Ernesto Palomino, ‘padrino del arte chicano’ y activista, fallece a los 89 años

Ernesto Palomino, que creció en el suroeste de Fresno y se convirtió en un artista, músico, educador y activista de los derechos civiles de los chicanos reconocido a nivel nacional, falleció el 26 de octubre en Fresno. Tenía 89 años.

Exprofesor de Arte en la Universidad Estatal de California en Fresno, Palomino fue incorporado en junio a los Archivos de Arte Americano del Smithsonian, y también cuenta con el reconocimiento del Fondo Nacional de las Artes. Sus documentos están archivados en la Universidad de California en Santa Bárbara.

Fue un “padrino del arte chicano”, según su amiga y artista Pamela Flores. “Llevaba haciéndolo desde 1953”. Flores dijo que, junto con Fernando Hernández, Palomino fue cofundador de La Brocha del Valle, una organización artística comunitaria de base.

La muerte de Palomino siguió a la de otro gigante del movimiento artístico chicano, Antonio Bernal, fallecido el 1º de septiembre. Bernal tenía 86 años.

Palomino llevaba algún tiempo con problemas de salud, según Flores. El funeral tendrá lugar el viernes 15 de diciembre en la Catedral de San Juan, en el centro de Fresno.

Palomino, que tocaba la batería y el piano, también actuó durante años con músicos como Lionel Hampton, Woody Miller, Muddy Waters y BB King, dijo Flores.

Palomino y Ezekiel Lee Orona son reconocidos como los primeros muralistas que pintaron murales de temática chicana en Fresno y Madera a principios de la década de 1970.

Nacido de padres trabajadores agrícolas, Palomino asistió a Edison High School, pero nunca se graduó hasta principios de este año, cuando funcionarios del Distrito Escolar Unificado de Fresno le entregaron su diploma en una presentación especial.

En lugar de ello, abandonó los estudios en 10º grado porque se sentía maltratado por su profesor de Matemáticas, y se alistó en el Cuerpo de Infantes de Marina, explicó Flores.

Sin embargo, durante su estancia en Edison, su talento se vio estimulado por la maestra de arte Elizabeth Daniels Baldwin, quien en 1956 le ayudó a publicar su libro de primeras obras, “Black and White: Evolution of an Artist”

Palomino puso en marcha su viajtrayecto artístico con la película autobiográfica “My Trip in a ‘52 Ford”, para un proyecto de la maestría de Artes en el San Francisco State College. La película incluía esculturas que creó durante su periodo autodenominado “Arte Gabacho (gringo)“.

Palomino también pasó un tiempo en Denver y trabajó para el Consejo de Migrantes y se afilió al partido La Raza Unida.

En 2004, cuando fue homenajeado por la KVPT, la Televisión Pública del Valle, dijo de su trabajo: “Es algo que me mantiene joven, enamorado. Es como estar enamorado. Mientras tenga eso, me nutro. No me deprimo. Me emociono”.

Amigos de toda la vida describen a Palomino como un hombre dedicado a su comunidad y a su arte.

Sus aventuras artísticas entraron en una nueva fase cuando él y Orona crearon el mural “Campesinos” en la pared del restaurante La Flor de México, en Tulare y F Street del barrio chino de Fresno, en 1970.

Ernesto Palomino, a la izquierda, y Ezekiel Lee Orona pintaron murales en Fresno y Madera a principios de la década de 1970.
Ernesto Palomino, a la izquierda, y Ezekiel Lee Orona pintaron murales en Fresno y Madera a principios de la década de 1970.

En 1972, los dos pintaron “Raza” en la pared de un teatro en el centro de Madera, suscitando polémica con los dirigentes municipales de la conservadora ciudad agrícola, algo a lo que Palomino no temía enfrentarse.

Orona, localizado en su casa de Las Vegas, dijo que los problemas empezaron cuando los dos se dieron cuenta de que necesitaban un andamio para pintar el mural. Los urbanistas de la ciudad no concedieron permiso para su uso, así que Palomino consiguió ayuda de California Rural Legal Assistance para superar la oposición.

“No eran más que unos viejos anticuados”, dijo Orona, que por aquel entonces era veterano de la 101ª División Aerotransportada del Ejército y acababa de regresar de Vietnam.

“No querían saber nada de cultura y libertad. Les hicimos cambiar de opinión.

“Fue una buena batalla”.

Otro viejo amigo de Palomino, Al Reyes, entonces reportero de la televisión de Fresno, señaló que Palomino era rápido en añadir humor a sus esfuerzos artísticos, y una vez desmontó un autobús de trabajadores agrícolas y lo convirtió en una carroza de un águila azteca para un desfile en Chinatown.

En otra ocasión, adquirió un viejo uniforme militar, repleto de medallas, y se hizo llamar “Mayor Desastre” y “General Desorden” para un acto del Consejo de las Artes de California.

Reyes afirma que la residencia de Palomino en la Universidad Estatal de San Francisco probablemente contribuyó a añadir una dimensión beatnik a su personalidad.

“Era muy divertido estar con él”, dijo Reyes.

Pero eso no le convirtió en el miembro más popular del profesorado del entonces algo estirado Departamento de Arte de Fresno State.

Una vez que el departamento le llamó la atención por sus actividades externas, Palomino replicó que su participación en la comunidad era algo bueno. Reyes le ayudó, proporcionándole cintas de video de la participación de Palomino en actos populares para demostrarlo.

“Se echaron atrás”, señaló Palomino, triunfante.

El músico neoyorquino Max Olivas calificó a Palomino de “fenómeno”.

Olivas, oriundo de la zona de Cutler-Orosi, en el condado de Tulare, atribuyó a Palomino el mérito de haberlo inspirado para aprender sobre las artes después de que ambos se conocieran cuando Olivas aún estaba en la preparatoria. La comunidad agrícola era entonces un desierto cultural, añadió.

“Ernie trajo el jazz y el arte”, dijo Olivas.

Sus amigos llamaban a Palomino “Gunner”, abreviatura de “tailgunner”, una broma irónica sobre sus gruesas gafas. No fue hasta más tarde, cuando Palomino fue al oftalmólogo, cuando supo que su visión estaba nublada por las cataratas, dijo Olivas.

Recuerda ocasiones en las que Palomino cargaba a Olivas y a otros amigos en un Packard amarillo descapotable y conducía hasta la falda de la montaña, donde el grupo pasaba horas dibujando paisajes.

Olivas y Palomino se reencontrarían más tarde en San Francisco, donde Olivas tocaba la trompeta como parte del movimiento de jazz moderno, y Palomino tocaba el piano.

Olivas, que ahora vive en Manhattan, dijo que el viaje de su vida tras conocer a Palomino le llevó a México, donde tuvo encuentros con curanderos mexicanos, y luego a la Ciudad de Nueva York, adonde llegó en los años 70 con menos de $10 en el bolsillo. De no haber conocido a Palomino en sus años mozos, tal vez eso no hubiera sucedido.

Los dos “gravitamos hacia lugares más emocionantes y satisfactorios”, dijo Olivas. “Creo que nos influimos mutuamente”.

Palomino también fue una inspiración para el artista Sal García.

“Se le consideraba un genio... Era bastante conocido cuando obtuvo su maestría”, dice García desde su casa en Vallejo.

“Me introdujo en la escena artística (de San Francisco), y eso se convirtió en mi carrera”.

García atribuye a Palomino haberle enseñado el concepto de “poner tu arte al servicio de la comunidad”, creando carteles, logotipos y otras obras de arte para promover causas activistas.

“Fresno perdió a un gigante de las artes”, dijo García.

“Era muy parecido a (el artista armenio-americano de Fresno) Varaz Samuelian”.

“(Ambos) deberían haber recibido más reconocimiento por lo que hicieron”.

A Palomino le sobreviven su hija, Jocelyn Palomino, y sus hijos Fresno Palomino y Joaquín Palomino, todos de Denver; Billy Hunahpu Palomino Anaya, de Bakersfield; Calvin Xbalanque Palomino Anaya, de Fresno, y su nieta Sol Segura y su nieto Esteban Segura, ambos de Denver.