Escalofriante caso de abuso infantil pone bajo la lupa los servicios sociales de Iowa
En el piso, con un pañal y rodeada de sus propios excrementos: así halló la policía en octubre de 2016 a Natalie Finn, una joven estadounidense de 16 años que falleció poco después en el hospital.
Los escalofriantes detalles fueron revelados esta semana, cuando expiró la orden de un juez de mantener sellados los documentos de la orden de registro de la casa donde la jovencita vivía.
La joven “parecía estar tendida en el suelo … en sus propios desperdicios durante algún tiempo”, escribió Chris Morgan, detective de la policía de West Des Moines, Iowa, en una declaración jurada.
El caso ha desatado un intenso debate en el estado sobre la necesidad de reestructurar los servicios sociales, encargados de supervisar el bienestar de niños como Natalie.
De acuerdo al reporte policial ahora revelado, la casa apestaba a desechos humanos y de animales. Las mantas, que estaban “muy empapadas” en lo que los oficiales creían que era orina, cubrían el piso de la habitación que Natalie compartía con dos de sus hermanos, según los documentos. La habitación no tenía camas ni muebles.
“Muchos animales vagaban libremente por la casa” -describió Morgan- “incluyendo más de una docena de gatitos y gatos. Había numerosas perreras con perros esparcidas dentro de la residencia”.
Dos hermanos de Natalie, un varón de 15 años y una hembra de 14, tenían bajo peso y padecían úlceras en la piel, según reportes médicos posteriores. Sin embargo, otro adolescente de 15 años vivía con la familia en una habitación en la que contaba con todas las comodidades, incluido un iPad.
Los tres eran hijos adoptivos de Nicole Finn, de 42 años, y su ahora ex esposo, Joseph. La mujer, quien tenía un negocio de rescate de animales que manejaba desde su casa, enfrenta una acusación de asesinato en primer grado por la muerte de Natalie y varios otros delitos por el trato a los dos hermanos, mientras que el hombre de 46 años enfrenta a varios cargos de secuestro, abandono o abandono y peligro para los niños.
La muerte de Natalie Finn generó duras críticas a las autoridades de servicios sociales de Iowa. El senador estatal Matt McCoy cuestionó si las reducciones de personal en el Departamento de Servicios Humanos de Iowa han afectado la seguridad de los niños. También se ha iniciado una investigación con la esperanza de prevenir futuras muertes.
Las señales de que algo marchaba mal en la casa de Finn estaban por todas partes, pero nadie las tomó en serio.
El director en la secundaria alternativa de West Des Moines, Walnut Creek, reportó que Natalie Finn llegaba a la escuela sucia y hambrienta. Una vecina, Becca Gordon, contó luego a la prensa que había llamado a las autoridades para denunciar que Natalie se quejaba de falta de comida, y que a menudo le pedía alimentos para ella y sus hermanos.
Según la declaración jurada de Morgan, la policía y los trabajadores de protección infantil encontraron “abundante” comida en la casa durante una visita anterior. Y pesar de los reportes de que su madre no la estaba alimentando, y llegaba a la escuela hambrienta, determinaron que Natalie Finn no comía por decisión propia. Los trabajadores del DHS y la policía determinaron que las acusaciones de abuso eran infundadas, pero nunca pidieron exámenes físicos de la salud de la jovencita.
La madre, por su parte, describió a su difunta hija como una adolescente problemática con un trastorno de salud mental, y les dijo a los investigadores que Natalie y dos de sus hermanos hacían necesidades en el piso de la casa “por despecho y desafío”, escribió Morgan.
Joseph Finn dijo que había retirado las alfombras en el dormitorio donde Natalie fue encontrada y lo reemplazó con linóleo “porque estaba manchado por los desechos corporales de los niños”. También admitió haber sellado ventanas por las que escapaban los menores en busca de comida.
Ambos se encuentran en la cárcel desde diciembre de 2016, en espera que el juicio del sonado caso se realice en octubre, y se declararon inocentes de los cargos que se les imputan.