Según el New York Times, españoles y portugueses no somos blancos
La controversia sobre la percepción de la raza que los estadounidenses tienen sobre los españoles ha vuelto a ser noticia, tras un reciente listado de las personas más poderosas de los Estados Unidos (diferenciadas racialmente) publicada en el New York Times (NYT).
Curiosamente la iniciativa del este prestigioso diario pretendía enfatizar el hecho de que en un país multicultural, los blancos en posiciones de poder siguieran siendo tan mayoritarios. Todo muy loable, hasta que en redes sociales españolas se descubrió que entre los empresarios no blancos se encontraba Pablo Isla (presidente de Inditex) y nacido en Madrid.
Tal y como sucedió a comienzos de año en la ceremonia de los óscar, cuando en los medios estadounidenses se criticaba el predominio de actores blancos, subrayando que apenas había dos candidatos de color (entre los que se incluía a nuestro compatriota Antonio Banderas) el escándalo e indignación de muchos compatriotas ibéricos fue patente. Y eso que en el caso de la lista del NYT, hay que reconocer que se incluye una aclaración indicando que el término “hispano” se refiere a personas de origen o cultura española, con independencia de su raza.
Volviendo sobre el asunto Banderas (actor que en las entrevistas de la época “toreó” magníficamente el supuesto escándalo declarando que cuando llegaba a Estados Unidos se sentía latino, porque esa era la comunidad con la que más conectaba) curiosamente a muchos estadounidenses les sorprendió que en España algunos se enojaran por que se le asignara al malagueño la etiqueta “a person of color”.
Esto es así, porque en Estados Unidos el término se entiende como “persona racializada”, mientras que aquí algunos medios aquí lo tradujeron literalmente. En España una “persona de color” es alguien de origen subsahariano, es decir negro. Además, hay que recordar que el público norteamericano recuerda a Antonio Banderas principalmente por sus papeles protagonistas latinos, como en el Zorro o el Mariachi.
La verdad es que según veo, el choque cultural sobre el espinoso asunto de la raza es algo bastante extendido entre muchos españoles y portugueses que se establecen en los Estados Unidos, ya sea temporal o definitivamente. Especialmente cuando observan que sus colegas blancos anglosajones les excluyen de la comunidad “blanca” al hablar sobre asuntos raciales.
Cuando en 2013, el periodista Jaime González (natural de Barcelona) se mudó a California para trabajar para BBC Mundo (lo cuenta él mismo en este recomendable artículo) descubrió que pese a llevar toda la vida considerándose blanco, al llegar a Norteamérica “mágicamente” se había transformado en “latino”.
Obviamente, latino no es una categoría racial, pero para muchos estadounidenses sí lo es. Por tanto, cuando en documentos oficiales te preguntan por tu raza (y los funcionarios detectan tu apellido o acento español) es probable que te hagan corregir el “white” por “hispanic”, tal y como le sucedió en cierta ocasión al citado Antonio Banderas.
¿Por qué les resulta tan difícil comprender a algunos estadounidenses que la hispana es una comunidad multirracial, justamente igual que la anglosajona? Tal vez el problema venga de su poca familiaridad con el concepto de mestizaje, tan común y celebrado en el mundo latino pero tan “exótico” aún para muchos estadounidenses con ancestros norte europeos (demasiado obsesionados tal vez con conceptos peligrosos como el de la pureza racial).
Y tal vez estos problemas de comprensión que tienen sobre la complejidad racial de los latinos, terminen por contagiarse a la propia comunidad hispanoparlante. De hecho veo que existe cierta tendencia creciente entre los hispanos a identificarse como “blancos” en los censos, lo cual parece que no hace demasiada gracia a algunos integrantes de otras minorías (como la afroamericana). Estos últimos, sueñan con un reparto étnico más equilibrado en el país que pudiera contribuir a acabar de una vez con la discriminación a la que siguen siendo sometidos. (Ser negro en Estados Unidos y cruzarse con un policía debe dar pavor).
El fenómeno existe. En los años transcurridos entre el censo de 2000 y 2010, 2,5 millones de personas pertenecientes a la comunidad latina cambiaron su raza, auto calificándose blancos. En los medios estadounidenses, se interpretó el hecho de que muchos “hispanos” se identificasen como blancos como una señal de su aspiración a incorporarse a una mayoría que perciben como privilegiada (tal y como en su día hicieron irlandeses o italianos, que inicialmente tampoco fueron considerados blancos).
No me malinterpretéis, entiendo la importancia de los censos que se realizan cada década en Estados Unidos. La tienen especialmente de cara al reparto de fondos entre aquellas comunidades tradicionalmente discriminadas. (Los salarios de los hombres hispanos son menores que los de los blancos en la mayoría de los niveles educativos). Por ello, la idea de “aunar” esfuerzos creando una casilla especial para los hispanos, una comunidad pujante y en constante crecimiento en los Estados Unidos, fue verdaderamente un paso adelante en el reconocimiento del peso de esta comunidad.
Pero noticias como la del NYT siguen “chirriándome”. Tal vez el hecho de vivir en un país europeo sin tensiones raciales me esté condicionando, pero reconozco que me asombra que en los formularios oficiales de los Estados Unidos uno se vea obligado a identificar el modo en que se auto percibe racialmente. ¡Se me hace del todo innecesario! Pero ya que toca hacerlo, me resulta igualmente incomprensible que para muchos estadounidenses, una etnicidad compartida con 400 millones de hispanohablantes en todo el mundo, te haga parecer menos blanco, menos negro, o menos persona en resumen.