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Un nuevo estudio descubre seis maneras de demorar la pérdida de la memoria y reducir el riesgo de demencia senil

El estudio fue realizado en China durante una década y se publicó en la revista científica BMJ
El estudio fue realizado en China durante una década y se publicó en la revista científica BMJ

WASHINGTON.— Un nuevo estudio realizado a más de 29.000 adultos mayores logró identificar seis hábitos conectados con un menor riesgo de desarrollar demencia y una desaceleración del deterioro cognitivo y la pérdida de memoria.

Comer una dieta equilibrada, ejercitar el cuerpo y la mente con regularidad, tener contacto habitual con otros, no beber y no fumar: esos son los seis “factores de vida saludables” que aparecen relacionados con mejores resultados cognitivos en adultos mayores, según un estudio de amplio alcance realizado en China durante una década y publicado el miércoles pasado en la revista científica BMJ.

Aunque la relación entre la demencia y factores como el aislamiento social y la obesidad es conocida desde hace tiempo por los científicos, el alcance y la cantidad de participantes del nuevo estudio representan un aporte de evidencia sustancial al corpus de investigaciones globales que sugieren que un estilo de vida saludable ayuda a que el cerebro envejezca más lentamente.

Además, el estudio también sugiere que llevar una vida sana incluso mejora las chances de las personas con predisposición genética al deterioro cognitivo, un hallazgo “muy esperanzador” para los millones de personas de todo el mundo que son portadoras del gen APOEε4 (apolipoproteína E4), un gran factor de riesgo de la enfermedad de Alzheimer, señala Eef Hogervorst, titular de psicobiología de la Universidad de Loughborough, que no participó del estudio.

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A medida que envejecemos, nuestra memoria sufre un deterioro natural. Algunas personas mayores pueden desarrollar demencia, un término que no refiere a una enfermedad específica, sino que engloba un grupo de trastornos caracterizados por el deterioro de las funciones cerebrales, como el Alzheimer. En muchos casos, sin embargo, puede tratarse de olvidos seniles benignos”, señalan los autores del estudio, como no poder recordar el nombre de un programa de televisión que nos gustaba.

Que la pérdida de la memoria sea gradual no la hace menos dañina, y en algunos casos el deterioro de la memoria relacionado con la edad puede ser un síntoma temprano de demencia. La buena noticia, señalan los científicos, “es que el proceso puede revertirse o estabilizarse, en vez de seguir avanzando hasta un cuadro patológico”.

El estudio publicado en BMJ fue realizado en China y cubrió toda una década, de 2009 a 2019. Los investigadores realizaron pruebas en más de 29.000 personas de más de 60 años y luego rastrearon su avance o deterioro a lo largo del tiempo, lo que se conoce como “estudio de cohorte de base poblacional”. Aunque durante esa década un tercio de los participantes abandonó el estudio —algunos murieron o simplemente dejaron de participar—, los datos recopilados mientras esos individuos formaron parte del ensayo también fueron incluidos en el análisis de los investigadores.

Estilo de vida

Al comienzo del estudio, se les realizaron pruebas de memoria de referencia, así como análisis de detección del gen APOE. También encuestaron a los participantes sobre sus hábitos diarios. Los participantes fueron clasificados en tres grupos en función de su estilo de vida: favorable, promedio y desfavorable.

Para realizar esa clasificación, los investigadores se centraron en seis hábitos de vida modificables:

Ejercicio físico: Al menos 150 minutos de actividad moderada o 75 minutos de actividad intensa a la semana.

Dieta: Ingerir diariamente cantidades adecuadas de al menos 7 de 12 grupos de alimentos (frutas, verduras, pescado, carne, productos lácteos, sal, aceite, huevos, cereales, legumbres, frutos secos y té).

Alcohol: Abstemios o bebedores ocasionales.

Tabaquismo: No haber fumado nunca o ser exfumador.

Actividad cognitiva: ejercitar el cerebro al menos dos veces por semana (lecturas, crucigramas o juegos de mesa).

Contacto social: relacionarse con otros al menos dos veces por semana (actividades grupales o visitas a familiares y amigos).

En el transcurso del estudio, los investigadores descubrieron que las personas en el grupo favorable —o sea que cumplían con más de cuatro factores saludables— y el grupo promedio — dos o tres factores saludables— tenían una tasa de deterioro de la memoria más baja que las personas con estilos de vida desfavorables.

Las personas del grupo de estilo de vida favorable también tenían menos probabilidades de desarrollar deterioro cognitivo leve y demencia.

Los resultados muestran que “cuantos más factores saludables, mejor”, dice Hogervorst. En otras palabras, cuantos más hábitos de vida saludable podamos combinar, mayores serán las chances de conservar la memoria y evitar la demencia.

Y eso fue particularmente cierto incluso para los portadores el gen APOE, asociado con un mayor riesgo de desarrollar Alzheimer.

“Estos resultados brindan una perspectiva optimista, ya que sugieren que aunque el riesgo genético no es modificable, una combinación de factores de vida saludables está asociado con una tasa más lenta de deterioro cognitivo, independientemente del riesgo genético”, escribieron los autores del estudio.

El estudio se destaca por su alcance —casi 30.000 adultos mayores— y su seguimiento a lo largo del tiempo —una década—, y también porque se realizó en China, “mientras que la mayoría de las publicaciones anteriores se basan en casos de países occidentales de altos ingresos”, dice Carol Brayne, profesora de medicina de salud pública de la Universidad de Cambridge, que investiga la relación entre vejez y demencia.

Los autores, sin embargo, reconocen varias limitaciones de su estudio, entre ellas, que los informes de los propios participantes sobre sus hábitos de salud pueden no ser del todo precisos, o que ya eran personas con mayores probabilidades de llevar una vida sana.

Hogervorst señala que algunos de los nuevos hallazgos difieren de los resultados de otros grandes estudios realizados en los Estados Unidos y en Europa. El nuevo estudio descubrió, por ejemplo, que el factor de estilo de vida que más impacto tiene para reducir el deterioro de la memoria es una dieta equilibrada. Pero Hogervorst dice que para otros estudios la dieta es menos importante que el ejercicio físico y mental.

De todos modos, los nuevos resultados coinciden con el amplio consenso científico sobre el vínculo entre nuestra forma de vida y el estado de nuestras funciones cognitivas a medida que envejecemos, y quizá lo más importante, sugieren que nunca es demasiado tarde para mejorar la salud de nuestro cerebro.

“El mensaje que deja el estudio es mayormente positivo”, dice Snorri B. Rafnsson, profesor adjunto de envejecimiento y demencia de la Universidad de West London. “Es decir que la participación frecuente en actividades saludables durante la vejez puede tener un efecto muy positivo en las funciones cognitivas, especialmente en la memoria.”

(Traducción de Jaime Arrambide)

Por Annabelle Timsit