“Falta entender el 90% de la materia existente”: el cosmólogo que busca descifrar los secretos del universo y sueña con el Nobel

Julio Navarro
Julio Navarro

Cree que, si existiera, Dios armó las leyes que rigen el mundo –que los científicos se dedican a desentrañar– y luego se retiró. Compara al Nobel –que espera que le den un octubre de estos– con una fila del Anses; se fue de la Argentina en 1989 y ya nunca más volvió a vivir aquí; tuvo dos hijos norteamericanos con los que sufre por la celeste y blanca cada cuatro años en los Mundiales.

Julio Navarro, astrónomo especializado en materia oscura y nacimiento de galaxias, recibió el lunes pasado el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Córdoba, donde estudió en los ochenta. Esa noche le pidieron lo que se supone que hay que pedirle a un hombre de Santiago del Estero como él en una velada cualquiera: que agarre la guitarra y cante. Y lo hizo, sin que se le caiga ningún anillo, con la “Zamba y acuarela”, de Raly Barrionuevo. “Debe ser la primera vez que un honoris causa se pone a cantar”, se ríe el investigador de la Universidad de Victoria, en Canadá. También participó esta semana en la 4ª Reunión Regional de Astronomía Extragaláctica, dio una charla sobre “Cosmología, la pesadilla de la física contemporánea” y mantuvo este diálogo con LA NACIÓN sobre el misterio de la materia oscura, que busca desentrañar. “La cosmología, en lugar de responder preguntas, nos abrió más interrogantes. La naturaleza de la materia oscura es uno; el otro es el misterio de la energía oscura, que es otra fuerza o interacción que no gravita, pero influye en la expansión del universo. No sabemos qué son, solo tenemos indicios”.

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–Esas son las áreas donde tus contribuciones fueron más importantes. ¿Qué se sabe de la materia oscura y por qué no se la encuentra?

–He escrito muchos papers, demasiados, pero las contribuciones más conocidas se refieren a la distribución de la materia oscura en el universo. Que es un misterio. El único indicio que tenemos es cómo se mueven las galaxias, las estrellas, los sistemas de galaxias y cómo se curva la luz cuando pasa cerca de galaxias. Así vemos la masa gravitante y la comparamos con la masa total de estrellas y ahí hay un déficit: la cantidad de materia que se ve, se puede contar, el inventario, no da. Es decir, siempre hay más materia que la identificable. La idea es que existe, gravita, pero no interactúa con la luz. Creemos que es una partícula fundamental que no interactúa con la luz. Nuestra contribución es cómo esa materia oscura se esparce por el universo, en qué halos, donde se forman las galaxias. Sin materia oscura no podrían existir las galaxias. El resultado simple y poderoso se compara con observaciones y es una predicción bastante simple, que se hizo conocida porque es el modelo estándar para comparar: ves una galaxia y la comparás con el modelo de Navarro y compañía, por eso tuvo bastante aceptación. Casi todas las observaciones que tenemos son compatibles con las predicciones que hicimos a fines de los 90.

–¿Tus predicciones se corresponden con la empiria?

–Claro, exacto, son observaciones consistentes con los modelos.

–¿La materia oscura puede ser una partícula entonces? La materia oscura se sabe que existe porque genera movimientos gravitatorios, pero si son partículas quizás puede estar en el universo visible, como los neutrinos.

–El neutrino es un ejemplo del tipo de partícula que estamos buscando. El neutrino no interactúa con la luz, sí con otras partículas fundamentales, pero con una interacción débil, es prácticamente transparente. Sabemos que la materia oscura no son los neutrinos, pero si podría ser una partícula similar. Pero cuál y cómo, no se sabe, en eso están muchos científicos y experimentos en Europa, Japón, EE.UU. y Canadá. La están buscando, pero por el momento no han sido exitosos. Cada uno busca en un pequeño espacio de parámetros.

Julio Navarro
Julio Navarro

–¿Por qué hay tanto interés en encontrarla y tanta inversión en la materia oscura? ¿Es porque origina a las galaxias?

–Una razón es porque la mayor parte de la materia es materia oscura. Lo que conocemos, la materia de la tabla periódica, el hidrogeno, helio, carbono, todo lo que se ve, esa materia no es. Es otra cosa (ríe). Y la mayor parte de la materia es oscura, es diez veces más en cantidad. Todos los modelos que tenemos para entender las partículas atañen a una parte ínfima, menos de un décimo de la materia del universo. Nos falta el 90%. Si uno puede entender eso, será un gran avance. Que puede llevar a otras cosas, tecnologías, lo de siempre en la ciencia. Después de responder una pregunta se generan conocimiento y tecnologías.

–¿Por qué se resiste la materia oscura: hace falta una hipótesis revolucionaria, o hay que buscar minuciosamente en lugar particulares del universo?

–Si lo supiera ya me hubieran dado el Nobel (ríe). La hemos buscado donde los experimentos nos dejan vislumbrar cosas. Un candidato a ser materia oscura muy popular hace unos años eran las partículas supersimétricas, que debieron verse en el CERN de Suiza (LHC, o máquina del Big Bang). Se creía iban a aparecer allí, se especulaba que ellas podían ser. Lamentablemente, en el CERN no hubo ningún indicio de que existan. Puede que la teoría esté mal o que ocurra a otras energías, más grandes. No queda claro. Esa falta de supersimetría llevó a una revolución en los modelos teóricos. Se pensó podría ser más energético, mucho, mucho, mucho más energético. Eso genera tensiones, pero motiva la revisión de los modelos teóricos. La búsqueda de materia oscura motiva hacer física más allá del modelo estándar (de partículas), que es un modelo sofisticado y exitoso que explica lo que conocemos. Pero le falta algo, un 90% (ríe). Eso va a llevar a una revolución cuando se mida y se entienda. La astronomía, lo que yo hago, es la única herramienta que tenemos para saber cuánta materia oscura hay, por qué hay más en una galaxia que en la otra. Las galaxias pequeñas tienen más materia oscura, por ejemplo, lo que nos llevó a descartar a los neutrinos.

–¿Cómo te llevás con las ideas que exceden la ciencia, digamos, las espirituales, ya que la cosmología es una manera de aproximarse al secreto de por qué existe el universo? ¿Vos qué creés?

–Creo que todos tenemos una parte espiritual, que nos motiva, que se puede llamar fe, algo más que las cuentas y el dibujo en la computadora. Ese algo más no tiene por qué mezclarse con la ciencia, que es un estudio de la naturaleza. Tengo la impresión de que, si hay un ser superior, lo mínimo que le pido es que nos dé las leyes de la naturaleza y nos deje verlas. A los neutrones no les importa ni el peronismo ni el antiperonismo, por decir algo, son leyes inmutables. Si este ser supremo existe, nos ha puesto aquí en este planeta pequeño, que nos deje entender, que nos dé la chance de descifrar las leyes fundamentales. Por ahora nos fue bien en los últimos cien mil años de existencia, tenemos una visión clara de dónde viene y a dónde va el universo. En los últimos 50 años entendimos cuáles son las cosas principales del universo, cuánta luz, cuánta energía hay, tal vez no los detalles, pero reconstruir la historia, la historia más grande del mundo, es sobrecogedor desde el punto de vista intelectual. Y aportar desde mi lado es emocionante.

–¿Creés entonces en un Dios que hizo las leyes y se apartó del mundo?

–Es una forma de decirlo, exactamente. No soy muy religioso, pero todos tenemos una parte espiritual, que es lo que nos distingue, nos hace humanos.

–También investigás en galaxias, ¿qué se sabe de la Vía Láctea, su nacimiento y muerte?

–La Vía Láctea es una galaxia espiral, donde las estrellas están como en un plato o un cd, aunque ahora nadie sabe lo que es un cd (ríe). Un elepé, decíamos antes. Todas dan vueltas en círculos. Es medio raro, ¿no? ¿Por qué dan vueltas todas las estrellas en un círculo? Eso lo podemos explicar y fehacientemente hemos reconstruido la historia de por qué se dio así. Faltaría algún detalle, pero sabemos muchísimo.

–Otro logro de la especie.

–Lo que más me interesa es que La Vía Láctea es bastante grande y tenemos satélites de la Vía Láctea, que dan la vuelta como la Luna a la Tierra. Son las galaxias más cercanas que podemos estudiar. Son muy débiles, con pocas estrellas. Los alrededores de la Vía Láctea, la vecindad, es un campo muy fértil de estudio de galaxias pequeñas o enanas, y a eso me dediqué los últimos años, a descubrir las más pequeñas o menos luminosas. Hace poco descubrimos una nueva, en Canadá con nuestro grupo: la Vía Láctea tiene 20.000 millones de estrellas, y esta nueva galaxia tiene 16 estrellas.

–¿Es la más chica jamás encontrada?

–Sí, es la más chica y menos luminosa. El trabajo será publicado en Astrophysical Journal. Yo quería Science o Nature, pero mis colegas son más precavidos, a los argentinos nos gusta el bombo (ríe). Es un descubrimiento muy interesante. Y justo hace poco descubrimos un objeto, una galaxia, con cero estrellas, solo un cúmulo de materia. Debería haber muchos halos de materia oscura sin estrellas, tal vez con algo de gas: eso también lo habíamos predicho. Poder descubrirlos sería algo bastante importante. Pero los científicos demoran en convencerse, cuando son cosas nuevas y dicen “hay que estudiarlo más”.

–Mencionaste el Premio Nobel, ¿qué tiene que pasar para que te lo den?

–Uno nunca sabe. Hay una nominación que me llega a mí como a otros, pero el comité es secreto y no se conocen las discusiones hasta 50 años después. Es como la cola del Anses: una cola larga, por ahí llegás o por ahí no. Te morís esperando. La cola del Anses es como el Premio Nobel, estás a tres cuadras y no sabés si te toca. Personalmente, no creo, pero bueno, si se llegara a dar, como todos los premios… Es como la lotería: no te la merecés, pero si te la dan, lo agarrás (ríe).