Fotos: Los dos mundos que enfrentó el Papa Francisco en Ciudad Juárez

En la que alguna vez fue considerada la ciudad más peligrosa del mundo, el Papa se encontró con las dos caras de la moneda en un mismo día. Por un lado, se reunió con alrededor de 700 presos, seleccionados de una población de 3,000, y por el otro, tanto en su recepción en el aeropuerto como en un evento empresarial, vio de frente a la clase empresarial y a la élite política de esa ciudad fronteriza que se hizo famosa por los casos de feminicidios que aún quedan sin resolver. Y para todos tuvo críticas.

Por un lado, cuestionó la explotación laboral al asegurar que “Dios pedirá cuenta a los esclavistas”, durante un encuentro con empresarios y trabajadores mexicanos, mientras que en la cárcel Cereso 3 pidió una verdadera reinserción de los presos.

A los empresarios les aseguró que “la pobreza es el caldo de cultivo para el narcotráfico”, por lo que instó a colaborar para encontrar soluciones.

Pero sobre todo, les indicó que a todos ellos les une la responsabilidad de “crear espacios de trabajo digno (…) especialmente para los jóvenes de esta tierra”.

Y es que Francisco señaló que “uno de los flagelos más grandes” a los que se ven expuestos los jóvenes es la falta de oportunidades de estudio y de trabajo, “lo que genera en muchos casos situaciones de pobreza”.

Esta pobreza, señalo, “es el mejor caldo de cultivo para que caigan en el círculo del narcotráfico y de la violencia”.

Citando su encíclica sobre la defensa del medioambiente, “Laudato si”, Francisco clamó contra esa mentalidad que pone las personas “al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos a usar y tirar”.

“Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días”, advirtió el papa, que agregó que “hay que hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más”, exclamó.

La primera cita del día había sido la visita al Centro de Readaptación Social, el Cereso 3, donde los esperaban unos 700 reos.

“Estoy concluyendo mi visita a México y no quería irme sin venir a saludarlos”, les dijo el papa Francisco, quien quiso celebrar con los presos “el Jubileo de la Misericordia”, el Año Santo que comenzó el pasado 8 de diciembre.

Francisco que visitaba una cárcel mexicana después del motín en la cárcel estatal de Topo Chico, en Monterrey, en la que murieron 49 presos, criticó en su discurso el ineficaz sistema carcelario y de rehabilitación.

“Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas”, lamentó Francisco en su discurso.

Para ello, el papa abogó por “la reinserción o rehabilitación comienza creando un sistema que podríamos llamarlo de salud social, es decir, una sociedad que no contamine relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en las calles, en los hogares, en todo el espectro social”.

También criticó cómo a veces parece “que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de rehabilitación que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud”.

Francisco les pidió: “Luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión. Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión”.

Porque, agregó, “quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir experimentó el infierno, puede volverse un profeta en la sociedad”.

“Si dijese lo de quien está libre de pecado que tire la primera piedra. Yo me tendría que ir”, les dijo a los presos.

Y agregó, ante el total silencio, en el patio de la cárcel: “Siempre que entro en una cárcel me pregunto, por qué ellos y yo no”. ( Con información de EFE)