‘Solo con el fuego’, inclasificable y magnífica a la vez
La novela, como género literario, no ha dejado nunca de acumular clasificaciones. Así, sucesivamente, fueron apareciendo las de caballerías, costumbres, aventuras, románticas, misterio, horror y ciencia ficción. Todavía hoy los académicos siguen descubriendo diferentes formas y adoptando nuevos términos. No han sido los únicos. Los críticos literarios también lo han hecho: Roman à Clef (novela en clave) o Non-Fiction Novel (novela de no ficción), por solo citar un par de ejemplos.
También fueron ellos quienes, al no encontrar una definición adecuada ante novelas que desafiaban el canon, comenzaron a llamarlas “inclasificables”. Nada malo en ello. En realidad, es bueno que lo hayan hecho. Al menos para mí porque hoy la utilizaré para referirme a Solo con el fuego (Ediciones Betania, 2024), la más reciente novela de Luis Marcelino Gómez.
Construida desde el mismo centro de una imaginación literaria sin límites comienza utilizando la voz narrativa de la sombra de Florentino Cascajo, el personaje principal: “Te despertó el timbre del teléfono que nunca sonó. Te incorporas. Enciendes la vela en la palmatoria y se proyecta tu sombra. Sombra que se desprende ti con vida propia”.
Solo comprendí que era mucho más que una novela diferente cuando Florentino le pide a Crisanto Corobero, un venezolano que vivía en Miami Beach y a Reinaldo Arenas, un escritor cubano que se había suicidado en Nueva York, que lo acompañaran en un alucinante viaje que los llevaría desde Estados Unidos hasta México: “A Pátzcuaro llegamos al atardecer. En la distancia, la isla de Janitzio luce sus árboles colmados con flores del mismo color atmosférico y pegajoso de Morelia”. Y desde allí, justo en la frontera con Belice, trascendiendo tiempo y espacio, hasta la Corte de Felipe II de España: “Con Ana de Austria, en la ignorancia de que aquellas fueran las pompas por su padre iban los infantes. No estaban compungidos, pese a los vestidos con que los habían ataviados y a las pesadas flores de pana fúnebre que les obligaron a llevar”.
Son estos dos relatos, extensos y enciclopédicos, con sus textos interpolados entre sí y sus numerosos personajes, los que el autor utiliza como la plataforma de un arriesgado ejercicio de experimentación literaria que le permite romper todas las convenciones y escribir con absoluta libertad. Y es que, solo así, podría haberse incluirse a sí mismo en la novela como el doctor Luis Marcelino Gómez y aparecer como personaje de ficción junto a los galenos que atendían al moribundo rey Fernando II de España. O introducir poemas, fragmentos de obras de teatro y congas orientales con sus cornetas chinas. O hacer que Florentino y Reinaldo pudieran escuchar un coloquio entre Don Quijote, Miguel de Cervantes y Jorge Luis Borges antes de que su recorrido terminase en un contemporáneo Madrid. O tratar, en fin, de reinventar el mundo a través de la literatura.
Solo con el fuego es una novela tremendamente ambiciosa y con muchos significados ocultos en la que su autor logra armar un enorme collage histórico y artístico. Su prosa es desmesurada pero rítmica. Erudita y creíble. Hay vocablos que por su frescura parecen recién inventados; otros, por su antigüedad, rescatados del olvido. Es también, todo debe decirse, inclasificable y magnífica a la vez.
Luis Marcelino Gómez, nació en Holguín, Cuba. Es escritor, psiquiatra y doctor en letras hispánicas. En 1985 se le confirió el Premio Nacional de Cuento en La Habana, Cuba. En 2007 fue Finalista del Premio de Cuento Juan Rulfo en París, Francia. Entre los años 1980-1982 fue médico civil en Angola, donde reunió la primera colección de relatos escrita en África por un latinoamericano. Se desempeño como profesor de Español, Portugués y Escritura Creativa en la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill. Ha publicado varios libros de poesía y tres colecciones de relatos.