¡No te pierdas el paraíso! Queda en Guna Yala

POR: Mariángela Velásquez-. No todos los paisajes extraordinarios se encuentran en los lugares más remotos del planeta. Una muestra de que el paraíso terrenal está al alcance de cualquier mortal es el archipiélago de Guna Yala, 360 islas de arenas blancas y aguas cristalinas que se encuentran a tres horas de camino de Ciudad de Panamá.

La belleza de las playas es tan legendaria que mi primera reacción al escuchar sobre Guna Yala fue de incredulidad. Pero bastó un recorrido de un poco más de 100 kilómetros por tierra y mar desde la capital para corroborar que en realidad se trata de uno de los destinos turísticos más hermosos del continente americano.

Uno de sus atractivos innegables es que allí no hay grandes resorts, puestos de comida rápida ni cadenas hoteleras internacionales. Aunque forma parte del territorio panameño, Guna Yala es una comarca indígena soberana. “Sólo nosotros tenemos derecho a tener negocios dentro de nuestras tierras, según nuestra ley comarcal”, afirmó orgulloso Luis Ortiz, uno de los operadores turísticos autorizados.

Esa libertad de decidir el destino de su territorio no les llegó gratis, sino que la conquistaron tras sangrientos enfrentamientos contra las autoridades panameñas en 1925, cuando se alzaron contra la explotación de su pueblo y sus recursos naturales.

La Unesco señaló que la lucha constante de los gunas por su autonomía les ha permitido el manejo de los recursos de 400 kilómetros del litoral nororiental de Panamá, considerados de “alta prioridad” para la conservación de la biodiversidad mundial.

El respeto de los gunas por el ambiente ha permitido que siga siendo un santuario natural y sus arrecifes coralinos sean elogiados como uno de los mejores preservados del Atlántico.

La ruta al paraíso

Los primeros 60 kilómetros del paseo son apacibles. La Carretera Panamericana es una vía amplia, recta y bien pavimentada que permite llegar hasta el poblado de Chepo en una hora. Los próximos 38 kilómetros son harina de otro costal porque para llegar a la costa hay que transitar un sinuoso camino que atraviesa la serranía de San Blas.

La buena noticia es que la ruta está completamente asfaltada, no hay precipicios atemorizantes y en tan sólo una hora estarás embarcando en una lancha para disfrutar de unas vacaciones inolvidables. Tampoco te preocupes por la posibilidad de que la lluvia te arruine tu fin de semana soñado si la nubosidad y la vegetación no te permiten ver el sol cuando atravieses la Reserva Natural Nusagandi. El cielo se despejará cuando bajes de las montañas y te acerques al mar.

Uno de los retos del viaje es que las pendientes de la vía son tan pronunciadas que sólo permiten el paso de vehículos de doble tracción para garantizar la seguridad de los viajeros. Otro posible revés es que con el bamboleo podrías terminar con el estómago revuelto, así que te recomiendo ser precavido y tomar algún medicamento contra los mareos antes de partir.

Al llegar a uno de los tres puertos (Barsucun, Tupile o NIga Kantule) verás las lanchas con motores fuera de borda que están dispuestas para trasladar a los turistas a su destino, que varía por cuestión de gustos y presupuestos: se puede escoger desde hospedajes privados de lujo con las tres comidas incluidas hasta islotes desiertos donde es posible acampar.

La duración del viaje en lancha depende de la isla elegida, pero el buen estado de las embarcaciones, las habilidades de navegación de los gunas y el oleaje moderado permite admirar el paisaje sin sobresaltos.

Puro placer

Decenas de islotes protegidos del ardiente sol con cocoteros gigantes aparecen entre las aguas que muestran todas las gamas de verdes y azules posibles. El azul marino intenso prevalece en las zonas profundas, luego emergen los turquesas y esmeraldas hasta que el agua es absolutamente cristalina en la orilla.

De allí en adelante todo es bienestar. Mi familia y yo nos quedamos en la isla Guanidup, donde hay unas 8 cabañas construidas con las técnicas tradicionales de los guna. Aunque el techo y las paredes son de paja y no tiene piso de cemento sino de arena, las camas son cómodas y tienen sábanas limpias.

La playa está literalmente frente a las cabañas. Es un sitio ideal para niños pequeños porque hay suficiente sombra para resguardarlos de una insolación y porque el mar es transparente, llano y sereno. Te puedes tumbar en una de las hamacas que hay guindadas entre los árboles, puedes jugar voleibol de playa, hacer snorkel o salir en excursiones guiadas por el archipiélago.

El sonido de una campana te anunciará que llegó la hora de comer. La familia guna propietaria de la isla se encarga de cocinar las comidas incluidas en la tarifa de estadía. Se esmeran por servir platos elaborados con pescados, moluscos y mariscos frescos, producto de la pesca artesanal de la comarca, pero también es posible pedir un menú a base de pollo y verduras. Los pescadores gunas venden centollas (cangrejos gigantes) y langostas recién sacadas del agua a precios razonables.

Al caer la noche, unos reflectores iluminan parte de las islas con luz generada por paneles solares o plantas que funcionan a base de combustible. Luego la oscuridad y la calma lo arropan todo, invitando a entregarse a un sueño casi hipnótico por el sonido que producen las olas al romper sobre la arena.

Los gunas se despiertan antes del amanecer, limpian sigilosamente las áreas comunes, recogen los desperdicios de los basureros, y barren meticulosamente las algas y cualquier desperdicio que pudiera haber traído el mar.

El día comienza con una playa impecable, con una brisa leve pero constante que impide la aparición de los molestos zancudos y moscas.

Aunque Guna Yala es un destino poco conocido internacionalmente, la Unesco calcula que unos 60,000 turistas visitan la comarca anualmente. Ortiz aseguró que el flujo aumenta significativamente en enero y febrero porque coincide el invierno del Hemisferio Norte con las vacaciones del calendario escolar panameño.

Sobre el origen de los visitantes, existe el consenso que Guna Yala es un imán para los turistas de Europa. “Aquí vienen muchos europeos pero los número uno en la lista son los españoles”, indicó el guía guna.

El precio de la belleza

Existen varias maneras de viajar a Guna Yala. La más cómoda es comprar un paquete a los operadores turísticos de la comarca de dos días y una noche, que incluye el transporte en cómodas camionetas 4X4 desde Ciudad de Panamá o Colón hasta el puerto, el traslado en lancha hasta la isla, el hospedaje, las tres comidas y excursiones guiadas a 3 lugares del archipiélago por un precio que oscila entre 120 y 250 dólares por persona, según el tipo de alojamiento de su elección.

Esa tarifa puede bajar unos 50 dólares por persona si tienes un vehículo rústico y te atreves a manejar por la cordillera. Y si deseas ahorrar aún más puedes hacer el viaje en tienda de campaña, pero deberás pagar 10 dólares de impuestos por entrar al territorio guna si eres extranjero y 5 dólares si eres ciudadano panameño. Calcula otros 10 dólares por el derecho a acampar.
Para los viajeros que prefieren el máximo confort, Air Panamá ofrece vuelos charters desde la capital hasta la versión mundana del Edén en tan sólo 20 minutos.

Los que visitan Guna Yala regresan a casa con la satisfacción de que el paseo valió cada centavo y la certeza de que visitaron uno de los archipiélagos más bellos de la Tierra.