En esta escuela, la clase de Informática ahora incluye analizar chatbots

Marisa Shuman con estudiantes de la Escuela de Liderazgo para Mujeres Jóvenes del Bronx, en Nueva York, el 19 de enero de 2023. (Hiroko Masuike/The New York Times).
Marisa Shuman con estudiantes de la Escuela de Liderazgo para Mujeres Jóvenes del Bronx, en Nueva York, el 19 de enero de 2023. (Hiroko Masuike/The New York Times).

NUEVA YORK — La clase de Informática de Marisa Shuman en la Escuela de Liderazgo para Mujeres Jóvenes del Bronx, en Nueva York, empezó como de costumbre una reciente mañana de enero.

Poco después de las 11:30 a. m., las enérgicas alumnas de décimo primero y décimo segundo grado entraron al aula, se sentaron en las mesas de estudio comunes y sacaron sus computadoras portátiles. Luego, dirigieron su mirada a la parte delantera del salón y observaron una pizarra en la que Shuman había colocado una pregunta sobre tecnología ponible, el tema de la clase de ese día.

Por primera vez en sus décadas de carrera docente, Shuman no había escrito el plan del curso. Había generado el material de la clase con ChatGPT, un nuevo chatbot que se basa en inteligencia artificial para responder preguntas por escrito con una prosa clara. Shuman utilizó la lección generada por un algoritmo para examinar con sus alumnas las posibles utilidades y dificultades del chatbot.

“No me importa si hoy aprenden algo sobre tecnología ponible”, comentó Shuman a sus alumnas. “Estamos evaluando ChatGPT. Su objetivo es identificar si la lección es eficaz o ineficaz”.

En todo Estados Unidos, universidades y distritos escolares se están movilizando para comprender y controlar los nuevos bots conversacionales capaces de generar textos e imágenes similares a los creados por humanos. Sin embargo, mientras muchos se apresuran a prohibir ChatGPT para evitar que se utilice como ayuda para hacer trampa, profesores como Shuman aprovechan las innovaciones para estimular un pensamiento más crítico en el aula. Animan a sus alumnos a cuestionar el bombo publicitario en torno a las herramientas de IA en rápida evolución y a considerar los posibles efectos secundarios de las tecnologías.

El objetivo, según dicen estos educadores, es formar a la próxima generación de creadores y consumidores de tecnología en “computación crítica”. Se trata de un enfoque analítico en el que entender cómo criticar los algoritmos informáticos es tan importante —o más— que saber programar computadoras.

Las escuelas públicas de Nueva York, el distrito más grande del país, con casi 900.000 alumnos, están formando a una cohorte de profesores de Informática para que ayuden a sus alumnos a identificar los sesgos y los riesgos potenciales de la IA. Las lecciones incluyen debates sobre algoritmos de reconocimiento facial defectuosos que pueden ser mucho más precisos a la hora de identificar rostros blancos que los de piel más oscura.

En Illinois, Florida, Nueva York y Virginia, algunos profesores de Ciencias y Humanidades de enseñanza a nivel medio están utilizando un plan de estudios de alfabetización en IA desarrollado por investigadores del Programa Scheller de Formación del Profesorado del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En una de las lecciones se pide a los alumnos que reflexionen sobre la ética de los potentes sistemas de IA, conocidos como “redes generativas adversarias”, que pueden utilizarse para producir contenidos mediáticos falsos, como videos realistas en los que conocidos políticos pronuncian frases que en realidad nunca han dicho.

Ante la proliferación de las tecnologías de IA generativa, educadores e investigadores afirman que comprender estos algoritmos informáticos es una habilidad crucial que los estudiantes necesitarán para desenvolverse en la vida cotidiana y participar en la vida cívica y social.

Para observar cómo algunos educadores animan a sus alumnos a analizar las tecnologías de IA, hace poco dediqué dos días a visitar clases en la Escuela de Liderazgo para Mujeres Jóvenes del Bronx, una escuela pública de secundaria y bachillerato para chicas que está a la vanguardia de esta tendencia.

La enorme escuela de ladrillo beige está especializada en Matemáticas, Ciencias y Tecnología. Tiene casi 550 alumnas, la mayoría latinas o negras.

No es en absoluto una escuela pública típica. Se anima a los profesores a que ayuden a sus alumnas a convertirse, como dice el sitio web de la escuela, en jóvenes “innovadoras” con aptitudes para terminar la universidad e “influir en las actitudes públicas, las políticas públicas y las leyes para crear una sociedad socialmente más justa”. La escuela también tiene una envidiable tasa de graduación en los cuatro años de bachillerato del 98 por ciento, muy superior al promedio de las escuelas de nivel medio de la ciudad de Nueva York.

Como parte de la lección de Shuman, las alumnas de décimo primero y décimo segundo grado leyeron artículos de prensa sobre cómo ChatGPT podía ser útil y a la vez propenso a errores. También leyeron publicaciones en las redes sociales sobre cómo el chatbot podía generar textos que promovieran el odio y la violencia.

No obstante, las estudiantes no podían probar ChatGPT en clase. El distrito escolar lo ha bloqueado por temor a que pueda utilizarse para hacer trampa. Así que las alumnas pidieron a Shuman que utilizara el chatbot para crear una lección para la clase a modo de experimento.

Shuman pasó horas en casa dando instrucciones al sistema para que generara una lección sobre tecnología ponible, como los relojes inteligentes. En respuesta a sus peticiones específicas, ChatGPT elaboró un plan de curso de 30 minutos extraordinariamente detallado, con un debate introductorio, lecturas sobre tecnología ponible, ejercicios en clase y un debate final.

Al comenzar la clase, Shuman pidió a sus estudiantes que dedicaran veinte minutos a seguir el guion, como si se tratara de una clase real sobre tecnología ponible. Después, analizarían la eficacia de ChatGPT como profesor simulado.

Reunidos en pequeños grupos, las estudiantes leyeron en voz alta la información que el bot había generado sobre las comodidades, los beneficios para la salud, las marcas y el valor de mercado de los relojes inteligentes y los rastreadores de aptitud física. Hubo molestia cuando las alumnas leyeron las anodinas frases de ChatGPT —“Entre los ejemplos de gafas inteligentes se incluyen las Google Glass Enterprise 2”— que, según ellos, sonaban a textos de mercadotecnia o críticas favorables de productos.

“Me recordó a cuarto de primaria”, comentó Jayda Arias, de 18 años. “Era muy soso”.

A la clase le pareció una lección embrutecedora comparada con las de Shuman, una profesora carismática que crea material didáctico para sus alumnas en concreto, les hace preguntas provocadoras e inventa sobre la marcha ejemplos relevantes del mundo real.

“Lo único eficaz de esta lección es su simplicidad”, aseguró Alexania Echevarría, de 17 años, sobre el material de ChatGPT.

“Parece que a ChatGPT le encanta la tecnología ponible”, señaló Alia Goddess Burke, de 17 años, otra estudiante. “¡Es tendencioso!”.

Shuman ofreció una lección que iba más allá de aprender a identificar los prejuicios de la IA. Estaba utilizando ChatGPT para transmitir a sus alumnas el mensaje de que la IA no era inevitable y que las jóvenes tenían la perspicacia necesaria para desafiarla.

“¿Deberían utilizar ChatGPT sus profesores?”, preguntó Shuman casi al final de la lección.

La respuesta de las alumnas fue un rotundo: “¡No!”. Al menos por ahora.

c.2023 The New York Times Company