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Una filtración de datos refuerza la percepción de la politización de la Corte Suprema

Una activista antiaborto, a la izquierda, y una defensora del derecho al aborto afuera de la Corte Suprema tras la filtración de un borrador del dictamen que muestra que la Corte Suprema podría haber votado para anular el fallo del caso Roe contra Wade, en Washington, el 3 de mayo de 2022. (Kenny Holston/The New York Times)
Una activista antiaborto, a la izquierda, y una defensora del derecho al aborto afuera de la Corte Suprema tras la filtración de un borrador del dictamen que muestra que la Corte Suprema podría haber votado para anular el fallo del caso Roe contra Wade, en Washington, el 3 de mayo de 2022. (Kenny Holston/The New York Times)

La revelación de un borrador del dictamen de la Corte Suprema que anularía el fallo del caso Roe contra Wade ha llevado a muchos estadounidenses a dudar si los jueces se guían por la ley o por sus creencias políticas.

En entrevistas realizadas por todo el país, incluso algunos opositores al aborto expresaron su inquietud ante la manera en que una mayoría de la Corte se unió para apoyar el radical borrador redactado por el juez Samuel Alito, el cual echaría por tierra casi 50 años de acceso legalizado al aborto en toda la nación.

Rebekah Merkle, autora y madre de cinco hijos en Moscow, Idaho, declaró que pensaba que los jueces de la Corte Suprema serían “vindicados como héroes” si invalidaban el fallo de Roe contra Wade. Pero, si bien aprueba el texto de la Corte, no niega el hecho de que la misma está profundamente inmersa en la política.

“Sin duda parece que está más politizada que antes”, afirmó Merkle. “Además, eso se debe en parte a que la política se ha vuelto muy desagradable en últimas fechas. Y en definitiva parece que eso también tuvo un impacto en la Corte”.

Jenny Doyle, enfermera neonatal especializada y madre de dos hijos en Boulder, Colorado, se sintió tan conmocionada por la noticia del caso Roe que consideró irse del país. “Creo que Islandia suena bien”, admitió.

Sin embargo, coincidió con la percepción de Merkle de que la Corte se manifiesta cada vez más como un actor político.

“Creo firmemente en los límites de periodo en la Corte Suprema”, dijo sobre los jueces que pueden decidir estar en servicio de por vida. “Se están desconectando del verdadero Estados Unidos y los verdaderos problemas de los estadounidenses”.

Una manifestante afuera de la Corte Suprema tras la filtración de un borrador del dictamen que muestra que la Corte Suprema podría haber votado para anular el fallo del caso Roe contra Wade, en Washington, el 3 de mayo de 2022. (Kenny Holston/The New York Times)
Una manifestante afuera de la Corte Suprema tras la filtración de un borrador del dictamen que muestra que la Corte Suprema podría haber votado para anular el fallo del caso Roe contra Wade, en Washington, el 3 de mayo de 2022. (Kenny Holston/The New York Times)

Los académicos y expertos en política han sostenido debates frecuentes sobre cómo la marcha progresiva de la Corte hacia la derecha, acelerada por luchas y disputas de confirmación cada vez más polémicas como la negativa del Senado a siquiera convocar una audiencia sobre la nominación de Merrick Garland que realizó el expresidente Barack Obama, socava la fe pública en la Corte como un foro jurídico en esencia. Otro factor que tal vez mina esa fe es el ritual ya conocido en el que los nominados conservadores profesan que reconocen el fallo del caso Roe como una jurisprudencia reiterada y dicen respetar los precedentes, pero luego votan para anularlo a la primera oportunidad.

Neil Siegel, profesor de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Duke, comentó que la confianza en la institución se vio afectada tanto por la filtración del borrador del dictamen como por el tono burlón del mismo, el cual tildó de “extraordinario y atroz”.

“Lo que la filtración y el borrador del dictamen tienen en común es un desprecio por la legitimidad jurídica y pública de la Corte, y un fracaso a la hora de clarificar que los jueces y sus funcionarios son titulares temporales de una institución que es mucho más grande que ellos”, destacó.

Incluso antes de que la decisión inminente de reabrir el debate sobre el derecho al aborto volviera a crear divisiones dolorosas a nivel nacional, la fe pública en la Corte ya se había deteriorado de manera considerable. Una encuesta nacional realizada a principios de este año por el Centro de Investigaciones Pew reveló que el 54 por ciento de los adultos estadounidenses tenía una opinión favorable sobre la Corte Suprema, en comparación con el 65 por ciento del año pasado.

Una abrumadora mayoría de adultos —el 84 por ciento— opinó que los jueces debían mantener sus creencias políticas al margen de sus decisiones judiciales, pero solo el 16 por ciento de ese grupo sentía que la Corte lograba ese cometido de buena o excelente manera. En los últimos tres años, según halló Pew, la aprobación de la Corte ha disminuido 15 puntos porcentuales, con lo que llegó a su valoración más desfavorable en casi cuatro décadas.

Una encuesta de Morning Consult y Politico publicada el miércoles mostró que un 66 por ciento de los encuestados afirmaba apoyar el establecimiento de límites de periodo para los jueces, y el 21 por ciento lo desaprobaba.

El martes, Nicole Lamarche, pastora de la congregación Community United Church of Christ en Boulder, declaró que su decepción comenzó cuando los senadores republicanos bloquearon la nominación a la Corte Suprema realizada por el presidente Obama tras la muerte del juez Antonin Scalia en 2016.

“En lo personal creo que, cuando se rehusaron a nombrar a Merrick Garland o siquiera iniciar el proceso de audiencias, esa fue una señal de que los tiempos habían cambiado”, comentó Lamarche.

No obstante, la designación rápida y vertiginosa de tres jueces conservadores durante el gobierno de Donald Trump inclinó la Corte hacia la derecha y, en particular, la confirmación del juez Brett Kavanaugh profundizó las divisiones.

En meses recientes, la investigación del Congreso sobre el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 reveló que Ginni Thomas, la esposa del juez Clarence Thomas, había instado al jefe de gabinete del expresidente Donald Trump a anular los resultados de las elecciones de 2020.

Durante décadas, una proporción aproximada de 2 a 1 de los estadounidenses encuestados ha dicho que apoya la constitucionalidad del derecho al aborto; apenas la semana pasada, en una encuesta de Washington Post y ABC News, el 54 por ciento de los estadounidenses afirmó que el fallo del caso Roe debía seguir en vigor, en comparación con el 28 por ciento que quería que los jueces lo revocaran.

En diciembre, cuando se debatió una impugnación contra el fallo Roe —en un caso sobre la prohibición del aborto tras las primeras 15 semanas de embarazo en Misisipi— quedó claro que cinco jueces estaban preparados desde entonces para anular el dictamen, la jueza Sonia Sotomayor expresó la creciente sospecha que había entre la sociedad.

“¿Sobrevivirá esta institución al hedor que esto crea en la percepción pública de que la Constitución y su lectura son meros actos políticos?”, preguntó Sotomayor.

Estadounidenses de todo el espectro político expresaron dudas similares.

Mientras Janna Carney, de 35 años, recogía su almuerzo cerca de la oficina del centro de Los Ángeles donde trabaja como directora creativa en publicidad, dijo sobre los jueces: “Me gustaba la idea de que nadie pudiera comprarlos, porque no puedes votar por ellos; no hacen campaña”. Ahora, señaló que le cuesta trabajo verlos como árbitros neutrales.

El país parece estar tan inmerso en la mentalidad de “equipo rojo contra equipo azul” que “no tenemos a nueve jueces imparciales, sino que los contamos como miembros de nuestro equipo”, explicó. “Parece que todo nuestro sistema se está desmoronando. Se siente como si fuéramos el Imperio romano y este es el declive”.

Otros ven lo mismo: que los jueces ya no son voces independientes que pueden evolucionar con el paso del tiempo, e ir de izquierda a derecha, sino que son más como candidatos políticos.

“Sus nombramientos vitalicios, y ahora sus nombramientos políticos”, comentó Donna Decker, una poeta que vive en Tallahassee, Florida. “En el pasado, nos sorprendían algunos de los nombramientos. En un inicio, alguien quizá parecía ser conservador y luego votaba a favor de una propuesta liberal, y viceversa. Eso no ha pasado en los últimos dos años. Eso sí me preocupa”.

En Oakland, California, Cesar Ruiz, un trabajador técnico de 27 años, dijo que siempre recordaba que cinco de los jueces fueron nombrados por presidentes que asumieron el cargo sin contar con la mayoría del voto popular, al menos en sus primeros mandatos. Cuando la noticia de la filtración del borrador del dictamen apareció en su teléfono, narró, “recordé que en el bachillerato nos enseñaron sobre la Corte Suprema y el caso de Roe contra Wade y todos los derechos civiles que obtuvimos en esos años. Ahora, una Corte con miembros que no fueron electos ni nombrados de manera democrática está a punto de acabar con todo eso”.

© 2022 The New York Times Company