“Aquí no hubo ni una estrella”: Un libro delicado y asombroso

Si el nuevo libro de la escritora argentina Gisela Heffes (Buenos Aires, 1971) fuera una pintura, sería una de Jackson Pollock. Cada uno de los textos son como líneas salvajes dispersas que forman una pieza única, un todo, donde confluyen relatos, textos de no ficción, poesía y crítica literaria. Este trabajo, que se llama Aquí no hubo ni una estrella (SEd ediciones), puede actuar como una biografía creativa de la autora que ejerce también la docencia en Estados Unidos desde principios del siglo XXI.

La autora boliviana Giovanna Rivero hizo una lectura inteligente del libro de Heffes: “En este mapa global espurio, el teclado de la escritora dibuja los contornos de una Latinoamérica en estremecedora mutación. Argentina, Cuba, pero también las patrias imaginarias que toda inmigrante carga, se sostienen de los hilos delicadísimos de la nostalgia, ese costado humilde aunque poderoso de la utopía.”.

Así, Aquí no hubo ni una estrella se impregna en el espacio elegido y lanza un gesto verbal para que el lector se aventure en un viaje estético enriquecedor. Gisela Heffes es escritora y profesora de literatura y cultura latinoamericana en la universidad de Rice (Houston). Además de varios libros de crítica y ensayo, entre los que se cuentan Judíos / Argentinos / Escritores (1999) y Visualizing Loss in Latin America: Biopolitics, Waste, and the Urban Environment (2023), es autora de la novela Ischia (2000; Deep Vellum, 2023), Praga (2001) e Ischia, Praga & Bruselas (2005), los relatos Glossa urbana (2012), las crónicas poéticas Aldea Lounge (2014), la nouvelle Sophie La Belle y las ciudades en miniatura (2016), la novela Cocodrilos en la noche (2020; 2023) y el poemario bilingüe El cero móvil de su boca / The Mobile Zero of Its Mouth (2020, traducido al francés, portugués y de próxima aparición en sueco bajo el título Munnens rörliga nolla, 2023).

portada
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¿Cómo fue la selección de “Aquí no hubo ni una estrella”?

Al tratarse de una recopilación de escritos inéditos junto a escritos que ya había publicado y se encontraban dispersos por diferentes plataformas, galaxias y órbitas virtuales y/o materiales, me interesó organizar el libro en base a textos que dialogaran entre sí y que se fueran entrelazando por medio de pequeñas líneas-aforismos. La idea era poder rescatar algunos aspectos íntimos, a veces sensoriales y a veces reflexivos, que esconden los escritos pero que laten como una pulsión oculta que insta a salir a la superficie. Aunque lo más importante fue que se fueran ensamblando, como las hebras de un tejido, de manera orgánica.

Algunos textos tienen veinte años. ¿Qué sentiste al releerlos luego de tanto tiempo?

Al leer o releer algunos de los textos que había escrito hace tiempo y ponerlos a dialogar con textos más recientes (algunos de hecho son inéditos), sentí que en su mayoría abordan, desde ángulos, posiciones, géneros, voces, estilos y temas disimiles, el lugar que ocupa la memoria. Asimismo, entender el lugar que ocupa el pasado, lo que experimentamos, lo que vivimos, lo que recordamos y, aún más, definir qué es lo que consideramos recuerdo y cómo se cristaliza en lo que concebimos como memoria ––en particular, la memoria íntima y privada. Algo que los textos exploran es un ímpetu por interrogar qué es la memoria, de qué está hecha: cómo es su textura, su musculatura, su gramática. Aunque hay textos que juegan con otros elementos como es el humor o la exploración poética.

En el libro hablas sobre unas vacaciones con tus padres en Cuba. ¿Te planteaste regresar?

Me encantaría regresar a Cuba. Mi texto surgió a partir de una invitación a participar en un volumen especial sobre Cuba, y que potenció una reflexión en torno a lo que significó para mí un viaje inusitado. Viajé a la isla en el año 1989 cuando prácticamente se abrían las puertas al turismo, a partir del fin de la guerra fría y la caída de la Unión Soviética. Lo que entendí en esas vacaciones fue revelador e inquietante: pude ver el contraste entre la Cuba turística y for export, de los hoteles y los resorts, y la Cuba local, con jóvenes pidiendo dinero (dólares) o taxistas temerosos de hablar sobre Fidel. Fue muy claro que ese lugar idílico exponía también una sociedad con un nivel muy alto de censura y represión, y me impresionó vislumbrar esa ambigüedad, una opacidad que se dejaba traslucir en los pliegues e intersticios de su fachada.

¿Qué debe tener un buen poema?

Un buen poema es una invitación a experimentar, ya sea de modo sensorial, ya sea de forma visual y sonora, un estremecimiento, una sacudida, algo nuevo que te socava y te desbarata. Un poema es la combinación de la sensibilidad estética junto a una capacidad profunda de provocar un sismo, un trastorno que te obliga a cuestionar y a cuestionarte, a redirigir la mirada hacia un lugar recóndito e inesperado que quizá no habías explorado antes, o a encontrarte en las palabras de otros más allá de que esas palabras fueran formuladas en otra lengua, en otro siglo, y por otro género. Un poema tiene que aunar en una voz muchas voces, las del pasado y las del futuro, si quiere permanecer, aunque esa voz sea un sonido tenue o una experiencia suave.

¿En qué grado la literatura argentina habla con tu obra?

No sé bien en qué grado la literatura argentina habla con mi obra, pero sí sé que mi obra dialoga con la literatura argentina. Con esto quiero decir que tanto la literatura argentina como la literatura latinoamericana actual, está en un continuo diálogo con mi producción poética y escrituraria. Sin embargo, me parece que la literatura argentina actual no lee mi obra. Mi impresión es que mi trabajo creativo no es considerado en Argentina.

¿Cómo ves a la literatura escrita en español en Estados Unidos?

La literatura que se escribe en español en Estados Unidos es cada vez más importante y está cobrando cada vez más visibilidad. Son trabajos que varían en temas, formatos y géneros, pero dado el fenómeno de producción cada vez mayor –que acompaña el hecho de que es más asequible publicar de manera independiente–se están escribiendo y publicando muchas obras aquí. Esto se conecta, a su vez, con la creciente diáspora latinoamericana en Estados Unidos. Pero no creo que podamos hablar de un movimiento o de una generación ya que se trata de escritores de diversos orígenes y edades, cuyos imaginarios varían ampliamente, y que no comparten un programa estético conjunto, pero pienso que sí se puede hablar de una poética, y eso es algo que a mí, en particular, me interesa y me parece importante destacar. Es algo que comencé a explorar en el año 2011 con un simposio y la publicación homónima, un año después, del volumen de textos Poéticas de los (dis)locamientos, junto al archivo digital que fundamos con Rose Mary Salum de Literal. Latin American Voces.

¿Y de qué manera crees que se ve fuera del país esa literatura escrita en español?

Creo que antes esta literatura era marginal y no se la tenía demasiado en cuenta, pero dado que muchos de los escritores que publican fuera de sus países de orígenes comenzaron a recibir premios o a publicar sus trabajos en traducción, hay ahora más interés. Antes, al menos cuando yo me fui de Argentina en el año 2000, si escribías o producías afuera, prácticamente te ninguneaban. Te veían como un traidor. Te desacreditaban. Pero hay ahora una generación nueva y joven que no heredó esa mirada, que está más conectada a través de las redes sociales y es mucho más despreocupada respecto al estar o no fuera del país. Es una generación que se mueve con mucha más fluidez, que está allá y acá, y viceversa, y que tiene mucho más interés en los trabajos colectivos y en colaborar. En ese sentido, creo que poco a poco esa literatura escrita en español fuere de América Latina será más valorada.

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