Un nuevo enigma de la psicología: ¿puede un trauma pasar de generación en generación?

El trauma intergeneracional puede ser de origen biológico, de comportamientos aprendidos o incluso de experiencias colectivas de un grupo, señalan los expertos
El trauma intergeneracional puede ser de origen biológico, de comportamientos aprendidos o incluso de experiencias colectivas de un grupo, señalan los expertos

WASHINGTON.– Cuesta concebir que los traumas se trasmitan de generación en generación: ¿cómo una experiencia traumática vivida por familiares fallecidos hace añares puede pasar a sus tataranietos futuros, que ni siquiera los conocieron?

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Pero las constantes noticias de tiroteos en masa, muertes por Covid, casos de gatillo fácil y desastres climáticos han llevado a los terapeutas y sus pacientes —en especial los millennials y la generación Z— a prestar atención a los efectos a largo plazo de las experiencias traumáticas, pasadas o presentes.

La película ganadora del Oscar, Todo en todas partes al mismo tiempo y series de televisión como Transparent ya abordaron el forma en que el trauma se filtra hacia abajo en el árbol genealógico de las familias. Y hay populares libros de no ficción, como ¿Qué te pasó? Trauma, resiliencia y curación, de Oprah Winfrey y Bruce Perry, que “sacaron el concepto de trauma intergeneracional de su torre de marfil y lo acercaron al gran público”, dice Sandra Mattar, psicóloga clínica y especialista en terapia con foco en el trauma.

Y la comunidad científica tomó nota: en abril, más de 100 psiquiatras, psicólogos y médicos de diversas especialidades participaron de una actividad de formación online sobre el trauma intergeneracional organizada por el Centro Médico Boston. Mattar fue la coordinadora del encuentro virtual y dice que la numerosa asistencia refleja el creciente interés por el tema.

“Estoy convencida de que en el centro de muchísimos problemas de salud mental hay un trauma”, dice Mattar, también directora de Capacitación del Centro de Salud de Inmigrantes y Refugiados del Centro Médico Boston.

La buena noticia, según los especialistas, es que así como el trauma puede transmitirse a través de generaciones, lo mismo ocurre con la resiliencia. Pero para tener acceso a esta y poder sacarle provecho suele ser necesario ahondar en la fuente original de la experiencia traumática y en los caminos que tomó para transmitirse familiar y socialmente.

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Llevar el trauma en los genes

El trauma intergeneracional puede ser de origen biológico, de comportamientos aprendidos o incluso de experiencias colectivas de un grupo. Algunas investigaciones sugieren que el trauma puede alterar el ADN de una persona y potencialmente influir en la salud de generaciones futuras muy alejadas en tiempo y espacio del evento traumático.

Los científicos han investigado si los sobrevivientes del Holocausto y sus hijos mostraron cambios en lo que se conoce como “marcadores epigenéticos”, etiquetas químicas que se adhieren al ADN y pueden activar o desactivar determinados genes, lo que a su vez puede influir en enfermedades o rasgos heredados.

Esos estudios, dirigidos por Rachel Yehuda, directora del Centro de Psicoterapia Psicodélica e Investigación del Trauma de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, compararon muestras de sangre de personas que experimentaron los horrores del Holocausto con las de judíos que durante la guerra vivían fuera de Europa.

A través de análisis moleculares, los investigadores encontraron una diferencia importante: las madres que vivieron el Holocausto mostraron cambios en la actividad de un segmento de ADN involucrado en la regulación de la respuesta al estrés. Sus hijos, que no vivieron la experiencia de manera directa, también evidenciaron esos cambios en su ADN.

Las implicaciones de esa investigación no son concluyentes ni mucho menos, pero sugieren que las heridas “ambientales” sufridas por una generación pueden transmitirse a la siguiente. “Hay claras señales de que con el trauma intergeneracional pasan cosas interesantes a nivel molecular”, dice Yehuda, profesora de psiquiatría y neurociencia. “Falta un tiempo hasta que logremos entender plenamente este fenómeno.”

Pero lo que se transmite no es la experiencia traumática en sí misma, sino la ansiedad y la visión del mundo de los sobrevivientes, señala Ed Tronick, psicólogo clínico y del desarrollo de la Facultad de Medicina T.H. Chan de la Universidad de Massachusetts en Worcester. Para muchos sobrevivientes del Holocausto, el mundo pasó a ser un lugar peligroso donde puede ocurrir algo terrible de un momento a otro, y sus hijos percibieron intuitivamente ese miedo. “Los niños son como detectores de ansiedad que captan y se adaptan a esas señales”, dice Tronick.

Hasta los tataranietos de quienes vivieron la esclavitud perciben la ansiedad de sus padres cuando ellos empiezan a salir al mundo. En respuesta al comportamiento de los padres, “el cuerpo del niño ya ha comenzado a experimentar el mundo como un lugar peligroso, aunque a tan temprana edad no comprende por qué,” dice Tronick.

Los investigadores han descubierto que varias experiencias ambientales y sociales tóxicas durante el embarazo —desde consumir drogas o alcohol, hasta el estrés de vivir en la pobreza— también pueden transmitirse al feto en el útero.

Las huellas del abuso

Los estudios muestran que los abusos sufridos en la infancia también pueden afectar profundamente a las generaciones futuras.

Los científicos entrevistaron a voluntarios del Estudio de Salud de las Enfermeras —que ser realiza desde 1976 y es considerada una de las mayores investigaciones sobre los posibles factores de riesgo de las enfermedades crónicas importantes— sobre los niveles de abuso que sufrieron en la infancia, ya sea que los golpearan con un cinto, les dejaran moretones o los abusaran sexual o verbalmente.

Los resultados revelaron que la huella de esa violencia tuvo un efecto persistente: entre los hijos de mujeres que sufrieron abuso infantil grave, los índices de depresión fueron 1,7 veces más altas que entre los hijos de madres que no habían sufrido ese tipo de abuso, y el índice de depresión crónica fue 2,5 veces más alto.

“El abuso infantil tiene un impacto profundo en la salud mental de los adultos, que luego puede afectar a otros miembros de la familia”, dice Andrea Roberts, autora principal del estudio e investigadora científica de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de la Universidad de Harvard.

Bessel van der Kolk, psiquiatra y autor del bestseller The Body Keeps the Score (“El cuerpo lleva la cuenta”), caracteriza el trauma no solo como un evento del pasado, sino también como una huella persistente en la mente, el cuerpo y el cerebro.

Van der Kolk dice que el trauma intergeneracional se puede rastrearse por la forma en que los niños se adaptan al comportamiento de sus padres. “Si el niño se ríe y la madre se queda petrificada, el niño aprende a no reírse enfrente de la madre”, dice el psiquiatra.

Trauma colectivo

El trauma intergeneracional “colectivo” y el “trauma racial” refieren a la angustia psicológica transmitida de generación en generación como resultado de acontecimientos históricos, como la colonización, la esclavitud y otras formas de opresión.

Este tipo de trauma excede a los individuos y las familias y es una experiencia compartida por todo un grupo particular, como los descendientes de los 120.000 norteamericanos de origen japonés y ciudadanos japoneses confinados en campos de concentración en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.

Las manifestaciones de este tipo de trauma son muy diversas, desde picos de ansiedad, depresión o insomnio, hasta otros problemas de salud mental y trastornos emocionales.

Thema Bryant, especialista en terapia enfocada en el trauma y presidenta de la Asociación de Psicología de Estados Unidos, dice que muchas personas lidian con distintas formas de trauma al mismo tiempo.

Bryant comenta que su propia visión del mundo está filtrada por su experiencia de haber crecido en Baltimore entre descendientes de la trata transatlántica de esclavos y por haber tenido un abuelo veterano de la Segunda Guerra Mundial con trastorno de estrés postraumático. En su vida sufrió el racismo y sobrevivió a la agresión sexual. “Soy sobreviviente de un trauma en mi propia vida y de un trauma intergeneracional”, dice Bryant.

En las memorias What My Bones Know (“Lo que saben mis huesos”) Stephanie Foo relata su historia personal de abuso y cómo empezó a explorar la transmisión intergeneracional del trauma cuando le diagnosticaron estrés postraumático complejo.

“Todos somos producto de nuestra historia”, dice Foo. “No me parece tan sorprendente que los miedos, traumas, tics e inseguridades que llevamos se transmitan hasta cierto punto a nuestros hijos: así como se pasa una receta de ensalada de papas de la época de la Gran Depresión, también se transmite un miedo profundamente arraigado al abandono.”

La bisabuela y la abuela de Foo sobrevivieron a la ocupación japonesa de Malasia durante la Segunda Guerra Mundial y a una brutal guerra de guerrillas con Gran Bretaña conocida como la Emergencia Malaya, entre 1948 y 1960.

“Personalmente, creo que los desesperados esfuerzos que ellas tuvieron que hacer para sobrevivir tienen que ver con mi capacidad y mi creatividad para desarrollarme profesionalmente y sobrevivir acá en Estados Unidos. Y probablemente también tenga que ver mucho con mi intensa ansiedad…”

Cómo se ayuda a las personas con trauma intergeneracional

Para salir del ciclo del trauma generacional, los especialistas recomiendan un enfoque holístico, o integral.

  • Concientización: Jason Wu, psicólogo de la ciudad de San Francisco e hijo de padres refugiados, dijo que el primer paso es ayudar a la persona a tomar conciencia. Un paciente puede haber internalizado que es un inservible, “pero cuando se saca el envoltorio, aparecen las críticas constantes de sus padres, y tal vez incluso las de los padres de sus padres, y resulta que la fuente de esa creencia es la falta de calidez y de elogios”.

  • Terapia mente-cuerpo: se ha descubierto que las terapias somáticas o basadas en el cuerpo, como el yoga, son efectivas para tramitar el trauma. Y cada vez hay más terapias expresivas que emplean el movimiento, la música o las artes visuales para ayudar a los pacientes a encontrar la mejor forma de sobrellevar la situación, señala Cécile Rêve, cofundadora de ARTrelief, un centro que brinda esas terapias basadas en las artes.

  • Replanteamiento: Foo dice que es importante replantearse las narrativas nocivas que le inculcaron de niña. “La voz de mi madre diciendo: ‘No servís para nada, sos desagradable, sos estúpida’. Creo que el punto esencial de mi proceso de sanación fue el esfuerzo por reescribir esa narrativa y transformarla en algo más indulgente y amoroso.”

  • Romper el ciclo: Los estudios sugieren que hasta los niños que no fueron criados con cariño pueden superar esa historia si como adultos adoptan conscientemente estrategias positivas en la crianza de sus propios hijos.

  • Involucrarse: Abordar directamente los problemas que originan el trauma, como la violencia armada o el racismo, involucrándose y participando en agrupaciones de la sociedad civil, también son herramientas poderosas para superar el control que el trauma ejerce sobre una persona, dice Bryant, presidenta de la Asociación de Psicología de Estados Unidos.

  • Hablar del tema: Abordar el tema del trauma en la familia también puede ser importante. “¿De eso no se habla y por lo tanto entre en el reino de los ‘impronunciable’? ¿O es una parte de la historia familiar que pertenece e interpela a todos y cada uno de los miembros de la familia?”, se pregunta Arielle Scoglio, profesora adjunta de la carrera de Salud de la Universidad de Bentley en Waltham, Massachusetts. “La segunda opción sirve para disipar la vergüenza vinculada con el trauma y lo integra en una narrativa que es más flexible”.

Por Rachel Zimmerman

(Traducción de Jaime Arrambide)