Puerto Rico pasa a cuartos del Clásico, pero el festejo se torna agridulce con lesión de una de sus estrellas

Felicidad boricua con sabor agridulce y agonía quisqueyana.

Para una isla se trató de una fiesta nacional. Para la otra resultó una verdadera tragedia. Unos trataban de consolar a los otros sin esconder sus rostros radiantes. Cómo puede haber calma cuando se ha ganado o se ha perdido todo. Cuando el béisbol lo es prácticamente todo.

La manida frase de “juego de vida o muerte’’ fue más real que nunca en el choque de miércoles en la noche donde Puerto Rico, ese Team Rubio que se vistió de oro, superó 5-2 a República Dominicana en la gran rivalidad del Caribe y avanzó a la ronda de cuartos en el Clásico Mundial donde chocará con la novena de México.

El loanDepot park contuvo una humanidad de 36,025 aficionados -varios de ellos artistas de primera línea como Ozuna, Daddy Yankee, Marc Anthony, entre otros- que convirtieron la instalación de La Pequeña Habana en un manicomio que pasaba de la euforia a la decepción prácticamente de entrada en entrada, celebrando cada out, cada lanzamiento.

Cuando finalizó el choque, la mitad de la afición permaneció en las gradas para celebrar con Puerto Rico, mientras que la otra se marchó lo más rápido que pudo como para que no quedara el más mínimo recuerdo de una derrota que dolerá por un buen tiempo.

Pero el festejo boricua no resultó pleno cuando el estelar cerrador Edwin Díaz se lastimó la pierna derecha durante la celebración de su equipo en el medio del diamante, tras el ponche final a Teoscar Hernández.

Díaz trató de salir caminando con la ayuda de sus compañeros, pero finalmente tuvo que salir en silla de ruedas del estadio y fue llevado a un hospital en Miami.

Pareció una final. La final antes de la final. Pero solo podía haber un ganador y Puerto Rico la quiso más, hizo más por la victoria y ahora se encamina a buscar el sábado su pase a la semifinal contra el ganador del grupo de Arizona, algo que se sabría más tarde en la noche.

Jesús Luzardo había puesto una sonrisa en los Marlins y Venezuela en el primer partido de la jornada, Johnny Cueto dejó preocupaciones en los peces y un rictus de amargura para Dominicana, porque en apenas dos entradas de actuación cargó con tres carreras y cuatro imparables que de alguna forma marcaron la pauta del encuentro.

Cristian Vázquez prendió la bujía de la ofensiva boricua con un cuadrangular en la segunda entrada que luego seguirían Francisco Lindor y Kike Hernandez con sencillos impulsores, antes de que una conexión de MJ Meléndez trajera la cuarta con jugada de selección.

Todavía no se presagiaba el final. Después de todo, el choque era aún muy joven y Juan Soto descargaba todo su poder sobre una pelota que se perdió a más de 400 pies de distancia por el jardín central, como una muestra que todavía se podía pelear.

Pero el desafío fue envejeciendo y cuando Julio Rodríguez no pudo contener en la quinta entrada un batazo de Lindor por la pradera del medio, el boricua corrió de manera desenfrenada hacia el plato con la quinta de su equipo y la preocupación para el alto mando de Dominicana, que solo tendría otra anotación en la parte baja de ese tramo con una conexión de Manny Machado.

La victoria boricua cierra una fase de grupo que mejor no pudo ser con más de 295,850 aficionados que vivieron una experiencia única, pero que disfrutaron mejor que nadie los venezolanos y puertorriqueños, mientras que para el resto, incluyendo los dominicanos solo queda la promesa de una próxima edición dentro de cuatro años.

Felicidad y agonía, no puede ser de otra manera cuando se trata de un Clásico Mundial de Béisbol...Y lo mejor es que esto no ha terminado.