El frágil cuello de botella que une a Caracas con el mar Caribe
Los días 15, 16 y 17 de diciembre de 1999, la población del estado Vargas, hoy estado La Guaira, en Venezuela, fue sorprendida por una tremenda catástrofe natural, un evento que se recuerda como la tragedia de Vargas.
Agua, barro y rocas
Enormes secciones de la cara norte del cerro Ávila –que se levanta entre la ciudad de Caracas y La Guaira y el mar Caribe– se desprendieron de la montaña, arrastrando todo a su paso. ¿La causa? Las copiosas lluvias, que se habían mantenido constantes a lo largo de las dos primeras semanas de diciembre.
Con las intensas precipitaciones crecieron los cauces de agua y el deslave arrastró sedimentos y rocas (de hasta 9 metros de longitud y a unas velocidades de hasta 60 kilómetros por hora) hacia los abanicos aluviales del litoral (una forma de relieve asociada a los sedimentos arrastrados por un curso de agua desde un área elevada y que, al llegar a otra más baja y plana, se abren como un abanico).
En esos terrenos, pero también en las laderas de la montaña y en las gargantas de ríos y quebradas, había construcciones formales e informales en las que vivían cientos de personas que lo perdieron todo. El cómputo de víctimas del deslave tiene muchas versiones y se barajan cifras de hasta 50 000 personas fallecidas. La autopista que comunica La Guaira con Caracas, las carreteras que discurren en paralelo al mar Caribe y las vías urbanas de las poblaciones guaireñas quedaron tremendamente dañadas e intransitables.
Una vía estratégica
La tragedia puso en evidencia la enorme vulnerabilidad de los accesos a La Guaira. La principal (y casi única) vía de acceso con la capital venezolana (y desde allí con el resto del país) es la autopista Caracas-La Guaira. Fue inaugurada en diciembre de 1953 y su construcción supuso un hito para la ingeniería civil latinoamericana por su concatenación de túneles y viaductos para salvar la difícil orografía del terreno.
Los daños provocados por el deslave en algunos trayectos de los poco más de 16 kilómetros de autopista cortaron la comunicación terrestre “de vía rápida” entre Caracas y dos infraestructuras estratégicas: el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar –el más importante del país– y el puerto de La Guaira, el segundo puerto marítimo de Venezuela. Pero, además, el buen funcionamiento de esta vía es esencial para muchos ciudadanos que viven en La Guaira y trabajan o estudian en Caracas, y viceversa. Y los fines de semana, para muchos caraqueños que bajan a las playas guaireñas.
Mientras la autopista estuvo intransitable, la mejor opción fue el uso de “la carretera vieja”, una vía estrecha y muy peligrosa tanto desde el punto de vista vial –por sus pronunciadas pendientes y cerradas curvas, más las fallas de borde y los deslizamientos de tierra– como del de la seguridad ciudadana.
Retomar viejos caminos
Más allá de la falta de un mantenimiento exhaustivo a lo largo de los años de una vía técnicamente exigente y con altos y constantes niveles de tráfico, el empuje de una gran masa de deslizamiento antiguo ubicada en el estribo norte, hizo que, en febrero de 2006, uno de sus tres viaductos, el número 1 y más cercano a Caracas se viniese abajo.
Ya a mediados de los 70 del siglo pasado los expertos alertaban de los fallos en la estructura del viaducto (el terremoto del 67 había cambiado la orografía y las aguas de la quebrada Tacagua se filtraba en sus bases) y también se habían hecho trabajos técnicos para intentar estabilizarlo.
Para mantener la autopista operativa, se abrió una vía de emergencia de casi cinco kilómetros y solo dos carriles, que ralentizó la circulación de vehículos por la reducción de velocidad a la que obligaba. En junio de 2007 se inauguró la nueva infraestructura, de 800 metros de longitud y dos canales por sentido de circulación.
Infraestructuras pendientes
Si bien la construcción del nuevo viaducto volvió a garantizar la conectividad entre Caracas y La Guaira, no era la solución que se había considerado en estudios y proyectos previos. Se contemplaba una estructura asentada en terrenos menos inestables y de mayor capacidad y longitud.
En 2013, el presidente Nicolás Maduro, anunció que una empresa portuguesa construiría la segunda autopista Caracas-La Guaira, que estaría lista para 2017.
La nueva obra correría relativamente en paralelo con la actual pero comenzaría y acabaría unos kilómetros más al oeste. El nuevo trazado estaría vinculado con la avenida Boyacá, que discurre de este a oeste al norte de Caracas, al pie del Ávila. De todo este megaproyecto, se iniciaron los trabajos de construcción del túnel Baralt, pero se interrumpieron en 2016.
En diciembre de 1999 muchas infraestructuras viales quedaron dañadas por el agua y el lodo dificultando la comunicación terrestre entre Caracas y La Guaira. Veinticinco años después, se sigue dependiendo de una sola vía de acceso apropiada en términos de capacidad de vehículos y tiempo para unir ambas zonas. Y no se concretan nuevos trayectos viales que permitan mejores opciones de movilidad.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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Celia Herrera no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.