¿Pueden los estados insulares y otros países del Sur Global asumir el liderazgo climático?

Madrid, 27 jun (EFE).- Pequeños estados insulares como Antigua y Barbuda o Tuvalu, que tradicionalmente han contado con poca capacidad negociadora en la diplomacia climática, ganan influencia a medida que se acentúan los impactos del calentamiento y cobran más “autoridad moral”, valoran a EFE varios especialistas, que abogan por que estos países tomen ahora la batuta para impulsar la acción climática.

La tendencia a un mundo multipolar, la mejor situación económica de muchas naciones antes consideradas en vías de desarrollo y la localización de algunos materiales estratégicos para la transición verde en países del Sur Global son algunos de los factores que pueden estar contribuyendo a este “cambio en el poder” que los expertos consultados detectan en las negociaciones climáticas internacionales.

"Después de la Guerra Fría, Estados Unidos ha sido el gran centro geopolítico alrededor del cual giraba todo Occidente, y ha sido quien impulsaba las conversaciones diplomáticas2, explica Alex Scott, experta en diplomacia climática del think tank medioambiental E3G.

“Desde la pandemia, la desigualdad entre países desarrollados y en desarrollo ha quedado muy expuesta", señala Scott, que añade que con la inversión progresiva de China en países en desarrollo se ha visto "el creciente poder de China no sólo económico sino también en su capacidad de construir alianzas con otros países".

Por otro lado, arguye que se está viendo un cambio en el poder cuando al fijarse por ejemplo en dónde están todos los minerales y materiales que se necesitan "para la transición a energía limpia", pues estos se encuentran en gran medida "en países de ingresos medios o incluso bajos".

En paralelo, estados como las islas del Caribe o del Pacífico, que "tradicionalmente no han tenido mucho poder", ahora cuentan con "mucha más influencia en la escena mundial", valora. "Estamos ante una cada vez mayor fragmentación del poder mundial", que afecta a la dirección que toman las negociaciones climáticas cada año.

Celebra que esta creciente influencia "ofrece oportunidades interesantes" para que las coaliciones aporten ideas al tablero global, como la iniciativa de Bridgetown de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, que "ha creado mucho más apetito político por reformar el sistema financiero" del que se había tenido nunca.

También Antigua y Barbuda o las Islas Marshall han liderado los diálogos climáticos en lo que respecta al fondo de pérdidas y daños, un mecanismo con el que se espera que los grandes contaminadores asuman "la factura" de los impactos climáticos en los estados que, por un lado, son más vulnerables y, por otro, apenas contribuyeron al problema del calentamiento de la Tierra.

Parte del motivo que esta experta atribuye al creciente reconocimiento que reciben estas islas en las cumbres es que, a medida que los impactos de la crisis climática se hacen más visibles -y se evidencia la desigual afección del calentamiento en lugares que pueden incluso desaparecer, generando flujos migratorios masivos, y los países que pueden adaptarse mejor a los cambios-, los estados más perjudicados van ganando “autoridad moral” en el plano geopolítico.

"Para estos estados, la acción climática no es algo que puedan retrasar, es una cuestión de seguridad para su territorio, para la supervivencia de las personas y los medios de vida de las personas", recalca por su parte la investigadora Lara Lázaro, especialista en política climática internacional en el Real Instituto Elcano, organismo con sede en España.

En el caso de las naciones isla, los expertos apuntan que siempre han tenido una importante autoridad moral, pues por ejemplo la campaña ‘1.5 to stay alive’ motivó la inclusión del objetivo de no sobrepasar el grado y medio de calentamiento en 2100 en el Acuerdo de París, pero al ser tan pequeños y no tener apenas medios en sus delegaciones, su capacidad negociadora ha sido muy limitada.

Lázaro coincide en que cada vez esa autoridad moral crece "al menos en términos cualitativos", pues gana atención mediática y se ha traducido en que se pongan sobre la mesa propuestas concretas como la de Mottley o el fondo de pérdidas y daños, una demanda histórica que propusieron inicialmente los estados insulares en 2001 pero que se aprobó crear en la COP27 de Sharm el Sheij, a finales del año pasado.

Esta especialista considera que el liderazgo climático evoluciona inevitablemente hacia un modelo más distribuido, algo necesario si se quiere "llegar a buen puerto" y cumplir los objetivos del Acuerdo de París.

Javier Andaluz, responsable de cambio climático de la organización Ecologistas en Acción, coincide en que el discurso de los estados insulares como Antigua y Barbuda, Tuvalu y otros países en desarrollo está logrando una mayor repercusión, pues "conecta muy bien con las demandas de la sociedad civil" y sus exigencias de alguna manera se plasman en los textos consensuados en las cumbres.

En la COP27 pudieron incluso bloquear los diálogos si no salían de Sharm el Sheij con la decisión de crear un fondo de pérdidas y daños recuerda Andaluz, pero lamenta que aún no tienen un poder "muy relevante" en las negociaciones internas, algo que en todo caso juzga que sería lo ideal para fomentar la ambición climática global.

Por Marta Montojo

(c) Agencia EFE