El Frente Amplio, entre la ilusión de volver al gobierno y la necesidad de ser firme
MONTEVIDEO.- Los uruguayos solo tienen una certeza para las elecciones generales del domingo: la coalición de izquierda del Frente Amplio será el partido más votado. ¿Pero ganará la presidencia en primera vuelta, como se ilusionan sus seguidores? ¿O deberá esperar a la segunda?
Las encuestas ven casi imposible que supere el 50% de los votos necesarios, y vislumbran una cifra más cercana al 44%: será primero e irá a balotaje. Sus bases intuyen que tarde o temprano, como mucho en esa segunda instancia de noviembre, volverán al poder. Y que cerrarán la brecha abierta desde 2019, cuando perdieron luego de 15 años.
El Frente Amplio buscará la victoria afirmado en su bastión de Montevideo, base inexpugnable de su poder de fuego, donde domina a voluntad desde 1990. Ese año obtuvo su primer gran triunfo, ganando la intendencia de la capital, que desde entonces ya nunca más perdió. Pronto los dos partidos fundacionales debieron resignarse a un tercer competidor en liza, y encima más numeroso.
¿Pero de qué Frente Amplio estamos hablando? ¿Qué tiene de parecido o diferente esta versión 2024, y su candidato, Yamandú Orsi, de la era de los dirigentes históricos, los expresidentes Tabaré Vázquez y José “Pepe” Mujica, que lideraron el partido y el país de 2005 a 2020?
Volver
“Tenemos la opción de volver y retomar esos 15 años de crecimiento ininterrumpido de la economía. Quince años en los que mejoraron los salarios, las jubilaciones, todo. Se notaba”, dice a LA NACION Alejandro Quintino, el administrador de la sede central del Frente Amplio, una antigua casona del barrio montevideano de Cordón.
“Yamandú Orsi tiene una buena capacidad de articulación y diálogo con los que no piensan igual”, señala Quintino como virtud principal del candidato, mientras va mostrando en un recorrido las distintas dependencias de la sede, por estos días ajetreada por la cercanía de la votación.
Por allí circulan votantes que van a buscar boletas o a comprar merchandising partidario (banderas, remeras, gorras, llaveros, y tazas), militantes, gente de prensa, todo un movimiento incesante de gente que entra y sale sin interrupción por la entrada de la calle Colonia.
También tiene sus oficinas Yamandú Orsi, donde pasa varias horas cuando está en Montevideo. Profesor de Historia, Orsi desarrolló su carrera política en Canelones, uno de los departamentos más grandes de Uruguay. Fue secretario de la intendencia y luego intendente. Su ascenso representa el cambio generacional tras la primera camada de referentes del Frente Amplio, que junto a Vázquez y Mujica tenía también al ministro de Economía Danilo Astori.
“Es lo mejor que ha salido del Frente Amplio desde Tabaré y el Pepe”, dice George Escalante, funcionario municipal, frente a la Intendencia de Montevideo, a la vuelta de la sede partidaria. Escalante reconoce la virtud dialoguista de Orsi, aunque lo ve quizás demasiado vacilante cuando debe resolver un asunto delicado, una disputa, como si no supiera o no quisiera jugarse. “Le falta firmeza, pero se aprende sobre la marcha, con la experiencia”, dice.
Ala moderada
Ideológicamente Orsi se ubica en el ala moderada del Frente Amplio, el ala mayoritaria. Parte de su trabajo, si accede al gobierno uruguayo, será lidiar con el ala más radical de su coalición, la vieja escuela de extrema izquierda, con sus dogmáticos e inamovibles paradigmas.
“El Frente Amplio es bastante moderado, como el anterior. No tiene esa idea de revertir todo. Te dicen que van a hacer correcciones aquí y allá. Bueno, en Uruguay está un poco ese tono, es decir, el país no empieza con un nuevo gobierno, entonces seguramente van a corregir muchas políticas públicas, pero no va a haber un cambio radical”, dice el politólogo Daniel Chasquetti. “Así como Lacalle Pou es un gobernante de centroderecha moderado que defiende el Estado, el Frente Amplio es un gobierno de centroizquierda que defiende la inversión extranjera, y que respeta la competencia, el mercado”, agrega.
Así fueron los gobiernos anteriores de la izquierda uruguaya, que jugó más bien al centro, donde mantener las cuentas en orden fue una prioridad, alentando la inversión privada sin descuidar las necesidades sociales. Luego de tres mandatos, con sus virtudes y defectos, los votantes sintieron el desgaste, las limitaciones, y cambiaron por un líder de otro signo. Ahora el péndulo vuelve de su lado.
Orsi confirmó el tono que le daría a su presidencia, la orientación ideológica, cuando anunció el mes pasado a su candidato a ministro de Economía, Gabriel Oddone, que hasta el año pasado era socio de una consultora empresarial, CPA Ferrere. Considerado centrista, como Astori, la elección fue un mazazo para socialistas y comunistas.
Pasando de la economía a la política exterior, Orsi definió al régimen venezolano de Nicolás Maduro como una dictadura, una buena medida de dónde está parado en la comunidad internacional. Eso sí, se tomó su tiempo antes de hacerlo, y cada vez que se pronuncia sobre eso echa mano de largos circunloquios, para concluir, luego de enumerar una serie de premisas, que “eso no es una democracia, es un régimen autoritario, y, si se quiere, una dictadura”.
Lo de Venezuela representa un caso cabal de la vacilación que le notan incluso algunos militantes a Orsi, y mucho tiene que ver tratar de estar bien con Dios y con el Diablo, es decir con las dos alas del partido. Así sucedió siempre en la coalición, que por algo tiene varios socios en su seno, y que a su vez le suman tantos votos. Se impone el arte de la conciliación, pero con firmeza.
“Se puede esperar un gobierno de intención moderada y donde la disputa entre las dos alas creo que va a ser intensa; no va a ser sencillo”, dice el politólogo Adolfo Garcé.
¿Y cómo se resolvían esas disputas en la otra era del Frente Amplio? “Tabaré Vázquez trancaba fuerte, apoyándose en Danilo Astori, y se zanjaba el asunto”, señala. Y dice que se verá si Orsi, con su sector mayoritario, afirma su liderazgo emergente y logra, también él, trancar y salir jugando.