(FOTOS) Eran pueblos fantasmas, pero hallaron el secreto para revivir

Mauro Villanueva – Buenos Aires, Argentina

La creación de la red ferroviaria que conecta el interior de Argentina con Capital Federal y su puerto, hace ya unos 150 años, obligó a construir cientos de estaciones que, luego, fueron la piedra fundacional de los pueblos de la provincia de Buenos Aires. Años después, castigados por la economía y la privatización del ferrocarril en la década del ’90, la mayoría de los poblados desaparecieron o quedaron, como reza el dicho, en “Pampa y la vía”.

Pero el destino les dio revancha y colocó a esos pueblos en las nuevas rutas ya asfaltadas, y a la vista de miles de turistas que no tardaron en descubrir la tradicional y exquisita cocina bonaerense. Así nacieron los pueblos gourmet, alternativa que hoy se convirtió en la sensación de los fines de semana.

A pocos kilómetros de la capital y hacia cualquier punto cardinal que esquive el río, la oferta es prácticamente infinita. Parrillas, pastas, minutas, picadas y todo tipo de platos entran en la oferta gastronómica que en la actualidad le da de comer a miles de turistas de fin de semana.

¿Las claves? La cercanía, la tranquilidad, los sabores, la experiencia o simplemente poder pasar una tarde distinta en pareja, con amigos o en familia, a apenas una hora de casa.

Uno de los clásicos pueblos gourmet de la provincia de Buenos Aires es Tomás Jofré, originalmente conocido como Jorge Born, ubicado a unos 100 kilómetros de Capital Federal. Ideal para visitar sábados o domingos, la localidad es un verdadero polo gastronómico. Basta un simple recorrido para dar cuenta que en sus calles hay más restaurantes que casas de familia. Pero la fama de Jofré, que toma ese nombre por la estación de tren que fue vital para su fundación y crecimiento, actualmente no está en sus calles o vías, sino más bien puertas adentro.

Jofré renació de las cenizas luego de casi desaparecer en los 90´. Sin resignarse, los lugareños se reunieron y entendieron que el turismo gastronómico podía ser una salida, y no lo dudaron. Años después, se convirtió en uno de los pueblos que marcan tendencia entre los puntos gourmet de fin de semana.

Hablando de clásicos, Carlos Keen es un obligado. Unos 15 kilómetros lo separan de Luján y hospeda no más de 500 habitantes en la actualidad. Conocido por los viejos viajeros y pasado por alto por los nuevos, que utilizan otras rutas para salir de la gran ciudad, el pueblo pasó por momentos de soledad, hasta este reciente repunte gastronómico.

Uno de los atractivos Keen es que las casas y restaurantes mantienen sus fachadas originales, lo que le da al lugar un encanto de época que contagia una tranquilidad ideal para desconectarse de todo.

Para evitar competencia desleal y darle a la gente la posibilidad de probar distintas opciones, que al tiempo funciona como invitación para que vuelvan, los restaurantes tienen una especie de acuerdo y cobran precios similares por un menú que incluye entrada, principal, postre y café.

Y si se habla de clásicos, porque no hablar de las nuevas tendencias que se suman al boom gastronómico de los pequeños pueblos. Capilla del Señor, a unos 80 kilómetros de Capital, Uribelarrea, ideal para pasear y llevarse unas cervezas artesanales de recuerdo, o bien Pilar, General Belgrano, Campana y San Andrés de Giles. La lista es más larga, pero lo divertido es también animarse a tomar una ruta y descubrir uno mismo algún rincón escondido de la provincia que sirva buenos platos.

La oferta es amplia y muy buena, y por eso es fundamenta salir con tiempo. Para conseguir una mesa en cualquier de los restaurantes hay que llegar temprano, y tener un poco de suerte. La paciencia, además, es necesaria para el regreso. Con rutas cargadas de autos y accesos lentos. Pero nada de esto alcanza para empañar una salida distinta, repleta de sabores y reconfortante al máximo, ideal para desconectar de toda una semana en la gran ciudad, rodeados de comida rápida.