El Festival de Angulema se sumerge en la efervescencia del cómic español

España cuenta con una rica historia y tradición en el noveno arte. Desde sus inicios hasta la actualidad, el cómic español ha experimentado una singular evolución, estrechamente ligada a su contexto histórico, político y social. Y en este 2025, el 52º Festival del Cómic de Angulema, que arranca el 30 de enero, tiene como invitado de honor al cómic español.

Antes de la Guerra Civil, el cómic ya estaba bien representado en la cultura española, y lo había estado desde principios del siglo XX. Durante la dictadura franquista, el cómic se convirtió en el medio más popular del país. Fue el apogeo del “tebeo” (término acuñado a partir de la revista TBO para designar los tebeos infantiles), con publicaciones que gustaban a grandes y pequeños españoles, desde Capitán Trueno a El Guerrero del Antifaz, sin olvidar Pumby, Pulgarcito, El DDT o aquellos dirigidos a niñas, como Azucena, Florita o Sissi.

De orientación ideológica, incluso “caricaturas de nosotros mismos” según Antonio Altarriba, autor y teórico del cómic, algunas desaparecieron al mismo tiempo que el dictador pero otras sobrevivieron. Estas historias dejaron huella en toda una generación de jóvenes lectores, ávidos de las aventuras de Mortadelo y Filemón y de El botones Sacarino de Francisco Ibáñez, por ejemplo.

Un patrimonio cultural marcado por la historia

La muerte de Franco en 1975 marcó un punto de inflexión en la sociedad española: la legalización de los partidos políticos, la celebración de elecciones generales y la promulgación de una nueva Constitución, entre otras cosas, se convirtieron en el motor de una transformación de la sociedad. Esta transformación afectó a todos los ámbitos de la vida, incluido el cómic.

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En esta época se dieron a conocer algunos de los nombres más destacados de la actualidad en este campo, como Max, Miguelanxo Prado, Keko, Laura Pérez Vernetti, Mariscal, Montesol, Marika Vila y, más tarde, Paco Roca.

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La llegada masiva de cómic extranjero, norteamericano y francobelga, con el que apenas había existido contacto durante casi 40 años, se mezcló con el cómic de autor, erótico, pornográfico y underground. Fue la época del boom del cómic para adultos, con revistas como El Víbora, Makoki, Cairo, El Jueves y El Papus, hasta el punto de saturar el mercado.

Del crack a la edad de oro de la ‘novela gráfica’

A partir de la segunda mitad de los ochenta, estas revistas dejaron de aparecer, iniciándose la transición del boom a la “decadencia” que se prolongó hasta los noventa. Las editoriales intentaron frenar este declive, que anunciaba un cambio de paradigma, como señala el crítico y guionista de cómics Antoni Guiral.

A pesar del auge del formato comic book (cuadernillos grapados de 24 a 48 páginas, en color o blanco y negro) y de la introducción del manga en España en plena crisis económica, el mercado editorial no permitió sobrevivir a los dibujantes. Algunos se marcharon al extranjero (Francia, Italia y Estados Unidos), mientras que otros se quedaron. Sin embargo, la industria ya había iniciado un cambio gradual hacia la publicación en forma de libro: eran los comienzos de la novela gráfica.

A finales del siglo XX, las editoriales independientes ya se movían en esta dirección. De Ponent, Sinsentido y Astiberri, entre otras, se volcaron en la novedosa –pero aún controvertida entonces, en España y en otros lugares– “novela gráfica”. Este término, popularizado mundialmente por Will Eisner en Contrato con Dios (aunque ya se había mencionado antes), se utilizó a principios de la década de 2000 para designar un cómic de autor dirigido a adultos. El término ha llevado a sus partidarios a verlo como un renacimiento del noveno arte, y a sus detractores a calificarlo de elitista.

Sin embargo, los contornos son artificiales y sin sentido, y hoy se refiere a cualquier tipo de cómic destinado tanto a niños como a adultos. El mérito de este término es haber colocado el cómic en las estanterías de las librerías en una época en la que aún estaba marginado. También supuso la aparición de toda una generación de autores de primera fila que hoy están firmemente asentados en el panorama del cómic: Santiago García, Albert Monteys, David Rubín, entre otros.

El camino hacia el reconocimiento internacional

El número de premios obtenidos y de obras seleccionadas en el último Festival Internacional del Cómic de Angulema es una muestra más del auge actual del noveno arte español. Encabeza la lista Bea Lema –también Premio Nacional de Cómic 2024 – con su conmovedora obra El cuerpo de Cristo, que teje los lazos entre una madre con problemas psicológicos y su hija con el telón de fondo de las creencias populares gallegas. Contrition, de Carlos Portela y Keko, también obtuvo el premio Fauve Polar SNCF Voyageurs.

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La lista de finalistas también incluye el thriller catalán de Jordi Lafebre Soy su silencio (selección Fauve Polar SNCF Voyageurs), y la brillante y devastadora El cielo en la cabeza (Gran Premio ACBD, selección oficial) de Antonio Altarriba (guión), Sergio García Sánchez (dibujo) y Lola Moral (color), que sigue la historia del joven Nivek desde el Congo hasta España.

También se han incorporado a la lista Álvaro Martínez Bueno, por The Nice House on the Lake, y Javi Rey, por Nos cœurs tordus (Premio de Enseñanzas Medias).

En la edición anterior, en 2023, los españoles ya habían dejado su huella, en particular con Todo bajo el sol, de Ana Penyas, y Khat: Journal d'un réfugié, de Ximo Abadía.

Según el Libro Blanco del Cómic en España, un estudio de mercado realizado por la Sectorial del Cómic, en colaboración con el Ministerio de Cultura, en 2022 se crearon 4 662 nuevas obras, frente a las 6 400 de Francia, cifras que están en constante evolución. Vinculada a la industria, la investigación universitaria sobre el cómic español también ha ido en aumento en los últimos años.

Hacia nuevas tendencias creativas

Desde los autores más experimentados hasta las nuevas generaciones, los temas abordados en las obras son variados. Son muchas las que tratan la memoria personal o colectiva, especialmente de la guerra o la posguerra civil: Estamos todas bien, de Ana Penyas; María la Jabalina, de Cristina Durán y Miguel Ángel Giner Bou; Los surcos del azar, de Paco Roca; El arte de volar, de Altarriba y Kim; o las obras de Carlos Giménez, por ejemplo.

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De la ficción a la autoficción, pasando por la biografía, la autobiografía, el reportaje, la historia o la ciencia, el cómic español se nutre de su herencia histórica, cultural y geográfica para revelar su idiosincrasia. Esta es la base de la creación contemporánea, que vive actualmente un periodo de florecimiento gracias a una nueva generación de autores.

La irrupción de nuevos talentos en el panorama español e internacional, tanto en lo narrativo como en lo estético, también ha ido de la mano del reconocimiento de mujeres artistas que se han hecho un hueco en la escena.

A esta nueva generación pertenecen autoras como María Medem con Por culpa de una flor o Cenit; Nadia Hafid con El buen padre; Núria Tamarit con Loba boreal y Toubab; Yeyei Gómez en Naufragio universal; Marta Cartu con Hola Siri. Y autores como Marc Torices con Cornelius o Antonio Hitos en Ruido, entre otros.

Comprometido, poético, onírico, experimental; fuerte en sus tradiciones o proyectado; pasado, presente y futuro; en espacios imaginarios, imaginados o vividos el cómic español se hace eco de un saber hacer y de una cultura que se enriquece y se cuestiona, pero que también sabe renovarse con el tiempo, para dejar, a cada paso, una huella cada vez más profunda a su paso. Un ojo vuelto hacia el pasado, el otro hacia el futuro.

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Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Virginie GIULIANA no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.