Frank Snowden: "Las epidemias son como mirarse al espejo de la humanidad, y puedo decir que no todo es bello"

"El coronavirus es la primera gran epidemia de la globalización", dice Frank Snowden desde Roma, donde se encuentra confinado. Sí, acaso el mayor experto sobre la historia de las epidemias que devastaron a la humanidad se encuentra bajo cuarentena obligatoria en Italia, uno de los países más afectados por la pandemia, con cifras de muertos e infectados que escalan cada día. Pero el profesor emérito de Historia de la Medicina en la Universidad de Yale propone mirar más allá, hacia el pasado y hacia el futuro.

"Las epidemias permiten entender la humanidad y la historia. Tocan las fibras más íntimas de nuestra naturaleza humana", le dice a LA NACION vía Skype. "Nos plantean preguntas de vida o muerte y nuestra actitud hacia ambas. Nos preguntan sobre nuestra ética. Nos muestran si nuestro mundo se preocupa por la gente más necesitada. Las epidemias son como mirarse en el espejo de la humanidad. Y puedo decirle que no todo es bello. Tenemos un lado oscuro. Pero también un lado brillante, hay héroes en esta historia", afirma.

Autor de varios libros premiados sobre la viruela, la malaria, el cólera, el Ébola, la fiebre amarilla y varios flagelos más a lo largo de los siglos, el último se titula "Epidemias y sociedad: de la peste negra al presente". Lo publicó en octubre, poco antes de que comenzara a gestarse en China una pandemia que puede causar un mundo distinto, y Snowden se convirtió, desde su confinamiento forzoso en Roma, en fuente de consulta de medios de comunicación de todo el mundo.

-¿Cuáles son las similitudes y diferencias que usted encuentra entre el coronavirus y las epidemias que ha estudiado?

-El coronavirus es la primera gran epidemia de la globalización. Esa es la gran diferencia. Por supuesto que tuvimos episodios previos como el SARS, pero no como el Covid-19. Primero debemos comprender cómo comenzó, en un contexto de 8000 millones de personas, ciudades enormes, una deforestación que ejerce una presión insostenible sobre los hábitats de los animales, que los lleva a trasladarse a otros lugares y a cruzarse con humanos, con los que nunca habían interactuado antes. Así comenzó el Ébola, por ejemplo. Segundo, debemos comprender cómo se transmite, que es por el aire, en un contexto de megaconcentración humana en centros urbanos, potenciando su propagación. Tercero, comprendamos cómo se expande, que es a través del transporte aéreo masivo, de modo que un virus que se desata en Jakarta por la mañana puede estar en Buenos Aires, Nueva York o Roma por la noche. El coronavirus no se puede entender sin la globalización, es un producto de esta era de la humanidad. Del mismo modo que la epidemia de cólera que asoló Europa y Estados Unidos durante el siglo XIX fue posible porque aquella era otra sociedad, distinta a la actual, con características en las que el cólera pudo avanzar, algo que hoy no sería posible en Nueva York o Roma gracias a la revolución sanitaria posterior.

-Por eso usted suele remarcar que "las epidemias no afectan a las sociedades al azar".

-¡Claro! ¡Estamos lidiando con organismos vivos que requieren de ciertas condiciones para prosperar y somos nosotros quienes les damos esas condiciones! Fuimos quienes generamos las condiciones para que el cólera se expandiera en su momento, también lo hicimos con el Ébola.

-Y ahora...

-Creamos un nicho ecológico que permitió que el coronavirus fuera posible. Recuerde lo que planteó el premio Nobel [de Medicina] de 1958, Joshua Lederberg. Dijo que hay diferencias entre los microbios y los humanos. Los microbios tienen la ventaja de ser más numerosos y contar con una capacidad increíblemente rápida para mutar, por lo que pueden evolucionar de un modo que los humanos jamás podríamos competirles. Pero contamos con algo que no tienen los microbios: nuestra inteligencia y nuestra capacidad de colaborar, si así lo deseamos. Por eso, espero que como humanidad colaboremos entre todos. Si no, tendremos un futuro muy desolador. Tuvimos suerte con el SARS, pero olvidamos la lección que nos estaba dando: fue apenas un ensayo de algo más grande que se estaba gestando. Y le recuerdo: no sabemos si algo aún más grande que el coronavirus se está gestando ahora. Ahora no se trata de ir contra la globalización, que ya es un hecho, sino que se trata de cómo la manejamos de un modo que nos beneficie y corregimos lo que debamos corregir. Solo así tendremos un futuro como humanidad. La definición de "estupidez", según Albert Einstein, es seguir haciendo las mismas cosas y esperar un resultado distinto [risas].

-Apoyado en lo que investigó de epidemias anteriores, ¿qué impacto cree que tendrá el coronavirus?

-[Arquea las cejas] ¡Wow! Sabemos muy poco hasta ahora sobre el coronavirus. No sabemos cuánto durará, cuánta gente matará, si desaparecerá con las temperaturas más elevadas de la primavera, si afrontaremos varias oleadas o se convertirá en endémica. Todas son preguntas relevantes. Por eso, en esta tremenda niebla de ignorancia [sonríe], solo puedo decirle lo que me preocupa y lo que deseo. Me preocupa que esta enfermedad acentúe la brecha entre las naciones ricas y las naciones eufemísticamente conocidas como "países emergentes", mientras vemos que el consejo que ofrecen los países ricos -"lávense las manos y mantengan distancia social"- es a menudo impracticable. ¿Cómo pueden lavarse las manos o aislarse en una favela de Río de Janeiro o en las barriadas de la Ciudad de México o de Bombay, o de Sudáfrica?

-O en los suburbios de la ciudad de Buenos Aires...

-[Asiente] ¿Cómo pueden lavarse las manos, incluso en Estados Unidos, donde se les cortó el agua potable a 15 millones de personas? ¿Qué nos dice sobre la humanidad un consejo que no pueden cumplir millones? Por supuesto que como propuesta es maravillosa, pero hay algo más básico por debajo. Y es que muchas personas ilustradas deben comprender que en un mundo globalizado, lo que ocurre en una favela de Río nos pasará a todos.

-Tras estudiar las secuelas de múltiples epidemias a lo largo de la historia, usted concluyó que "la libertad, por lo general, ha sido una de las víctimas" de esos flagelos. ¿Cree que también puede ocurrir ante el avance del coronavirus?

-Mi respuesta corta es sí. Pero no es inevitable, ni estamos condenados. Creo que podemos aprender de las experiencias pasadas y corregir el rumbo para evitar los demonios de la mente humana. Esos de los que se aprovechan los políticos demagogos, rechazando los hechos, la ciencia y la salud pública. Lo vemos en Italia, en Brasil, en Estados Unidos con Donald Trump. Llegan a denominar al Covid-19 como "el virus chino", como si hubiera algo en el ADN chino que causó esto y que podría solucionarse construyendo otro "muro". Eso puede llevar al colapso del comercio internacional y, en la práctica, de la economía global.

-Déjeme desafiarlo...

-¡Por favor!

-Deme una consecuencia "positivas", si me permite la expresión, de las epidemias. O dicho de otro modo, ¿puede algo bueno salir de todo esto?

-¡Puedo darle veinte! [Risas] No soy completamente pesimista. Para empezar, esta pandemia demostró de manera definitiva que no proveerle acceso a la atención médica a todos en el mundo es un error, además de por motivos morales porque le impide a la ciencia saber dónde están las nuevas enfermedades. Es ponerle una venda al servicio de salud del que dependemos. También creo que quedó claro que es mucho más costoso abordar una epidemia cuando ya es una emergencia que como un riesgo a prevenir. ¡Debemos montar sistemas que estén preparados para no afrontar luego los dilemas éticos que se plantean ahora sobre quiénes deben acceder a un respirador automático y si la prioridad debe tenerla un mayor, un joven o un profesional de la salud!

-Espere un minuto. Siendo un historiador que dedicó su entera vida profesional a estudiar epidemias, usted sabe mejor que nadie que la humanidad suele lidiar con la epidemia del momento y una vez que la deja atrás, se desentiende y avanza como si nada hubiera ocurrido, ni prepararse para la siguiente. ¿O me equivoco?

-[Se acomoda los anteojos de corrección] Me alegra que me desafíe y que me plantee preguntas difíciles. No siempre es así. Déjeme darle un contraejemplo: el sistema de salud que se montó en Europa Occidental tras la Segunda Guerra Mundial se levantó en gran medida basado en los antecedentes que conocían sobre la tuberculosis y cimentó la "medicina social", que estableció que para tratar adecuadamente a un paciente debes también abordar la sociedad en que se mueve, su vivienda, su salario, su barrio, su cobertura médica?

-Avancemos. Usted ha planteado que las epidemias nos dan la oportunidad de afrontar una pregunta: "¿Qué es lo que nuestra muerte, probable e inminente, trata de decirnos?". ¿Lo recuerda?

-[Asiente con la cabeza].

-Bueno, ahora yo, en cuarentena en la Argentina, se lo pregunto a usted, en cuarentena en Roma. ¿Qué puede tratar de decirle su probable e inminente muerte a usted?

-[Se reclina hacia atrás, arquea las cejas]. Oh? [Calla unos segundos] La muerte inminente nos plantea la pregunta sobre qué es lo más valioso de nuestras vidas. Creo que ese un mensaje poderoso que también debemos plantearle a la sociedad que exista poscoronavirus. Debemos replantearnos cómo logramos morir con nuestra conciencia en paz. Y creo que no podemos morir en paz sabiendo que hay millones de personas sufriendo por enfermedades que pueden prevenirse. Es la negación de nuestra humanidad. Si algo aprendí después de tantos años estudiando epidemias es que los riesgos que afrontamos son aterradores. El mundo debe entender de una vez por todas que esto es algo que debe afrontar y solucionar.

-¿Por qué cree que la humanidad reaccionará esta vez "de una vez por todas", si no ocurrió con el SARS, el Ébola o, antes, con el SIDA?

-No veo muchos motivos para ser optimista, es cierto, pero creo que siendo el coronavirus una epidemia tan global, acaso obligue a todo el mundo a tomar conciencia sobre esto al mismo tiempo. Eso sería, si me perdona la expresión, maravilloso.

Biografía

Graduado en Harvard y doctorado en Oxford, durante décadas Snowden se dedicó a estudiar las epidemias que asolaron al mundo.

Exprofesor de la Universidad de Londres, Frank Snowden es profesor emérito de Historia y de Historia de la Medicina en la Universidad de Yale y dedicó las últimas cuatro décadas a estudiar las epidemias que asolaron al mundo para extraer conclusiones y enseñanzasSe graduó en la Universidad de Harvard en 1968 y siete años después se doctoró en la Universidad de Oxford; desde entonces publicó cinco libros, todos vinculados a la historia italiana y dos de ellos al paso del cólera y de la malaria por esa penínsulaSu último libro, que publicó justo antes de la irrupción del Covid-19, se titula Epidemias y sociedad: de la peste negra al presente y analiza cómo distintas enfermedades infecciones alteraron la historia de manera decisiva, afectando las relaciones sociales, la política y la culturaAhora, con 73 años, pasa seis meses del año en Estados Unidos y el resto en Italia; ahora pasa la cuarentena obligatoria que dispusieron las autoridades en un departamento que alquiló en Roma, entre libros y una agenda cargada de entrevistas periodísticas

Recomendación para aprovechar el tiempo

Durante las próximas semanas, LA NACION publicará una serie de entrevistas con reconocidos académicos, investigadores y escritores de todo el mundo. A todos les planteó la misma pregunta final, con resultados inesperados.

-¿Qué libros, series de televisión, películas recomienda usted, profesor Frank Snowden, a quienes están en cuarentena en la Argentina? ¿Cómo pueden "aprovechar" su tiempo?

-[Calla unos segundos] Esa es una pregunta muy interesante? A alguien en cuarentena le sugeriría comenzar por leer a Daniel Defoe y su Diario del año de la peste [novela publicada en 1722]. ¿Por qué? Primero, porque creo que cualquiera que dé un consejo en estos tiempos debe ofrecer algo tranquilizador, dejarle claro que esto que estamos viviendo no es el Apocalipsis, no es el fin del mundo, no es la peste bubónica, que arrasó con el mundo, sino que [el coronavirus] es algo terrible, pero que no llega a aquello. Y segundo, porque aquello que pasó en Londres es una gran obra literaria y un retrato increíblemente realista de lo que puede ocurrir durante una epidemia y un recordatorio de lo que puede ocurrir si no tomamos medidas. Empezaría por allí, sí.