Esto es lo que ocurre cuando se tira un cadáver al mar

¿Qué ocurre cuando tiramos un cuerpo inerte al océano? El método favorito de Tony Soprano para deshacerse de sus enemigos es tremendamente efectivo. Así lo ha demostrado criminólogos de la Universidad Simon Fraser en colaboración con científicos de la Ocean Network de Canadá.

Este grupo de investigadores quería saber hasta qué punto se degrada y cuánto tardea en desaparecer un trozo de carne si es tirado al fondo del mar. Y para conocer la respuesta, introdujeron un cerdo muerto en una jaula y colocaron una cámara que grabara todo el proceso. El repulsivo y a la vez interesante vídeo con el resultado es el siguiente:


Los autores del trabajo condujeron dos test diferentes. Uno en primavera y otro en otoño del año pasado. Y en los dos casos el resultado fue el mismo: el cerdo ‘desaparecía’ en tan solo tres días. Lo único que quedaba de él eran los huesos, que algún pulpo recogió y diseminó por el fondo del mar de Salish, en donde tuvo lugar la prueba.

El cerdo fue colocado a 300 metros de profundidad, en un lugar en el que el agua tiene una gran cantidad de oxígeno y de vida marina, entre las islas de Victoria y de Vancouver, en el la costa oeste del país.

Pero todos los delincuentes que estén pensando en tirar un cadáver al mar, que no canten victoria: aunque la carne y los órganos puedan desaparecer en tan solo 72 horas bajo el agua, los huesos duran mucho más. En las conclusiones de la investigación, que ha sido publicada en en la revista PLOS ONE, los autores del trabajo aseguran que al menos tienen que transcurrir 6 meses hasta que el esqueleto de un animal desaparezca por completo. Y aún así, existen muchas posibilidades de que algún fragmento quede a la vista.

En el experimento, los primeros seres en atacar el cadáver son unos lisianásidos, unos pequeños crustáceos que se dan el festín de su vida. A las 4 horas, aparece por el lugar algunos ejemplares de Hexanchus griseus, pequeños tiburones que devoraron el cadáver y que se fueron a las 24 horas. A continuación volvieron los lisianásidos para terminar el trabajo. Tras estos, apareció por el lugar un pulso que se llevó las sobras. El último en aparecer fue un camarón que dio buena cuenta de los cartílagos restantes. Todo un banquete.