¿Qué faltará en el debate presidencial republicano? Trump, seguro, pero también Ted Cruz

El senador Ted Cruz ha pasado la última semana saltando por Texas, visitando a sus electores, alabando proyectos importantes como la educación STEM y peleándose con una empresa cervecera por su mercadotecnia.

Si las cosas hubieran ido de otra manera, Cruz estaría preparándose para el debate presidencial republicano del miércoles, donde se presentaría como la alternativa conservadora más viable a Donald Trump, quien aparentemente no estará ahí para enfrentar a sus rivales.

Ahora, pasar tiempo en el estado de Texas es mejor que pasar el rato en Milwaukee con otros políticos, incluso cuando la temperatura es de 110 grados ahí. Pero antes de que la contienda del Partido Republicano siga su curso, vale la pena detenerse a pensar en lo cerca que estuvo Cruz de ser el candidato de su partido en 2016, y en lo que podría haber sido si hubiera decidido volver a postularse.

Cruz quedó esencialmente segundo tras Trump en las primarias de 2016. Si el partido se hubiera dado cuenta antes de que solo se podría parar a Trump si los electores y los líderes del partido se unían en torno a una alternativa conservadora, Cruz habría sido el candidato contra Hillary Clinton.

¿Habría ganado? Quizá no hubiera podido hacer un giro hacia el populismo y llegar a los electores de clase obrera en los estados clave del Medio Oeste, los cuales permitieron la victoria inesperada de Trump. Pero tampoco habría tenido el bagaje de Trump. Y no es difícil imaginar que Clinton podía haber perdido contra casi cualquiera, dada su falta de popularidad.

Tras la victoria de Trump, Cruz se perjudicó a sí mismo en el partido al decir a los republicanos en su discurso de la convención nacional que “votaran en conciencia”, sugiriendo claramente que votar por Trump podría estar fuera de lugar.

Finalmente, tuvo que aguantarse y respaldar a Trump. Luego vino su épica batalla de 2018 contra Beto O’Rourke por su escaño en el Senado. Cruz estuvo más cerca de perder que casi cualquier republicano que se haya postulado a nivel estatal en dos décadas.

Pero ganó. Eso lo posicionó para repuntar en el partido, y posiblemente para otra contienda presidencial.

En un valioso libro publicado a finales de 2021, el periodista conservador David M. Drucker dedicó un capítulo entero a los esfuerzos de Cruz por rehabilitarse en el partido republicano de Trump. El título del libro es revelador: “In Trump’s Shadow: The Battle for 2024 and the Future of the GOP”.

Uno de los problemas de Cruz es que no resulta especialmente simpático al elector promedio. Es combativo, más inteligente que cualquiera con el que discuta y no teme demostrarlo. Despotrica contra las élites, pero no menciona que estudió en Princeton y Harvard. Puede parecer zalamero y desagradable.

No se ayudó a sí mismo cuando intentó una estrategia de no complacer a nadie para objetar los resultados de las elecciones de 2020; Cruz propuso una comisión para examinar las afirmaciones inherentemente erróneas de unas elecciones tramposas o robadas. No fue tan lejos como el equipo de Trump al intentar anular los resultados en varios estados. Pero los electores no deben olvidar que, en parte, basó su acción en afirmaciones de fraude que nunca han sido corroboradas.

Tampoco olvidemos el infame viaje a Cancún mientras millones de texanos se congelaban en 2021.

En el libro, Drucker esboza cómo Cruz, para su mérito, evaluó sus fracasos después de la derrota ante Trump. Se centró en asuntos básicos en Texas. Intentó ser más un jugador de equipo en el Senado. Recaudó dinero e hizo campaña por los candidatos al Congreso, creando alianzas.

Donald Trump (izquierda) y Ted Cruz fueron acérrimos rivales en la contienda presidencial republicana de 2016, pero se reconciliaron después. (Salwan Georges/Detroit Free Press vía USA TODAY NETWORK)
Donald Trump (izquierda) y Ted Cruz fueron acérrimos rivales en la contienda presidencial republicana de 2016, pero se reconciliaron después. (Salwan Georges/Detroit Free Press vía USA TODAY NETWORK)

Y, sobre todo, se reconcilió con Trump. A Cruz lo critican por ello, al tragarse su orgullo y perdonarlo (o al menos olvidar) que Trump llamara fea a su esposa y acusara a su padre de participar en el asesinato de John F. Kennedy. Sin duda, es ambición bruta. Pero otra palabra para eso es persistencia.

Quizá Cruz evaluó correctamente la continua fuerza de Trump entre los electores del Partido Republicano y no vio un camino hacia la victoria. Aun así, el campo republicano actual pudiera hacer uso de él. Hay espacio para un desafío real a Trump, pero tiene que ser de alguien que pueda tender un puente entre el establishment del partido y la base populista. Se suponía que Ron DeSantis iba a desempeñar ese papel, pero su campaña ha tenido problemas.

DeSantis y los demás candidatos aún tienen que averiguar cómo criticar a Trump y argumentar en contra de su nueva nominación sin enemistarse con los electores que lo adoran. Si hay alguien que pudiera hacerlo, es un ex abogado de la Corte Suprema y polemista entrenado.

En cambio, Cruz optó por buscar un tercer mandato en el Senado, y es posible que tenga una pelea en sus manos de nuevo. Los demócratas quieren que el congresista de Dallas Colin Allred sea Beto 2.0, y no le faltarán recursos si gana la nominación demócrata.

Dado el dominio republicano de Texas, Cruz debería ganar incluso una contienda competitiva. Su destino, irónicamente, dependerá en parte de quién gane la contienda en la que decidió no participar. Si Trump está en la boleta, la contienda presidencial en Texas será más reñida de lo habitual: tal es la singular capacidad de Trump para repeler a los electores a los que les gusta el gobierno republicano pero le consideran incapaz para el cargo.

Si Cruz gana, es difícil imaginar que no vuelva a postulase para la presidencia. Solo tiene 52 años, ha descrito la campaña de 2016 como “la más divertida que he tenido nunca” y ha invertido tanto trabajo que es imposible verle abandonando.

Sin embargo, hay muchas cosas que escapan a su control, empezando por el rumbo en que Trump o los candidatos del debate del miércoles lleven al partido.