El fenómeno astronómico que esta noche tendrá como protagonistas a dos planetas y a una imponente constelación
Un escorpión atenazando al dios más veloz del Olimpo romano y la Luna besando a la diosa de la belleza. Todo eso proyectado entre las estrellas hoy al atardecer. Puede parecer muy metafórico o imaginativo, pero así será, observable a simple vista, sin más requerimiento que ganas de disfrutar del firmamento. La puesta en escena que el universo tiene planeada para hoy comienza apenas se ponga el sol. Como en una obra de teatro que se despliega sobre la bóveda celeste, los rayos del astro rey correrán el telón al marcharse en retirada, dando lugar a un atardecer donde los actores principales serán los planetas Mercurio y Venus, una luna apenas creciente, como una estilizada “ce” y la imponente constelación de Escorpio.
Puntual y exacta como la teoría general de la relatividad que predice sus movimientos, este lunes el sol se ocultará tras el horizonte (en CABA) a las 19.26, dando inicio a la función. Para entonces una luna sutil y estilizada abrirá la escena. Solo el 8% de su superficie estará iluminada por ese sol que se despide pero aún reflejará sus rayos en la irregular superficie lunar. Trazando una fina “ce”, nuestro satélite brillará en el centro de la escena, mientras alrededor de él irán surgiendo el resto de los protagonistas.
Unos minutos más tarde (¿cuántos? depende de la agudeza visual del espectador), hará su aparición la más brillante figura planetaria: Venus. El brillo de la diosa romana del amor, de la belleza, de la fertilidad —Afrodita para los antiguos griegos, Turan para los etruscos— será el primero en marcar la escena crepuscular. No existe ninguna estrella ni planeta que resplandezca más que Venus. Solo la luna es más potente en la noche, y en esta puesta en escena, se medirán lado a lado. A muy poca distancia, a la derecha de la luna y apenas por debajo, el fulgor de Venus iluminará el escenario nocturno.
El siguiente integrante del Olimpo romano en presentarse en escena será el más veloz de todos los dioses: Mercurio. Hijo de Júpiter y de Maia Maiestas, los griegos lo llamaron Hermes. Además de favorecer el comercio y la abundancia, era el encargado de llevar los mensajes entre los dioses. Con sus tobillos alados, volaba presto entre todos los oídos del Olimpo llevando los chismes y confidencias. Declaraciones de amor, pactos de traición, envidias, rencores y pasiones viajaban raudas a través de Mercurio. Su pálido brillo surgirá un poco más tarde que Venus, mucho más cerca del horizonte oeste, casi por donde se ocultó el sol. Aunque en la función de esta noche, su ligereza se verá atenazada por las pinzas de un escorpión gigante.
Esta figura impactante, una de las 12 constelaciones del zodíaco, se irá dibujando entre las estrellas a medida que la oscuridad cubra la escena. Su estrella principal es la colorada Antares, los degustadores de la fermentación de la cebada conocerán su nombre por la marca que tiene como imagen una estrella. Antares simboliza el corazón del escorpión, su brillo rojo destaca por sobre el resto de la constelación. Con el aguijón de este arácnido elevándose hacia lo más alto de la bóveda y sus tenazas apuntando al horizonte oeste, apresado por su pinza izquierda se encontrará Mercurio. Tan clara se puede dibujar la silueta de un escorpión entre las estrellas, que civilizaciones como los mayas y los antiguos griegos encontraron este animal dibujado en el firmamento sin haber tenido contacto entre sí. (Aunque algunos insinúan que Mercurio voló a contarle a Eratóstenes sobre las observaciones que se realizaban en Chichén Itzá).
Un horizonte despejado
¿Qué se necesita para disfrutar del espectáculo estelar? No mucho, un horizonte oeste más o menos despejado: se puede buscar un parque, un espejo de agua (el río de la Plata es una excelente opción), o una terraza. Tal vez algo cómodo para sentarse y, mejor aún, buena compañía. Puede ser una copa de vino, alguien con quien compartir el momento o un rico chocolate (algunos aseguran que agudiza la visión, yo lo como por las dudas, sin pedir mucho aval científico). Con todo eso, solo queda contemplar el firmamento.
Para la función principal es cuestión de encontrar la luna con su fina figura y descubrir cómo surge Venus a su derecha poco después de las 19.30. A continuación buscar la aparición de Mercurio, más bajo, a la izquierda y tenue sobre el horizonte, y sobre el dios mensajero, ir dibujando toda la figura descomunal del escorpión a medida que la noche avanza sobre el escenario.
A medida que el firmamento vaya descendiendo sobre el oeste, Mercurio será el primero en irse de escena. Se ocultará apenas pasadas las nueve de la noche, y lo secundará la diosa del amor. Venus se retirará tras el oeste luego de 22.30. La luna seguirá sus pasos apenas diez minutos más tarde y para ese entonces medio escorpión estará ya oculto tras el horizonte. Para quienes se quieran quedar hasta el último brillo de la presentación, Sargas, la estrella más elevada de la constelación de Escorpio, será la última en desaparecer pasada la medianoche. Tras de sí quedará un firmamento sigiloso ante el desfile de dioses, animales gigantes y una luna que gobernó la escena con finura y sutileza.
El universo brindará otra demostración más de que, lo más hermoso que tienen las estrellas, es poder compartirlas. Disfrutar de este universo enormemente vasto y descomunalmente antiguo; donde por un instante, en un planeta perdido en la inmensidad, se nos dio el don de transitar, y contemplar, todo el milagro, y el misterio, del infinito.