“Enfermedad X”: cómo debe prepararse el mundo para la próxima pandemia, según un experto de EE.UU.

El acceso a pruebas diagnósticas, un factor decisivo para el manejo de una pandemia
El acceso a pruebas diagnósticas, un factor decisivo para el manejo de una pandemia - Créditos: @Liau Chung-Ren

NUEVA YORK.– A fines del año pasado, participé en un ejercicio pensado para ver qué sucedería si el mundo estuviera ante una nueva enfermedad que se propagara con rapidez, sin ninguna advertencia.

El ejercicio se realizó en varias reuniones organizadas por el consejo consultivo de la Organización Mundial de la Salud, en respuesta a una nueva pandemia de consecuencias serias, un riesgo que la OMS llama “enfermedad X”.

Entre quienes participaron en el ejercicio había ministros de salud y altos funcionarios de salud pública de nueve países. La urgencia de los acontecimientos los obligó a tomar decisiones políticas difíciles en poco tiempo y con información escasa. Cada decisión tenía consecuencias enormes para la sociedad y para el curso de la pandemia. Así fue en los primeros días del Covid. También será así en otras pandemias.

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Algunos de los líderes internacionales de salud pública más inteligentes y experimentados tenían opiniones divergentes, a veces opuestas, sobre muchas cuestiones fundamentales. ¿Deben suspenderse los viajes en los primeros días? ¿Se deben cerrar las escuelas en los primeros países afectados? Si una futura pandemia tiene una tasa de letalidad mucho más alta que la del Covid o si afecta gravemente a los niños, ¿los países deben tomar medidas diferentes, más fuertes y más rápidas para contenerla? Los principales expertos aún no se ponen de acuerdo.

Estas serán decisiones difíciles que los líderes tendrán que tomar. Y por eso es esencial anticiparlas y estar preparados con antelación, a fin de contar con un amplio consenso cuando sea preciso.

será necesario acelerar el desarrollo, la distribución y la aplicación de vacunas
será necesario acelerar el desarrollo, la distribución y la aplicación de vacunas - Créditos: @Prensa GCBA

Durante el punto máximo de contagios de la ola provocada por la variante ómicron en enero de 2022, los líderes del Congreso estadounidense de todo el espectro político se sentían frustrados por la necesidad de transformar la respuesta del país a la pandemia. “No podemos permitir que esto vuelva a ocurrir”, se escuchaba con frecuencia.

Pero un año después, y tras tres años desde que se declaró la pandemia, esa determinación colectiva ha menguado. La promesa de prepararse para pandemias de maneras innovadoras y más ambiciosas se desvaneció pronto.

Sin importar lo terrible que haya sido el Covid, no es el peor de los casos. Hay virus con tasas de letalidad que duplican, multiplican por 10 o incluso superan la del Covid, como la influenza H5N1 (gripe aviar), el nipah y el ébola. Por fortuna, esos virus no desarrollaron la capacidad eficaz de propagación respiratoria de un humano a otro. Lo que preocupa es si una nueva cepa vírica con mayor letalidad desarrollará también la capacidad de propagarse rápidamente entre las personas. En el mundo hay una preocupación cada vez mayor por la propagación del H5N1 en los animales, una evolución que los gobiernos deben seguir y para la que deben prepararse, y que debería impulsar esfuerzos de preparación nuevos y vigorosos ante una pandemia.

El mundo necesita estar listo para la próxima enfermedad X, una que pueda causar riesgos catastróficos globales. Esto es lo que haría falta para compilar todo lo que aprendimos del Covid y transformar nuestra manera de estar preparados.

1) Necesitamos que las vacunas se administren con mayor rapidez

Varios países denominan a este compromiso la “misión de los cien días”, en referencia a la cantidad de días que deberían necesitarse para desarrollar una vacuna segura y efectiva, después de secuenciar un nuevo virus que podría ocasionar una pandemia. Esto requeriría una investigación seria de los gobiernos y una colaboración estrecha con las empresas que fabrican las vacunas en el sector privado para establecer procesos mucho más rápidos en la investigación y el desarrollo, los ensayos clínicos, la revisión regulatoria y más. Requeriría más inversión en tecnologías como el ARN mensajero (ARNm), que podrían usarse para una gran variedad de amenazas de enfermedades X. En este momento, una buena parte del financiamiento gubernamental para ayudar a desarrollar vacunas y medicamentos para la pandemia es para patógenos existentes y conocidos, en lugar de prepararnos para futuros desconocidos.

2) Tenemos que facilitar el desarrollo y la distribución de pruebas

Mientras las pruebas de diagnóstico no estén disponibles de manera generalizada, las autoridades y la gente no tendrán información suficiente que las prepare para una futura pandemia. Ahora sabemos que necesitamos que existan contratos entre el gobierno federal y la industria de diagnósticos que puedan aplicarse con rapidez, porque no tenemos tiempo para iniciar negociaciones complejas en una crisis.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos necesita una vía clara y establecida para aprobar de manera urgente las nuevas pruebas durante una crisis, al igual que los entes reguladores de los demás países. Los centros sanitarios de referencia deben estar preparados para proporcionar orientación clínica diagnóstica inmediata, y las coberturas de salud, listas para incluir rápida y completamente las pruebas. Las farmacias, los consultorios médicos y los centros comunitarios deben estar preparados para administrarlas lo más pronto posible.

Imaginemos que en las primeras semanas del Covid todo el mundo hubiera podido hacerse un test gratuito con facilidad en uno de los miles de centros disponibles. Esa debería ser la expectativa para el futuro.

3) Necesitamos mayores existencias de equipo de protección de alta calidad

La disponibilidad de equipos de protección para el personal sanitario es otra cuestión fundamental
La disponibilidad de equipos de protección para el personal sanitario es otra cuestión fundamental - Créditos: @Anibal Greco

En casi todos los países, los equipos de protección personal, o EPP, eran demasiado escasos en los primeros meses de la pandemia de Covid. Necesitamos un enfoque mucho más sólido y resistente. La cadena de suministro sigue siendo muy vulnerable, por ejemplo en Estados Unidos, a las afectaciones porque se depende de muchos productos de un solo uso que están hechos con componentes de todo el mundo, productos que bastantes países van a buscar al mismo tiempo.

Debemos estar en una posición en la cual el personal sanitario y todos los trabajadores esenciales puedan obtener cubrebocas de muy alta calidad de inmediato. Esto significa cambiar al menos una parte sustancial del suministro de cubrebocas de alta filtración de los desechables de un solo uso a respiradores reutilizables que puedan usarse varias veces y de forma segura.

4) Necesitamos cambiar en serio nuestra estrategia del aire interior

Así como esperamos que salga agua limpia de nuestras llaves, deberíamos tener aire más limpio circulando en nuestros edificios. La mejora de los filtros, el aumento de la entrada de aire exterior y las nuevas tecnologías para reducir la carga de patógenos deberían formar parte del plan: estas medidas son fundamentales para futuras pandemias y para reducir el número de víctimas de los virus en general. El gobierno de Biden puso fondos a disposición de las escuelas para que aumentaran la ventilación, pero muchas escuelas no han invertido en esto. El gobierno también inició un esfuerzo para mejorar el aire que circula en los edificios de todo el país, pero la mayor parte de la implementación de ese plan depende de actores locales, propietarios y operadores de edificios y de que haya mejores códigos de construcción.

5) Necesitamos una mayor supervisión de la investigación y la seguridad en los laboratorios

Todavía no está clara cuál fue la causa de la pandemia de Covid y para resolver esa incertidumbre se necesitarían datos e información nuevos. Pero incluso sin saber eso, debemos tomar medidas a niveles nacional e internacional para operar los laboratorios con virus letales y contagiosos de la forma más segura posible.

Necesitamos una supervisión gubernamental fuerte de ese tipo de trabajo, con un esquema que equilibre los beneficios propuestos con los principales riesgos. En estos momentos, la Casa Blanca y los Institutos Nacionales de Salud están revisando estas políticas y hay muchos cambios importantes que, de adoptarse, harían que la política y la práctica estadounidenses sean mucho más seguras y eficaces en estas cuestiones.

Estos esfuerzos forman parte de un conjunto más amplio de acciones y programas necesarios para evitar que sucesos accidentales o deliberados desencadenen grandes epidemias y pandemias. Ese trabajo debería incluir requisitos para controlar o prevenir la síntesis en laboratorio de virus mortales o desaparecidos; una fuerte capacidad nacional para atribuir un nuevo patógeno a su origen; el compromiso de apoyar la Convención sobre Armas Biológicas, el tratado internacional que prohíbe las armas biológicas y de toxinas, así como un vigoroso escrutinio y supervisión de la práctica de extraer de ecosistemas remotos virus que puedan tener potencial pandémico y que nunca hayan sido introducidos en personas o estudiados en un laboratorio.

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Estos no son los únicos esfuerzos necesarios –también necesitamos una mayor capacidad de salud pública local, un mayor apoyo a las organizaciones comunitarias que trabajan en la atención a la población y más–, pero son un comienzo fundamental.

El Covid puso de manifiesto una increíble determinación, ingenio científico, perseverancia individual y comunitaria e innovación. Pero aun así, millones de personas murieron, muchos millones más enfermaron y las sociedades sufrieron un retroceso terrible en Estados Unidos y en todo el mundo. Es probable que en el futuro nos enfrentemos a amenazas pandémicas similares o peores. Tenemos que aprovechar el tiempo que tenemos ahora para prepararnos lo mayor posible y protegernos de los desafíos que puedan surgir de nuevo sin previo aviso.

Por Tom Inglesby

Director del Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud y un experto en preparación para pandemias