“Los familiares de pacientes también necesitan atención”: voluntarios dan comida y apoyo psicológico a parientes de hospitalizados

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Desde hace seis meses, Norma ha tenido que pasar días y noches esperando fuera del Hospital General de México, donde su esposo se encuentra internado en estado grave. Debido a que su domicilio está en Jaltenco, Estado de México —a más de dos horas y media de distancia—, le es difícil ir hasta su casa a comer, bañarse o descansar, ya que debe permanecer en espera de informes o en caso de que necesiten que lleve a analizar muestras de laboratorio.

“Mi esposo ha estado aquí desde el 6 de febrero, él entró por falta de respiración y rápidamente lo intubaron, y cuando algo así ocurre, que están en emergencias, no nos debemos separar de ahí las 24 horas, porque no hay horario de informes. Desde entonces no me fui, nada más dos veces llegué a ir a mi casa a ver a mis hijos y me regresaba”, comenta.

La enfermedad de su pareja ha representado gastos en pasajes, comida e incluso en medicamentos y análisis que debe mandar a hacer en otros hospitales, lo que además la ha hecho aprender a transitar por varias zonas de la Ciudad de México y la deja con menos tiempo para volver a su hogar. Sin embargo, prefiere hacer estos sacrificios, porque cuando estuvo internado en el Estado de México la atención fue mala y prefirieron pedir su alta voluntaria para acudir a otro lado.

En cuanto su marido salió del área de urgencias, la situación de Norma también mejoró, ya que encontró un espacio de apoyo para personas que, como ella, tienen un familiar hospitalizado. Esto aligeró su carga física, económica y emocional.

En la oficina de trabajo social, a donde Norma pasó para que evaluaran su situación económica y tramitaran el tratamiento gratuito para su esposo, le informaron de la existencia del Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (Cardi), una asociación civil que brinda alimentos, baño, un área de descanso y acompañamiento psicológico a quienes tienen familiares internados.

FOTOS: Ethan M. Báez
FOTOS: Ethan M. Báez

“También los familiares necesitan atención”

Cardi nació hace 17 años ante las solicitudes de apoyo que recibían los encargados de la iglesia de Nuestra Señora de los Hospitales, a la que acudían familiares de enfermos internados en el Centro Médico Siglo XXI, el Hospital General y el Hospital Infantil, tres hospitales ubicados en la zona.

Refugio González, sacerdote que dirige Cardi, explica que el proyecto comenzó cuando “los padres que se encargaban de la parroquia, y que ingresaban a los hospitales para confesar y apoyar a los enfermos, se dieron cuenta de las necesidades de quienes acompañan desde afuera, que de pronto se quedaban sin dinero y ya no tenían ni para comer, o dormían en la calle, porque muchos provienen de otros estados y no cuentan con una red de apoyo cerca, es decir, también los familiares necesitan atención”.

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Inicialmente, sus labores consistían en escuchar a quienes se acercaban a la parroquia para hablar de sus dificultades, además de regalar pan y café que aportan voluntarios a la iglesia, pero con el paso de los años se dieron cuenta de que eso no cubría todas las necesidades de los familiares de los pacientes. Por eso, buscaron recursos para constituirse como asociación civil e incrementar sus atenciones.

“Atendemos aproximadamente entre 100 y 150 personas todos los días, algunos provenientes de las periferias de la Ciudad de México, pero también viene mucha gente de otros estados del país, principalmente del sur, y son ellos los que pasan más necesidad. Por ello, Cardi intenta ser un centro de acogida en el que los familiares de enfermos puedan encontrar, en primer lugar, quien los escuche, quien los abrace y los reciba como en casa”, agrega Refugio.

El apoyo de alimentación continúa —con pan, café y vales para que los usuarios puedan ir a comer en una fonda con la que tienen convenio—, además de contar con servicio de lavandería, regaderas, sala de descanso diurna, dispensario médico y acompañamiento tanatológico y psicológico, atenciones que están a cargo de un grupo de voluntarios y que no tienen un costo establecido; se pide una aportación simbólica, que depende de las posibilidades de cada persona.

“Contamos con un protocolo para poder recibir a la gente, con lo que aseguramos que realmente necesitan el apoyo. Tenemos un convenio con los hospitales; entonces, cuando un enfermo llega y se interna, en trabajo social evalúan su situación económica, y una vez que detectan que tienen necesidades, el personal llena un formulario que les proporciona Cardi, y con este los familiares pueden venir”, explica Refugio.

Para realizar este trabajo, Cardi se mantiene a partir de donativos. “Nosotros intentamos que sobre todo la gente de nuestros ministerios se involucre. La orden de los Agustinos Recoletos, a la que pertenecemos, tiene diversas parroquias en la Ciudad de México, en las que se invita a la gente que quiera ayudar, y hasta ahora la respuesta ha sido positiva. Sobre los recursos económicos, no tenemos una fuente de ingresos propia, recibimos aportaciones deducibles de impuestos”, señala el sacerdote.

“Cuando murió mi hija, yo quería ser voluntaria en algún lado”

María Eugenia Viveros llegó como voluntaria a Cardi después de que su hija falleció de cáncer hace año y medio, una experiencia en la que se dio cuenta “de que los pacientes la pasan muy mal, pero nadie voltea a ver a los familiares que también la pasamos mal, y a ratos queremos solamente una oreja para desahogar, porque aparte de la carga económica, muchas veces es también emocional”.

“Cuando murió mi hija, yo quería ser voluntaria en algún lado, por lo que mi cuñada me dijo que una conocida había tomado un diplomado de voluntariado y me inscribí, lo que fue maravilloso porque yo tenía la idea de que llegabas y decías ‘¿por dónde empiezo?’, pero requiere de una preparación, primero de autoconocimiento, y luego para entender las necesidades de otras personas”, comenta.

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Tras completar esta formación, María Eugenia decidió anotarse para realizar trabajo voluntario: cada martes atiende el dispensario de Cardi, donde se proporcionan medicamentos a bajo costo para los pacientes de los hospitales, una experiencia que considera “una bendición”. “Les platico a mis compañeros que vengo llena de bendiciones, porque la gente te dice ‘mil gracias, que dios se lo pague’, y ese tipo de gestos te recargan”.

“He recibido más de lo que he dado, porque me ha tocado en el dispensario ver a gente que está desesperada, que te comentan que están intentando conseguir alguna medicina, que si no hay aquí, lo más que puedes decirles es que vayan a otro dispensario, o alguna sugerencia para que encuentren los medicamentos, que además de ser muy caros a veces no hay”, detalla.

“Gracias a dios nosotros tuvimos la facilidad para acceder a muchas cosas durante la enfermedad de mi hija, y hay gente que no la tiene; entonces, pensando en eso, quisiera dar algo a los demás como lo hice con mi hija, porque yo ya lo viví, la situación de los hospitales es terrible. Es por eso que también tenemos servicios de contención, porque a veces no pueden manejar lo que ocurre, y aquí te pueden ayudar a transitar por esas experiencias”, señala María Eugenia.

La encargada de los 50 voluntarios que actualmente laboran en Cardi, Isabel Ruiz, explica que quienes integran el equipo reciben capacitación constante “para saber cómo llegar a las personas, y es que aunque parezca un gesto con buenas intenciones no podemos decirle a la gente ‘échale ganas’ o ‘dios te ama’, porque pueden ser frases que lastiman, y tenemos que aprender que no tenemos la capacidad de resolver o decirles qué hacer a los demás, a encontrar formas correctas de acercarse”.

“¿En qué consiste el acompañamiento que brindamos? En escuchar, que la gente sepa que aquí estamos, aunque habrá cosas que no podamos solucionar. A veces también entramos a los hospitales, a donde están los pacientes, y entre las personas que se encuentran visitando a sus enfermos hablamos sobre los servicios del centro, para poder llegar a donde a veces el personal de trabajo social no puede, eso nos permite mejorar nuestra labor”, explica.

Isabel se ha encargado de este equipo desde la fundación del proyecto, y cuando recuerda la historia que lleva en la asociación expresa: “El que haya tomado la decisión de ser voluntaria simplemente cambió mi vida, es una experiencia que enriquece mucho, mi vida es un antes y un después de Cardi”.

El padre Refugio coincide: “Es muy satisfactorio cuando ves a las personas que un día de tantos, cuando vienen a Cardi, llegan ya acompañados de sus enfermos y te dicen que solo vienen a despedirse y a agradecer por todo el apoyo que los hizo sentir como en casa, solo ese hecho es evidencia de que algo hicimos, y eso nos llena de alegría“.