenía que mantener mis dispositivos cargados, porque perder la batería significaba quedar aislado del resto del mundo. Los hospitales eran algunos de los pocos lugares que todavía tenían electricidad, así que todos los días iba al Hospital Al-Hilal en Khan Younis y me sentaba en el suelo mientras mi teléfono y mi computadora portátil se cargaban.

Finalmente instalé paneles solares en nuestro techo con la ayuda de ingenieros locales, que por fortuna nos brindaron energía sin necesidad de arriesgar nuestras vidas saliendo de casa. A sólo 100 metros de distancia ocurrían ataques aéreos.

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Cuando se acabó el combustible, utilizamos de todo, desde vehículos impulsados por caballos y burros hasta bicicletas como medio de transporte.

Era una vida de peligro y agotamiento.

Les quité los teléfonos a mis hijos, por miedo al trauma que sufrirían aún más al ver la guerra en Internet. Ya habían experimentado los horrores de las bombas y cohetes en guerras anteriores entre Hamas e Israel.

Cuidar a mis hijos y a mi esposa en estas condiciones me hizo pedazos el corazón. Un día llamé a mi colega Abeer Salman en Jerusalén y lloré, lloré y lloré.

Un salvavidas

El 3 de noviembre, mi jefe me dijo que me dirigiera al cruce fronterizo de Rafah con Egipto, ya que nuestros nombres estaban en una lista de personas a ser evacuadas que había sido presentada por la embajada de Estados Unidos en Israel.

Llegué a Rafah con mi esposa, que sólo tenía un documento de identidad pero no un pasaporte, y mis dos hijos que no tenían más que certificados de nacimiento. Nunca antes habían salido de Gaza.

Yo era el único que tenía pasaporte, que caduca en tres meses.

El productor de CNN aparece en la fotografía con su esposa, sus dos hijos y la periodista de CNN Asmaa Khalil después de cruzar a Egipto desde Gaza, en Rafah, Egipto, el 3 de noviembre. Crédito: Ibrahim Dahman/CNN

Para nuestra suerte, y con la ayuda de CNN y la embajada estadounidense, a todos se nos permitió entrar a Egipto con un solo pasaporte. Al entrar, cada uno de los miembros de mi familia recibió un documento de viaje único de la embajada palestina en El Cairo, cuyo personal estaba presente en el lado egipcio del cruce.

Estábamos entre las últimas 10 personas que cruzaron ese día. En Egipto, me recibió mi colega de CNN, Asmaa Khalil, que me esperaba en la frontera.

En El Cairo, a unos 320 kilómetros de la frontera, nos reunimos con los colegas de CNN Housam Ahmed, Mary Rogers y Sarah El Sirgany, quienes nos ayudaron a instalarnos y nos brindaron el apoyo moral que tanto necesitábamos.

Las primeras horas de mi salida fueron un alivio. Eran un hombre ahogado, buscando frenéticamente algo a lo que aferrarse para sobrevivir. Al salir de Gaza, me dieron un salvavidas.

Pero a medida que mi miedo y mi ansiedad disminuyen, me doy cuenta de que la paz sigue estando distante.

Mis padres y hermanos siguen atrapados en el enclave, refugiados en una escuela, rodeados por los bombardeos israelíes. También me atormenta nuestro destino desconocido: ¿adónde iremos a partir de aquí? ¿Cuál es nuestro futuro?

El productor de CNN Ibrahim Dahman aparece en la fotografía con su esposa, Rasha, junto al río Nilo en El Cairo, Egipto, el 5 de noviembre. Ibrahim Dahman/CNN

Me vienen a la mente un sinfín de recuerdos al recordar el mes pasado en Gaza, recuerdos triviales pero tristes. Cuando salí de mi casa, le pedí a mi hermano que soltara las aves que había estado criando, por temor a que murieran de hambre si estaba fuera por mucho tiempo. Rasha tuvo que dejar atrás a su gata Lulu ya que el hotel al que nos dirigíamos no permitía mascotas. Khalil, mi hijo, estaba muy apegado a ella.

He cubierto muchas guerras a lo largo de los años. Nada se compara con el conflicto actual. Barrios enteros de Gaza han sido eliminados y miles de mujeres, niños y ancianos han muerto. ¿Qué han hecho los civiles para merecer esto?

En Khan Younis, tenía miedo de dormir, me preocupaba morir mientras dormía y no podía salvarme a mí ni a mi familia.

Hemos escapado del bombardeo, pero todavía no podemos dormir tranquilos.