Eugenio Garza Sada: empresario, filántropo y promotor de la educación

¿Por dónde comenzar cuando se habla de don Eugenio Garza Sada?, ¿por su visión para crear el primer holding de empresas en México o por la austeridad que lo caracterizaba?

¿Por su impulso a la educación o su metódico y ordenado estilo de vida?, ¿por su carrera, que lo llevó de ser auxiliar en el Departamento de Estadística de Cervecería Cuauhtémoc a convertirse en el empresario más importante de su época o de su sorpresiva muerte que causó indignación y tristeza en la sociedad mexicana? Y es que pocos empresarios mexicanos pueden contar una historia tan vasta como la del regiomontano, fallecido hace 48 años, reconocido por su participación en la fundación del Tecnológico de Monterrey, el crecimiento de las empresas que hoy forman FEMSA y su impacto social a través de diversas obras en pro del deporte, los derechos laborales y la salud en Monterrey.

Si comenzamos por el principio, como mandan los cánones, habrá que decir que don Eugenio Garza Sada nació en Monterrey, Nuevo León, el 11 de enero de 1892. Hijo del empresario Isaac Garza y de Consuelo Sada, a los nueve años de edad fue enviado a estudiar en el Colegio San Juan Nepomuceno, a cargo de jesuitas, en Saltillo, Coahuila, y en 1906 regresó a Monterrey para ser inscrito en el recién fundado Instituto Científico de la Sagrada Familia, conocido como el Colegio Hidalgo, para posteriormente cursar la preparatoria en el Western Military Academy, en Estados Unidos.

Pasada esa formación militar, entre el 28 de septiembre de 1910 y el 9 de junio de 1914, cuando en nuestro país estalló la Revolución Mexicana, Garza Sada cursó la carrera de Ingeniería Civil en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), de acuerdo con el libro Don Eugenio Garza Sada. Ideas, acción, legado, escrito por la historiadora Gabriela Recio Cavazos.

En 1917 junto con su familia que se había ido a vivir a Estados Unidos, el joven Eugenio regresó a Monterrey e ingresó a laborar en la cervecería como auxiliar del Departamento de Estadísticas con un salario mensual de 125 pesos. Poco menos de cuatro años después, el 6 de mayo de 1921, se casaría con Consuelo Lagüera, hija del cónsul de España en Monterrey, con quien tuvo ocho hijos: Eugenio, Alejandro, Alicia, Consuelo, Gabriel, Marcelo, David y Manuel.

Foto: Especial

Mientras la familia de don Eugenio crecía, lo mismo sucedía con su carrera en la cervecería: en 1925 trabajó como asistente en el Departamento de Ventas y en 1927 fue designado subgerente de Cervecería Cuauhtémoc. Para ese entonces solicitó un aumento salarial que quedó en 24,000 mil pesos al año, además de que en ese mismo instante ya contaba en su poder con 120 acciones de la empresa; y aunque solo era el 0.2% del total, con el paso del tiempo, él y su hermano Roberto, quien tenía la misma cantidad de acciones, se convirtieron en los mayores accionistas.

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Esto, claro, es si comenzamos por el principio. Pero si queremos hablar de don Eugenio Garza Sada también podemos hablar de su personalidad.

“A don Eugenio no le gustaba participar en eventos públicos. Hombre de carácter reservado prefería estar en Monterrey cerca de sus negocios y familia. Evitaba los reflectores y no le gustaba jactarse de los grandes logros que las empresas bajo su liderazgo habían alcanzado”, se lee en el libro de Recio Cavazos.

Cuando tenía 76 años afirmaba que trabajaba en promedio unas 45 horas a la semana, un promedio de nueve horas de lunes a viernes, descansando sábado y domingo.

A don Eugenio no le gustaba salir en ningún periódico y era muy austero”, añade Recio Cavazos.

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Y sí, don Eugenio supo diferenciar su vida privada de sus empresas. Cuando estaba en su casa, en la colonia Obispado de Monterrey, le dedicaba tiempo a su jardín, y en su rancho en Santa Catarina (en la zona conurbada de la capital neoleonesa) llamado el Aguacatal, del que era copropietario su abogado y amigo Manuel Gómez Morín, algunos veranos se iba a vivir ahí para estar más cerca de la naturaleza y disfrutar todo lo que tenía sembrado.

Lector ávido de revistas científicas, inventor en sus ratos libres (quería desarrollar una máquina que escribiera lo que se dictaba o un diferente tipo de rastrillo), don Eugenio también era amante de la música y de tocar el piano.

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Pero la austeridad era también uno de los rasgos que más lo definían. Su habitación era pequeña, así como su armario, donde solo tenía tres trajes y no necesitaba más pues decía que solo tenía un cuerpo para usarlos.

“Una de las cosas que más me sorprendió del personaje es conocer su casa y sobre todo su cuarto que es diminuto, para el empresario que fue. Es un cuarto chiquitito donde nada más cabía una cama pequeña, dos burós, un lugar donde guardaba su ropa, un clóset diminuto y un sombrero. Era muy austero”, afirma Recio Cavazos.

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No solo la personalidad es necesaria para tener una idea de cómo era don Eugenio. Sin duda, su legado como empresario y promotor de la educación así como las innovaciones que impulsó son indispensables para conocerlo.

Él decía que “el lucro no es para satisfacciones egoístas, sino un instrumento de inversión y desarrollo económico y social”, recuerda César Salinas del Centro Eugenio Garza Sada, quien destaca que los proyectos del empresario siempre tuvieron impacto en la movilidad económica que se traducía en desarrollo social.

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Como empresario no sólo fue protagonista de la expansión y auge de la Cervecería Cuauhtémoc, sino que en enero de 1936 reorganizó la empresa –luego de diversas adquisiciones de otras cervecerías y la creación de fábricas de diversos insumos– bajo el control de VISA, creando así el primer holding del país, modelo que en años posteriores siguieron otros empresarios.

“El nuevo esquema organizativo (…) fue muy importante en un periodo de creciente intervención estatal. En caso de que alguna de las empresas del holding tuviera problemas políticos o financieros, éstos podrían ser circunscritos a la empresa en cuestión y no se propagarían al conjunto de las empresas que formaban parte de la controladora. VISA fue la primera empresa controladora en el país. Este nuevo diseño permitió a don Eugenio expandir sus crecientes negocios con una base financiera más sólida”, resume en su libro Recio Cavazos.

Estas acciones sentaron las bases para la creación de lo que hoy conocemos como FEMSA: un grupo con más de 320,000 colaboradores, con presencia en trece países del continente, ingresos superiores a los 24,000 millones de dólares en 2020 y una utilidad de 2,086 millones de dólares en el mismo año.

Pero vayamos un poco antes de esta modernización y su resultado actual. Desde que tuvo cargos estratégicos en la cervecería, una de las preocupaciones fundamentales de don Eugenio se enfocaba en sus trabajadores; por ello, procuró que sus colaboradores y sus familias disfrutaran de prestaciones muy por encima de lo establecido en la ley, incluso rebasando lo que exigían los sindicatos más aguerridos.

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Como subgerente de la Cervecería Cuauhtémoc, mantuvo el programa de vivienda de la empresa, dirigido y promovido por Luis G. Sada, que comenzó en 1922 y que dio lugar al establecimiento de la primera colonia fraccionada para los trabajadores, la cual fue llamada Colonia Cuauhtémoc, en Monterrey cuya construcción duró de 1924 a 1928 en un predio con una extensión de 130,000 metros cuadrados, de los cuales 23,000 se destinarían para la construcción de parques. Los precios de las viviendas eran subsidiados por la empresa pues el programa no tenía fines de lucro y la compañía asumía los intereses de los préstamos.

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En el tema de vivienda, el sello de don Eugenio se notó con claridad en 1941, cuando siendo ya directivo de la Cervecería, dinamizó todos los programas de prestaciones, servicios y beneficios existentes. Ese año creó el programa “Todos con casa habitación propia”, adquiriendo terrenos que pedían fraccionarse para los trabajadores. En este programa se construyó la Colonia Cuauhtémoc en San Nicolás de los Garza, Nuevo León, en los años 50, que subió al máximo los estándares de las colonias obreras. Entre 1951 y 1971 se entregó una casa cada 48 horas, y el 79% de los colaboradores de la empresa tenían una casa propia.

La iniciativa se expandió para crear proyectos similares en otras zonas de Monterrey, así como en otras ciudades donde tenía fábricas de cerveza, como Guadalajara, Jal; Nogales, Ver; Culiacán, Sin, y Tlalnepantla, Edomex. Tuvieron que pasar muchos años para que en 1972 el gobierno creara el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), el cual desde entonces otorga créditos a los trabajadores para adquirir vivienda. De igual forma ocurrió con la salud. Desde antes de la creación del Instituto Mexicano del Seguro Social, los trabajadores de la Cervecería Cuauhtémoc contaban con un programa de atención médica privada, y seguros de vida y enfermedad.

También promovió la educación; primero con escuelas para sus trabajadores y luego para los hijos de sus colaboradores pero, sin duda, en materia educativa destaca la creación del Tecnológico de Monterrey, un proyecto en el que don Eugenio se involucró en 1941 y lo concretó dos años después y desde entonces se le dedicó en cuerpo y alma durante los últimos 30 años de su vida (1943-1973) y al que cariñosamente llamaba “su noveno hijo”.

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Finalmente, se puede conocer un poco más de don Eugenio Garza Sada al repasar los últimos años de su vida.

A la muerte de su padre en 1933, tanto él como su hermano Roberto tomaron las riendas de la cervecería y fueron protagonistas de su crecimiento (no sin sortear diversos obstáculos) hasta mayo de 1969, cuando anunciaron públicamente su retiro y dejaron el control del grupo en manos de sus hijos.

No obstante el anuncio, don Eugenio siguió pendiente del negocio.

“Siempre estaba revisando todo lo que hacían, opinaba, y eso aun después de que supuestamente se había retirado en el 69. Pero estaba con el dedo en el renglón”, afirma Recio Cavazos, y así fue hasta la mañana del 17 de septiembre de 1973.

En su libro, Recio Cavazos narra que al día siguiente de su muerte más de 160,000 empleados de las empresas del grupo pararon operaciones en señal de luto, al tiempo que se hizo un homenaje en la rectoría del Tecnológico de Monterrey. Más de 150,000 personas salieron a las calles de la capital neoleonesa para presentar sus condolencias y acompañar al cortejo; el mar de gente ni siquiera permitía que el auto que llevaba el cuerpo pudiera avanzar. Hoy, a casi 50 años de su fallecimiento, su influencia social sigue dejándose sentir.

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