Eugene Levy jamás quiso ver el mundo

Eugene Levy en Nueva York, el 22 de febrero de 2023. (Heather Sten/The New York Times)
Eugene Levy en Nueva York, el 22 de febrero de 2023. (Heather Sten/The New York Times)

Eugene Levy nunca ha sido viajero.

Cuando era niño, en Hamilton, Ontario, lo más lejos que sus padres podían llevarlos a él y a sus hermanos era a Crystal Beach, en el lago Erie, a hora y media en auto. Pasaban dos semanas al año en las mismas cabañas infestadas de arañas, comiendo en el mismo restaurante de “fish and chips” y visitando el mismo parque de atracciones. Levy montó en tren por primera vez a los 8 años y nunca repitió la exótica experiencia.

A sus 76 años, Levy mantiene la postura ancestral de que lo conocido es el mejor lugar para existir. ¿Por qué iba a abandonar su vida en el barrio de Pacific Palisades de Los Ángeles, donde cada día promete comodidad? Cada mañana, se levanta y se pone los anteojos redondos de pasta que compró al por mayor y que lleva con el mismo estilo descatalogado desde hace más de una década. Bebe café con nata y azúcar. Si es miércoles o viernes, juega golf, siempre con la misma gente y la mitad de las veces sin molestarse en llevar la cuenta.

Si está trabajando en algo, Levy baja a su despacho para escribir, editar o repasar guiones. Puede que él y su esposa desde hace 45 años, Deb Divine, vayan a West Hollywood a ver a su hija, Sarah, y a su hijo pequeño. A menudo cenan con Martin Short, amigo de Levy desde hace más de cinco décadas, que vive a menos de cinco minutos.

“Me encanta no tener nada en la agenda”, afirmó Levy.

Por eso, cuando David Brindley, productor ejecutivo, y Alison Kirkham, ejecutiva de programación de Apple TV+, llamaron a Levy en 2021 y le pidieron que presentara un programa de viajes, dijo que no.

Eugene Levy en Nueva York, el 22 de febrero de 2023. (Heather Sten/The New York Times)
Eugene Levy en Nueva York, el 22 de febrero de 2023. (Heather Sten/The New York Times)

Nunca llevarían a Levy a un safari, les dijo. Había visto animales en programas sobre la vida salvaje y no necesitaba recorrer medio mundo para volver a verlos. No le gusta el agua. No le gusta el calor; no le gusta el frío. Esto, junto con la vehemente aversión de Levy al sushi y el miedo a la humedad que podría estropearle el pelo, se convirtió básicamente en la guía de episodios de “Eugene Levy: El antiviajero”, que se estrenó el viernes en Apple TV+ y sigue a Levy desde Finlandia hasta las Maldivas. Hay un episodio de safari, otro de calor, otro de frío, otro de selva y mucho pescado crudo.

Como se puede deducir del título, la falta de Levy de cualquier cosa que se parezca a la pasión por los viajes es el truco definitorio. Pero también es genuino, y el propio presentador aún no tiene ni idea de por qué alguien pensaría en él para el papel de guía de viajes.

“No soy una persona curiosa”, dijo en una entrevista la semana pasada. “No tengo sentido de la aventura”. No puede fingir que le entusiasman cosas que no le emocionan e históricamente no ha tenido interés en ser él mismo ante la cámara en algo más largo que una aparición en un programa de entrevistas.

“Como actor de personajes extravagantes, cuanto más lejos está el personaje de mí, más cómodo me sentía haciéndolo”, dijo Levy, invirtiendo sus magníficas cejas en un chevrón. “Cuanto más cerca está de mí, el factor interesante empieza a caer”.

Es un sentimiento que expresó una y otra vez mientras hablábamos en un restaurante de Manhattan.

“Esta es la entrevista más larga que me han hecho”, afirmó antes de sentarse en la sala privada, al parecer desconcertado sobre cómo íbamos a ocupar el tiempo.

“Estoy divagando”, dijo después, sin divagar. No parecía tanto una expresión de ansiedad como la valoración inconsciente de un escritor de que este diálogo podría ser más ajustado y más contundente.

La carrera de Levy ha sido una serie de conjuntos y compañías de repertorio. Su primer papel profesional fue unirse a Short en el montaje de la ahora famosa producción de 1972 de “Godspell” en Toronto, con un reparto que incluía a Andrea Martin, Gilda Radner y Victor Garber. Años más tarde, Levy, Short y Martin se unieron a John Candy, Catherine O’Hara, Rick Moranis y Harold Ramis, entre otros en “SCTV” (1976-84), el entrañable programa canadiense de comedia de “sketches” que surgió de la rama de Toronto de la compañía de improvisación y escenas cómicas Second City.

En la década de 1990, Levy se convirtió en uno de los líderes de la preeminente compañía de falso documental del cine, coescribiendo (con Christopher Guest) y protagonizando “Waiting for Guffman” (1996), “Best in Show” (2000), A Mighty Wind” (2003) y “For Your Consideration” (2006). Interpretó al “padre de Jim”, Noah Levenstein, en ocho de las nueve películas de “American Pie”. A través de esta obra, se convirtió en la personificación cómica de hombres con gafas, en su mayoría bienintencionados que, en opinión de Levy, “no eran necesariamente los más inteligentes”.

Fue en “Schitt’s Creek”, la gran comedia de situación que Levy creó con su hijo, Dan, sobre un grupo de personas mimadas que adquieren sensibilidad al exponerse a la vida real, donde más se acercó a retratarse a sí mismo: un padre afable y acomodado que viste trajes bonitos y no tolera los malos hoteles. Trabajaba con sus dos hijos —Sarah interpretaba a una camarera llamada Twyla— y la cercanía del papel con él mismo creó una doble conciencia en su interpretación que no había experimentado antes.

“No puedo creer que mis hijos estén delante de la cámara con Catherine O’Hara”, pensaba Levy mientras actuaba en una escena con O’Hara.

Al final de su sexta temporada, “Schitt’s Creek” había ganado nueve Emmys, incluyendo un premio al mejor actor principal para Levy. Ese éxito y repercusión lo llevaron a “El antiviajero”. Había descartado hacer otra serie de comedia porque creía que nada sería tan bueno como “Schitt’s”. Habría pensado en un drama, pero entonces Brindley y Kirkham lo llamaron con su idea para la serie sin guion, que era diferente de todo lo que había hecho antes. Según Levy, el concepto original era “Room With a View”, una serie sobre hoteles de lujo de todo el mundo.

La mujer de Levy se sorprendió cuando le dijo que iba a aceptar el trabajo.

“Está fuera de su zona de confort”, señaló Divine. Ella le preguntó: “Eugene, de verdad, ¿vas a hacerlo?”. Lo hizo, en parte porque Kirkham y Brindley habían demostrado su flexibilidad creativa modificando el encargo para centrarse en el cálido carácter cascarrabias de Levy.

“Me encanta la gente con la que trabajo”, afirmó Levy.

Los colaboradores de Levy se sienten atraídos por su dulzura y su falta de pretensiones, junto con su metódica brillantez.

“‘Schitt’s Creek’ es un ejemplo perfecto de ello”, confirmó Short. “Todo es lógico y algunas cosas son exageradas, pero aun así están basadas en lo que pasaría y podría pasar. Eugene es muy específico”.

Un rasgo distintivo de los personajes de Levy es que son más divertidos cuando actúan: pensemos en el doblemente zurdo Gerry Fleck, de “Best in Show”, que con frecuencia se topa con gente que se ha acostado con su mujer, Cookie (O’Hara). Al menos en un aspecto, el personaje de Levy en la pantalla se acerca a su papel familiar.

“Es el centro de todas las bromas”, opinó Sarah Levy sobre el falso estatus de su padre.

Esto es lo que hace que “El antiviajero” funcione, a pesar de que Levy haya evitado durante toda su carrera ser el protagonista o interpretarse a sí mismo.

“Ponerme en primer plano era algo incómodo para mí”, aseguró.

Brindley describe a Levy como “una especie de antiprotagonista”. Resulta extraño ver a alguien que recibe pasivamente —o, como suele ocurrir con Levy, se resiste de manera activa— experiencias que un típico anfitrión de viajes recibiría con entusiasmo, como explorar los mercados abiertos de Venecia, Italia, o zambullirse en las aguas cerúleas del océano Índico.

Cuando a Levy le ofrecen filete de reno, dice: “No quiero comer reno, la verdad”. En un segmento sobre la comida en Japón, Levy traga un diminuto bocado de pescado crudo con el entusiasmo de un niño pequeño que “prueba” un ramillete de brócoli para poder acceder al postre.

“Soy yo”, dice Levy a la cámara durante el mismo episodio, identificando quién es el problema.

Pero los mejores momentos de Levy son, como de costumbre, de conjunto. En la que puede ser la escena más divertida de la serie, Levy va a pescar en el hielo con un hombre y su hijo de 6 años, que no sonríe. Durante la mayor parte del día, Levy no consigue pescar nada, mientras que el niño acumula una enorme pila de percas.

“Sinceramente, el niño me estaba haciendo enojar mucho”, me dijo Levy diez meses después del rodaje, volviendo a meterse en su personaje de hombre descontento, sin peces y con copos de nieve en las cejas. “No creía que le cayera especialmente bien”.

A medida que avanzaba la producción, Levy empezó a abordar las interacciones que normalmente se saltaba con una nueva actitud.

“Sabes, esto no está mal”, recuerda que pensó. “Me está gustando”. Dijo que las conversaciones que tuvo fueron la parte más memorable de la realización del programa, que incluyó alojarse en dos palacios reales renovados y meter el brazo en el recto de un elefante para obtener una muestra de heces en Sudáfrica. (Levy no consiguió una muestra aceptable).

Sarah Levy fue a varios lugares de rodaje de “El antiviajero” y pasó tiempo con Levy, al igual que Divine. Dijo que, cuando era pequeña, rara vez viajaba con su padre, excepto a lugares donde él trabajaba, a menudo de su casa de Toronto a Los Ángeles en los veranos y a Roma y Montecarlo, Mónaco, un año. (Levy protestó porque una vez sí fueron a “las Barbados”).

Si no fuera por la televisión y el cine, Levy no habría conocido tantas cosas fuera de la existencia envidiablemente satisfecha que ha creado. Y aunque estar metido hasta los codos en un elefante es probablemente lo más lejos que Levy puede estar de jugar golf en la comunidad Pacific Palisades, esa disposición de hacer lo que sea para cumplir con el trabajo —y obtener un cheque— lo ha llevado al éxito. Lo ayudó a crear un hogar que nunca quiere abandonar.

En retrospectiva, Levy dice que se alegra de haber aceptado el trabajo, de una forma típicamente discreta: “En realidad, fue un programa bastante agradable de hacer”.

c.2023 The New York Times Company