Esperando el relato del PP para España

Spain's main opposition leader Pablo Casado holds a news conference in Madrid, Spain February 15, 2019. REUTERS/Susana Vera
Spain's main opposition leader Pablo Casado holds a news conference in Madrid, Spain REUTERS/Susana Vera

Los grandes momentos históricos son los que señalan a los grandes líderes. La crisis pandémica es uno de esos momentos de la Historia que pondrá a los políticos en el lugar de la Historia en función de sus decisiones. Por mucho que los millennials y la generación Z hayan atacado con grafitis las estatuas de W. Churchill, fue uno de esos estadistas que comprenden el camino a seguir cuando otros líderes, como N. Chamberlain, optan por decisiones erróneas que afectan a decenas de millones de personas. Eso es lo que diferencia a los estadistas de los buenos políticos.

Desde marzo pasado el PP se ha mostrado centrado en comunciar su distanciamiento y crítica a las decisiones del Gobierno, sin acabar de transmitir un claro relato de qué España quieren en 2020 y cómo la imaginan para un próximo futuro. Para bien o para mal, tanto Vox como Podemos comunican con claridad cuál es su relato de España, al igual que lo hacen los independentistas, aunque se trate de un relato negativo de España.

Al Partido Popular (PP) y a Pablo Casado, igual que al Gobierno, la pandemia les ha alcanzado en un momento de definición. Lo que sucede, no obstante, es que el momento social, económico y político del 2020 es de tal exigencia que no permite esperar a que las decisiones maduren o se solucionen solas. La velocidad a la que se suceden los acontecimientos desde el pasado febrero exige, además, una toma de decisiones correctas con una presión sin precedentes en la Historia reciente de España porque afectan, de forma literal, a la vida de millones de personas.

Tanto el PP como Casado parecen lastrados por el peso de su historia reciente: la moción de censura con éxito contra Mariano Rajoy, la salida del Gobierno tras haber tenido que gestionar los tiempos más duros de la crisis de 2008 y, en especial, la serie de condenas por casos corrupción a miembros del partido y al propio PP. Y en el caso de Pablo Casado, cuando aún no ha cumplido dos años de presidente del Partido Popular, le sobrevuela las sombras de la historia sobre su formación superior en España, EEUU y de posgrado. Las referencias de seguridad desde el PP parecen difusas como si la pandemia les hubiese sorprendido en un proceso de reconstrucción identitaria.

Además, el PP se ha visto obligado a competir en relevancia y notoriedad con la crítica de Vox contra el Gobierno, cuando ambos partidos rivalizan por las audiencias de votantes de la derecha ideológica. Una respuesta a esa competencia es la emergencia mediática de Cayetana Álvarez de Toledo, una versión PP de la mamá grizzly -al estilo Sarah Palin- cuya figura y notoriedad se teme que pueda ensombrecer a Casado y otros líderes del PP. Lo que parece cierto es que con una crisis de credibilidad y confianza como la que sufre el Gobierno, la popularidad de Casado debería haber crecido de forma significativa como sí ha sucedido, por ejemplo, con el laborista Keir Starmer.

El protagonismo y liderazgo del PP en 2020 deben estar a la altura de la responsabilidad política que ha tenido durante las últimas décadas en España. El PP no parece haber logrado que los ciudadanos tengan claro cuál es su relato sobre España. Un relato con respuestas claras a preguntas como ¿cuál es el relato del PP para España?, si dejamos de lado las críticas a la gestión de la pandemia del Gobierno ¿cuál es la estrategia política del PP?, ¿cómo va a sanar el PP a España de los males de esta pandemia?, ¿cuál es la secuencia de decisiones coherentes que habría que tomar de forma inmediata si tuviesen que gobernar mañana?, ¿querrían gobernar mañana mismo?, ¿qué deudas morales exige el PP al Gobierno por la gestión de la pandemia? ¿cuál es ethos presidencial de Casado?, ¿cómo se diferencia Casado de Sánchez si prescindimos del enfrentamiento?, ¿qué es España para el PP y cómo la ven?.

La aparente falta de conexión desde el PP y Pablo Casado con el imaginario de los ciudadanos estribaría en la dificultad de tener respuestas claras a preguntas como las mencionadas. Y sin respuestas claras desde el PP, Vox podría estar vertebrando mejor el descontento, la ira y el temor social. El PP tendría que dar a conocer con con prioridad tres cosas: qué idea de país tiene, cuál es el provenir que quieren construir, cómo imaginan y van a construir el futuro de España.

La clase política actual, y no solo de España, evidencia la crisis del gestor público: políticos y equipos concentrados en la gestión de la banalidad de la notoriedad online, esforzados por crear la ola buena diaria de notoriedad en los medios, creyentes de que los trending topic tienen valor de aprobación, volcados en la gestión de la atmósfera de cinismo en Twitter o Facebook, etc. La pandemia ha supuesto un golpe de realidad cuando esa forma de lanzar mensajes se ha convertido en una forma de teatralidad sin consecuencias.

Las demandas sociales, con la pandemia a cuestas, no se centran en el debate de las alianzas políticas sino de la aptitud y competencia como gestores públicos de los gobernantes. Desde la política profesional parece haberse desatendido la obligación de trasmitir un relato coherente -no solo mensajes- sobre cómo debe ser un país. Y, en la misma medida, la necesidad de establecer un sistema de selección y promoción de los perfiles más competentes y con mayores conocimientos para dirigir y gestionar, de forma íntegra, un país.

Hay que instalarse en el caos. Seguiremos atentos.