"Facilitadores" de frontera: víctimas colaterales del colapso del régimen de Al Asad
Al Nasib (Siria), 15 dic (EFE).- Entre las víctimas colaterales del colapso del Estado sirio de Bachar al Asad está la multitud de pequeños trabajadores informales en forma de tramitadores, taxistas, limpiadores y, directamente, "mulas" o pequeños contrabandistas que viven en y por las fronteras, que ahora protestan para volver a ocupar su labor.
El paso fronterizo de Al Nasib, entre Siria y Jordania, en la provincia de Daraa, es el principal punto de tránsito entre ambos países y quedó cerrado hace una semana cuando insurgentes locales expulsaron al Ejército de Al Asad -que más bien huyó o se diluyó- y se sumaron a la ofensiva sobre Damasco que la alianza islamista Organismo de Liberación del Levante (HTS, en árabe) desarrollaba desde el 27 de noviembre desde el norte.
Este domingo, a primera hora de la mañana y ante el rumor de que el paso volvía a abrirse, decenas de estos trabajadores acudieron para toparse con los combatientes de HTS que desde hace unos pocos días han asumido el control de la frontera -pero no de migraciones ni de pasaportes-, y que todavía les dicen que no pueden trabajar.
Faltan papeles, justificantes de empleo y, para los que trabajan en el lado jordano, listas con sus nombres para que puedan regresar allí. Burocracia, no política, es lo que impide el paso.
Sólo ganarse la vida
Mohamed al Radi, de la próxima ciudad de Al Nasib, explica a EFE rodeado de su compañeros que ellos solo quieren ganarse la vida con sus diferentes trabajos.
"Facilitar trámite de vehículos, carga de camiones y otras cosas...(...) No tenemos permisos, nunca los tuvimos antes, hemos empezado a trabajar solo con el carnet de identidad, pero luego los responsables ya nos conocían de cara y ya. Sólo pasa esto desde la caída del líder antiguo", dijo.
El diálogo de la multitud con los combatientes de las HTS, todos muy jóvenes y ya vestidos con uniformes y botas militares nuevas, es a veces vociferante, pero la tensión no pasa nunca a mayores y, de hecho, es pausada por los propios milicianos.
"Tenemos armas, pero nunca vamos a usarlas contra vosotros", llegan a decir, mientras solicitan calma y organización a los trabajadores fronterizos.
Al Radi reconoce esa labor a EFE: "Ya nos abrirán la frontera, seguro. Llevamos una semana sin trabajar y hay personas que mantienen familias de 10 o 15 miembros. No tenemos ni sabemos otros trabajos que estos", antes de señalar que "no se sabe si todo irá bien o mal con ellos, no hemos trabajado aún para decidir, pero su trato está bien, cooperan".
Implícito en este intercambio está el hecho, común en muchísimas fronteras del mundo, de que las propinas y otros incentivos para funcionarios y guardianes son los que permiten que prospere este tipo de negocios, y los milicianos de HTS, venidos muchos de Idlib, en el extremo norte de Siria opuesto a Al Nasib, no parecen muy afines a esas prácticas.
Una nueva autoridad
El jefe de todos ellos aquí es Mohamed al Baqur. No usa rango militar como tal y sus hombres se dirigen a él como "abu" (padre), un apelativo cariñoso para este hombre que no supera los 30 años y luce, pese al uniforme, como el estudiante de una escuela coránica.
"Llegamos ayer al cruce. El nuevo gobierno nos mandó para recibir a las personas que vuelven de Jordania o los que van al otro lado. Todo va bien. Aquí nos dicen que el trato en el cruce se cambió totalmente. Sólo queremos facilitar el paso de civiles, de entrada y salida", resumió a EFE.
Al Baqur indicó que ya está en marcha una administración nueva para el puesto de frontera, con nuevo director y empleados que empezará a trabajar en breve. También que hay colaboración con el lado jordano de la frontera, como pudo atestiguar EFE.
Su presencia, resumió, es solo para dar seguridad en estos momentos mientras el nuevo gobierno de Siria pueda asumir la labor plena y también resolver "todos los asuntos pendientes del exrégimen y Jordania".
Sus hombres son aún más jóvenes, y se toman el trabajo de manera informal, pero siempre sonrientes y amables, toda una novedad.
Mohamed al Zubani, 44 años, regenta el puesto ambulante de café y té en el cruce y su vida depende de los taxistas que aguardan a su vez a los viajeros que solían cruzar por este punto. Está contento de poder volver. Es su primera jornada de trabajo en siete días y tiene que dar de comer a una familia de siete personas.
"Esperamos que se abran las fronteras, si Dios quiere", dijo.
Álvaro Mellizo
(c) Agencia EFE