Con la elección del republicano conservador Mark Johnson, ¿perdieron los demócratas? | Opinión

El despido del presidente de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy, un republicano del establishment que había sorprendido gratamente a muchos conservadores, quizá los haya dejado a él y a sus partidarios perplejos ante el hecho de que una pequeña minoría de objetores tramara su fin como líder. Pero el interrogante no tardó en plantearse: ¿Quién pudiera satisfacer a suficientes republicanos para convertirse en el sucesor de McCarthy?

A falta de un plan sólido sobre quién sustituiría a McCarthy, se desarrolló un espectáculo en el que fracasó la candidatura de un digno estratega, el representante Steve Scalise, de Louisiana, y la posterior candidatura fallida del acérrimo conservador representante Jim Jordan, de Ohio. Estados Unidos se preguntó: ¿Qué quieren estos republicanos? El propio partido preguntó: ¿Podemos ponernos de acuerdo y unificarnos detrás de alguien?

La respuesta resultó ser un sí rotundo, y el camino que llevó hacia el presidente de la Cámara Baja Mike Johnson de Louisiana permite comprender las diversas capas de la intriga republicana.

Si la reacción republicana a la destitución de McCarthy estuvo salpicada de cierta queja purista por las promesas de procedimiento incumplidas, la respuesta de los demócratas fue de amplia satisfacción. Nada entretiene más a los demócratas que las luchas internas republicanas, que surgen con previsible regularidad. Pero si los republicanos no sabían exactamente a dónde conduciría el drama en última instancia, los demócratas no tenían ni idea.

Los demócratas querían un presidente de la Cámara de consenso

Lo que tenían eran ilusiones. Los meses de posturas sorprendentemente conservadoras de McCarthy le granjearon admiradores en su propio partido, pero resultaron alarmantes para los liberales que añoraban la inactividad centrista de anteriores presidentes de la Cámara como Paul Ryan y John Boehner. Su esperanza era que un Partido Republicano acosado por las disputas tuviera que presentar un candidato de compromiso que pudiera alcanzar los 217 votos necesarios con una combinación de republicanos dispuestos a taparse la nariz y demócratas que esperaran un líder menos confuso que McCarthy.

Como dice el viejo refrán, cuidado con lo que deseas. Los conservadores del Partido Republicano celebran ahora el ascenso de un espíritu afín, mientras que los demócratas se preguntan cómo el supuesto “caos” del que tanto se burlaban ha dado lugar a un presidente de la Cámara aún más conservador.

El punto de ignición lo encendieron los 20-25 republicanos que obstruyeron a Jordan, un rotundo conservador que, sin embargo, contaba entre sus aproximadamente 200 partidarios con algunos que ya habían apoyado a Scalise y otros que seguían resentidos por el apoyo concedido a McCarthy.

Algunos de los detractores palidecieron ante su estilo; otros vieron su escepticismo ante la ayuda a Ucrania como un indicador de las dificultades que se avecinaban para sus favoritas asignaciones militares. Una de las razones que se esgrimieron fue que, si bien Jordan era un activista conservador de peso, había dudas sobre su aptitud para manejar entre bastidores las palancas de recaudación de fondos y reclutamiento necesarias para impulsar la mayoría del partido más allá del único dígito que hizo posible todo este episodio.

Mike Johnson logra imponerse gracias a sus atributos

El líder de la mayoría, Tom Emmer de Minnesota, tiene esas aptitudes a raudales, pero su falta de credibilidad conservadora le habría impedido llegar al 217 incluso si Donald Trump no hubiera torpedeado sus posibilidades con una sola ráfaga de mensajes en las redes sociales. Un campo de nueve posibles sustitutos fue reemplazado por un campo de cinco. Los atributos de Johnson le catapultaron a la cima.

Su conservadurismo es incuestionable, pero su estilo no es cáustico. Da prioridad a la recaudación de fondos y a la construcción del partido, pero sin el débil enfoque del establishment que se desechó en la era de Trump. Y es un comunicador de considerable talento, con fluidez en las profundidades políticas de la economía y la inmigración, así como en el panorama de los asuntos sociales que recorrió con pasión como abogado librando batallas sobre la libertad religiosa.

En esta era de análisis superficiales, a los críticos que se burlaron del aparente caos que rodeó la búsqueda de un nuevo líder les toca ahora ser testigos de las secuelas, con un recién llegado que los republicanos pueden considerar mejor que McCarthy y al menos tan inspirador como Jordan: un paquete completo de perspicacia organizativa y espíritu de lucha que pudiera unir a un Partido Republicano díscolo y dejar a los demócratas preguntándose cómo una debacle semejante urdió una victoria conservadora.

Mark Davis presenta un programa de radio matutino en Dallas-Fort Worth en 660-AM y en 660amtheanswer.com. Sígalo en Twitter: @markdavis.