Encontrando comunidad y libertad en una pista de baile virtual

En una imagen sin fecha proporcionada por VRChat, el avatar de May S. Lasch, en el centro, en Concrete, un club LGBTQ de VRChat. (Vía VRChat vía The New York Times)
En una imagen sin fecha proporcionada por VRChat, el avatar de May S. Lasch, en el centro, en Concrete, un club LGBTQ de VRChat. (Vía VRChat vía The New York Times)

En una noche de sábado reciente, la calle frente al club nocturno Tube VR lucía como una calle típica del este de Londres: un bote amarrado en el canal, espacios comerciales de moda bordeando el paseo marítimo y un paso subterráneo cubierto de grafitis. Sin embargo, en el interior del club, terminé bailando junto a un erizo con un sombrero de copa, una monja estilo animé con un halo verde ácido y un zorro humanoide con mini pantalones cortos.

Tube VR es un recinto y uno de los eventos de fiesta más populares en VRChat, una plataforma social similar a un videojuego que se desarrolla en la realidad virtual (VR, por su sigla en inglés), donde los usuarios pueden usar avatares fantásticos de su propio diseño. Cuando me quité el visor de VR, estaba solo en mi habitación. Cuando me lo puse de nuevo, estaba de vuelta en el corazón palpitante de una fiesta.

Durante el apogeo de la pandemia de coronavirus, los fiesteros habituales acudieron en masa a clubes virtuales alojados en plataformas como Zoom, pero desde que los recintos físicos han vuelto a abrir sus puertas, la popularidad de estos espacios digitales ha mermado. Ese no ha sido el caso de VRChat. Cuando gran parte del mundo estaba en confinamiento, el número diario de usuarios de la plataforma aumentó de forma constante. Esa tendencia se ha mantenido en su mayor parte y las cifras siguen superando los niveles previos a la pandemia, según los datos citados por la plataforma.

Para asistir a un club virtual en VRChat, solo necesitas una PC estándar, pero para obtener la experiencia más inmersiva posible necesitarás un visor VR y una computadora medianamente potente. El club nocturno Tube es solo uno de los cientos de miles de mundos discretos de VRChat donde las personas se reúnen y socializan en forma de avatar.

En mi primera fiesta VR me sentí un poco fuera de lugar. Tuve que aprender normas nuevas de etiqueta social sobre cómo acercarme y hablar con otras personas y sentí que mi avatar predeterminado lucía demasiado básico en comparación con las imaginativas criaturas que me rodeaban. Pero gracias a que mi visor traducía mi voz y mis movimientos al espacio virtual y con los avatares bailando y charlando a mi alrededor, sorprendentemente sentí algo muy parecido a estar en un club real.

Esta experiencia ofrece una idea de cómo podría verse la socialización en nuestro futuro cada vez más intervenido por la tecnología. “Así como las videoconferencias por Zoom se han convertido en una parte central de la vida cotidiana de muchas personas ahora que es conveniente y útil, es fácil imaginar que en unos 10 años la realidad virtual también pueda desempeñar ese papel” en la socialización diaria, afirmó por correo electrónico David Chalmers, profesor de Filosofía y Ciencias Neuronales en la Universidad de Nueva York, quien escribió un libro sobre la VR.

Naturalmente, algunos aspectos de VRChat no pueden competir con la vida real: los eventos de realidad virtual sufren retrasos y problemas técnicos con frecuencia. Sin embargo, irse de fiesta en la VR también ofrece claras ventajas: la seguridad personal y el acoso son preocupaciones menores, los usuarios tienen más control sobre su entorno y pueden ajustar el volumen de las voces de las personas o de la música a su gusto y, exceptuando el costo inicial del hardware, los eventos son gratuitos.

En una imagen sin fecha proporcionada por VRChat, la pista de baile de Loner, un club en VRChat, un espacio de realidad virtual donde las personas se reúnen y socializan en forma de avatares. (Vía VRChat vía The New York Times)
En una imagen sin fecha proporcionada por VRChat, la pista de baile de Loner, un club en VRChat, un espacio de realidad virtual donde las personas se reúnen y socializan en forma de avatares. (Vía VRChat vía The New York Times)

Esta mayor accesibilidad es especialmente significativa para las personas que viven lejos de clubes y discotecas populares y para los usuarios con problemas de movilidad. Turels, un usuario de VRChat, fue músico profesional hasta que le diagnosticaron la enfermedad de Still, un tipo de artritis que no le permite usar las manos para tocar instrumentos.

“Cuando recibí el diagnóstico, pensé que era el fin: pensé que había llegado la hora de empacar mis equipos e instrumentos musicales y venderlos”, contó en una reciente entrevista telefónica Turels, quien pidió omitir su nombre real por razones de privacidad relacionadas con su enfermedad.

Pero los amigos que hizo en el club virtual lo alentaron a probar ser DJ en la realidad virtual utilizando un hardware especialmente adaptado. Ahora, toca música en VRChat con regularidad.

“VRChat me ha devuelto esa parte de mi vida”, afirmó.

En cualquier fin de semana hay docenas de fiestas en VRChat. Por ejemplo, está Mass, una fiesta rave dentro de la cabeza de un robot gigante; Shelter, un club popular que evoluciona según una narrativa conceptual de ciencia ficción, y Ghost Club, un local pionero japonés al que los usuarios ingresan a través de una cabina telefónica. Cada “VRquitecto” que construye un club aprovecha al máximo su libertad de las limitaciones del presupuesto y el espacio físico.

Una de las características distintivas de VRChat es que casi todo su contenido es creado por los usuarios. Hay pocas oportunidades para que moneticen sus creaciones dentro del juego y, aunque algunos recintos utilizan páginas de Patreon para cubrir los costos, la gran mayoría son creados y gestionados por voluntarios; algunos, como Tube, además recaudan dinero para obras de caridad.

El propio VRChat es de uso gratuito y está financiado en gran parte por inversionistas. En su más reciente ronda de financiación, en 2021, recibió 80 millones de dólares. Esta cautela en torno a la monetización ha fomentado un entorno de clubes de fiesta que se siente genuinamente de base. Sin embargo, hay planes para introducir una economía para creadores de contenido en un futuro próximo.

Los fiesteros son solo una de las grandes comunidades de VRChat. También hay grupos LBGTQ, mundos dedicados a los juegos de rol, baile, meditación budista y encuentros eróticos. Una comunidad con discapacidades auditivas enseña lenguaje de señas VR en una escuela virtual.

Los avatares elegidos por los usuarios suelen ser caricaturescos, pero las relaciones que construyen en VRChat son indudablemente humanas.

“Conocí allí a tantas personas a las que hoy en día considero mis mejores amigos y a quienes también conocí en la vida real”, contó en una entrevista en video May S. Lasch, quien gestiona el club LGBTQ Concrete en VRChat. “Al final, la realidad virtual se trata de las personas, no de la tecnología. La tecnología simplemente se encarga de acercar a las personas”.

© 2022 The New York Times Company