Nuevas expulsiones abruptas en la frontera dividen a las familias venezolanas

Denise Chang, a la derecha, quien dirige Colorado Hosting Asylum Network, una organización sin fines de lucro en Denver que ayuda a los refugiados recién llegados, habla con voluntarios en una casa que recibirá a dos familias venezolanas, en Centennial, Colorado, el 28 de octubre de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)
Denise Chang, a la derecha, quien dirige Colorado Hosting Asylum Network, una organización sin fines de lucro en Denver que ayuda a los refugiados recién llegados, habla con voluntarios en una casa que recibirá a dos familias venezolanas, en Centennial, Colorado, el 28 de octubre de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)

Miguel Peñaranda, su esposa y sus dos hijastros creían que la larga odisea que comenzó hace siete años cuando salieron de Venezuela había terminado cuando llegaron a Estados Unidos el 6 de octubre. Pero resultó que algunos de sus peores problemas apenas empezaban.

Tras entregarse a la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos en El Paso, Texas, los Peñaranda fueron colocados en celdas separadas —para hombres y mujeres— y supusieron que el trámite de su solicitud inicial de asilo duraría uno o dos días.

Peñaranda, de 44 años, y su hijastro de 18 años fueron liberados tres días después en Brownsville, Texas, pero no había señales de su esposa ni de su hijastra de 20 años.

Pasó una semana angustiosa hasta que Peñaranda recibió una llamada de su esposa, Heyllyn Yepez. “Mi amor, qué alivio escuchar tu voz”, recuerda que le dijo; sollozaba. “¡Estamos en México! Nos deportaron y nos enviaron a Acapulco”, agregó.

La familia era una de muchas pertenecientes a la gran cantidad de migrantes venezolanos que este año han llegado a Estados Unidos y se han visto trastocadas por el abrupto cierre de la frontera el mes pasado del gobierno de Joe Biden.

La decisión de expulsar a los venezolanos en virtud de una política de la época de la pandemia que permite las expulsiones rápidas (que antes se aplicaba sobre todo a los mexicanos y centroamericanos) ha tenido el efecto no deseado de dejar atrapadas a muchas familias venezolanas en lados opuestos de la frontera entre Estados Unidos y México.

Jeff Chang, voluntario de Colorado Hosting Asylum Network, trabaja con otro voluntario para colocar un marco de cama en una casa que recibirá a dos familias venezolanas, en Centennial, Colorado, el 28 de octubre de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)
Jeff Chang, voluntario de Colorado Hosting Asylum Network, trabaja con otro voluntario para colocar un marco de cama en una casa que recibirá a dos familias venezolanas, en Centennial, Colorado, el 28 de octubre de 2022. (Stephen Speranza/The New York Times)

Un venezolano que se encontraba en Utah había ganado suficiente dinero para traer a su mujer y a sus tres hijos pequeños, solo para verlos detenidos en México cuando se anunció la ampliación de la política de expulsión. Una mujer venezolana que llegó a Nueva York en septiembre con su marido y sus dos hijos dijo que su madre y sus hermanas estaban varadas en Costa Rica y no podían reunirse con ella si la frontera seguía cerrada.

“No pueden volver a casa, porque tendrían que atravesar la selva. Y no pueden venir aquí”, dijo la mujer, Loiseth Colmenares, de 30 años. “La mayoría de las familias están así: teníamos familiares en camino y ahora no podemos traerlos”.

“Estamos perdiendo la esperanza de reunirnos con nuestras familias”, añadió.

Tres gobernadores republicanos acentuaron lo que su partido ha llamado la “crisis fronteriza de Biden” al transportar a miles de migrantes desde la frontera a ciudades como Nueva York, Washington y Chicago, donde funcionarios municipales y organizaciones sin fines de lucro no preparados tuvieron que apresurarse a encontrar refugio y brindar otros servicios. Pero el gobierno de Biden creó un nuevo ciclo de confusión y ansiedad cuando de repente prohibió la entrada a la mayoría de los venezolanos, incluidos muchos que se reunían con otros familiares que ya estaban en Estados Unidos.

“No es la separación familiar intencional que ocurrió bajo Trump, pero sigue teniendo un impacto devastador en las familias”, dijo Wendy Young, presidenta de Kids in Need of Defense, una organización sin fines de lucro dedicada a la protección de niños migrantes no acompañados.

“Es una consecuencia de políticas migratorias que no están bien pensadas”, dijo.

Las separaciones involuntarias de las familias son solo una parte del caos generado por la llegada de muchos más venezolanos de los que las instalaciones fronterizas de Estados Unidos estaban preparadas para atender.

El gobierno de Biden ha luchado durante el último año con la mayor afluencia de migración no autorizada desde mediados de la década de 2000. Casi 200.000 venezolanos se encontraban entre los 2,4 millones de migrantes que se calcula que llegaron a la frontera en el año fiscal 2022, en medio de crisis económicas, políticas y climáticas que han obligado a personas de todo el mundo a viajar a Estados Unidos.

En las semanas anteriores a la nueva política de expulsión, las presiones sobre las instalaciones fronterizas estadounidenses habían llegado a ser extremas, creando una situación de hacinamiento cuya dimensión apenas se está poniendo de manifiesto, a medida que los migrantes a los que se les ha permitido entrar en Estados Unidos relatan sus penurias.

En algunos casos, al parecer, los agentes de la Patrulla Fronteriza enviaron a los migrantes venezolanos a ciudades aleatorias de todo el país, como Denver, Salt Lake City y Sacramento, California, donde muchos no tenían familiares ni amigos que los recibieran. Los trabajadores humanitarios de esas ciudades dijeron que algunos migrantes llegaron con papeles migratorios en los que figuraban direcciones locales arbitrarias en las que se les había dicho que encontrarían asistencia, aunque los refugios locales no estaban preparados para recibirlos.

Autumn González, abogada voluntaria y miembro de la junta directiva de NorCal Resist, una red no lucrativa que ayuda a inmigrantes, dijo que ocho inmigrantes desconcertados se presentaron en Sacramento en septiembre con la dirección que les habían dicho en la frontera que era la ubicación de un refugio. Resultó ser un edificio de oficinas. “Es jugar con la vida de la gente”, dijo.

Luis Miranda, portavoz del Departamento de Seguridad Nacional, dijo que los agentes de la Patrulla Fronteriza preguntaban a los migrantes dónde piensan ir después de ser liberados de la custodia. Explicó que, a los que no lo saben, se les permite proporcionar la dirección de una organización no gubernamental.

Miranda señaló que no se había separado a las familias de manera deliberada, pero que podía haber casos en los que el papeleo de los miembros adultos de la familia no podía ser tramitado en conjunto o se les separaba al ser detenidos y permanecían así.

“En los casos en los que esto ha sucedido y somos conscientes del problema, actuamos para reunir a esos miembros de la familia”, dijo en un comunicado.

Miembros del personal de Kids in Need of Defense dijeron que algunos venezolanos ahora varados en México estaban tan desesperados que intentaban enviar a sus hijos solos a un lugar seguro en Estados Unidos, sabiendo que los menores no serían expulsados, una situación que crea separaciones adicionales.

“Les hemos advertido los riesgos asociados a esta acción”, dijo Megan McKenna, directora senior de involucramiento público del grupo.

Peñaranda dijo que su familia seguía considerando qué hacer. Regresar a Venezuela no es una opción y no está seguro de que las autoridades mexicanas les permitan a todos permanecer en México.

“Habría preferido que me mandaran a China, a cualquier otra parte, en lugar de que nos separaran. Entiendo que no fue la manera correcta de entrar al país. Pero esta no es manera de tratar a la gente”.

c.2022 The New York Times Company