Fernando Fernández ingresa al Seminario de Cultura Mexicana

CIUDAD DE MÉXICO, junio 14 (EL UNIVERSAL).- Fascinado de los detalles, de las pequeñas singularidades que, como decía el poeta Ramón López Velarde, es "la majestad de lo mínimo", el poeta, editor y ensayista Fernando Fernández centrará su discurso de ingreso como Miembro Titular del Seminario de Cultura Mexicana, en desentrañar el poema "La gatomaquia", del poeta español Lope de Vega, que Fernández califica como una sátira de la sociedad de su tiempo, que cuenta una especie de Guerra de Troya entre los gatos.

Fernández, quien es el principal estudioso de la obra de Gerardo Deniz, uno de los poetas más relevantes del exilio español en México; y es uno de los más destacados conocedores de la vida y la obra del poeta mexicano Ramón López Velarde, asegura que su ingreso al Seminario de Cultura Mexicana —que reconoce su trayectoria profesional y sus aportaciones a la literatura y cultura de México—, es el reconocimiento a un investigador independiente que ha dedicado su vida a la literatura y que seguirá haciéndolo, pero ahora bajo la sombra de esta institución cultural con 80 años de trabajo.

El escritor nacido en la Ciudad de México, en 1964, y autor de Ni sombra de disturbio, La majestad de lo mínimo, Oriundos, Contra la fotografía de paisaje y Viaje alrededor de mi escritorio —que además el próximo viernes 17 de junio recibirá el Premio Iberoamericano "Ramón López Velarde", en el Teatro Hinojosa del municipio de Jerez—, dictará este martes, a las 13 horas, su discurso de ingreso al Seminario de Cultura Mexicana, en una ceremonia oficial que se realizará de manera presencial en el Foro Castalia del SCM.

-¿Cómo asumes tu entrada al Seminario?

--Me aceptaron en febrero de 2022, exactamente el mes que el Seminario cumplió 80 años de edad, una institución que está viviendo un nuevo momento de esplendor bajo la dirección del arquitecto Felipe Leal, quien le ha puesto una energía y le ha dado un impulso que le ha venido muy bien. Poder entrar en diálogo con esta veintena de personas ilustres en cada una de sus áreas, de la ciencia y del arte, y dialogar con ellos, es muy estimulante.

-¿Es el reconocimiento al investigador que eres?

--Sobre todo para mí que salí de la Facultad de Filosofía y Letras en 1990 y a pesar de que llevo muchos años haciendo investigación literaria, siempre he trabajado como investigador independiente. Cuando vas a una biblioteca o quieres ver una revista en el fondo reservado, siempre te preguntan a qué institución perteneces, y cuando dices que eres un investigador independiente te ven un poco por encima del hombro. Y esta distinción significa encontrar sombra a mi trabajo como investigador bajo el techo generoso del Seminario.

-¿Celebran tu vida dedicada al estudio de la literatura de otros escritores?

--Cuando saqué por vez primera un libro de Borges de la biblioteca del CUM, para mí fue una especie de caída del caballo en el camino de Damasco, porque ese momento marcó para mí el encuentro no sólo con la gran literatura y con el arte de la palabra, sino con la posibilidad de dedicarme a ello a lo largo de muchos años. Un poco después descubrí en casa de mis padres una edición de los años 80 de Cuadrivio, de Octavio Paz, que me abrió el mundo de Ramón López Velarde.

-¿Te has dedicado a estudiar a poetas, a tus maestros?

--Me he dedicado a estudiar a López Velarde y a muchos otros poetas que le han dado pleno sentido a mi vida. Maestros a los que no conocí en persona, Borges el primerísimo de ellos que fue mi primer gran amor literario y a quien tuve la oportunidad de ver cuando leyó unos poemas en la sala Ollin Yoliztli; pero también los que están en los libros y en los papeles como Ramón López Velarde, y los maestros que he tenido: en particular mi viejo y queridísimo amigo Juan Almela (Gerardo Deniz), que falleció en diciembre de 2014, y mis maestros de aula: Gonzalo Celorio, Eduardo Casar, Malena Mijares, Federico Álvarez, fui brevemente alumno de Juan José Arreola en su último curso, y maestros más contemporáneos, David Huerta y Marco Antonio Campos. Así entro al Seminario, no soy el más joven de los miembros titulares, el más joven es Sergio Vela, que es 15 días más joven que yo, y todos los demás son maestros fantásticos, gente de una extraordinaria calidad humana, más allá de la relevancia de sus obras.

-¿Sobre qué hablarás en tu discurso de ingreso?

--He sido siempre un lector no sólo de ciertas franjas de la poesía mexicana, sino que he sido un lector muy desordenado pero muy apasionado de la poesía del Siglo de Oro, no sólo porque me parece un momento cumbre de la expresión escrita en nuestra lengua, sino también porque es una literatura que sigue tan fresca como cuando fue escrita hace cuatro siglos. Desde hace muchos años soy lector muy entusiasta de un poema de Lope de Vega, escrito hacia 1634, dedicado a los gatos de Madrid.

-¿Un poema de gatos?

--Se llama "La gatomaquia", una sátira de la sociedad de su tiempo que cuenta una especie de Guerra de Troya entre los gatos. Es una pareja de gatos cuyo romance se ve interrumpido por la llegada de un gato extranjero atraído por la fama y la belleza de ella, a quien enamora y arrebata de los brazos de su amante, y entonces se arma una bronca fenomenal, de dimensiones burlescamente épicas entre los gatos de Madrid. Es una muy buena prueba de que una obra literaria puede mantenerse como obra maestra de la literatura, tan fresca como cuando fue escrita, y trato de probar cómo Lope de Vega puede ser, a pesar del tiempo que nos separa, un maestro que tiene mucho que enseñarnos.

-¿Sigues interesado en lo mínimo?

--Más que los estudios panorámicos de las cosas, más que las visiones generales, siempre me ha interesado el análisis del detalle, creo que el trabajo literario se cumple en la manera en la que se resuelve el detalle y están organizadas las palabras, en el sentido que puede tener un adjetivo si se coloca antes o después del sustantivo, en la manera en que se cortan los versos en el poema. Por eso me entusiasmó tanto cuando descubrí la frase "la majestad de lo mínimo", que utiliza López Velarde en uno de sus textos más bellos. Frase que le da título a mi segundo libro sobre López Velarde que publiqué el año pasado bajo el sello de Bonilla Artigas. Y ese será el centro de mi discurso sobre "La gatomaquia", demostrar cómo el uso de las palabras, el detalle incluso llevado al uso de las vocales y de las consonantes dentro de una palabra que juega un papel en una oración, es determinante, más cuando se escribe en la poesía.