El psicópata y despiadado niño asesino que fue indultado de morir en la horca
Escalofriantes suelen ser las historias en las que se narran los atroces asesinatos cometidos por un psicópata desalmado, pero mucho más aterradores se convierten esos relatos cuando el responsable es un niño que apenas ha llegado a la adolescencia.
Este es el caso de Jesse Pomeroy, nacido en un barrio obrero de Boston en 1859, y quien pertenecía a una humilde familia trabajadora en la que, como era muy común en muchos hogares, el padre ejercía el maltrato físico hacia sus hijos y esposa cada vez que bebía.
Jesse desde pequeño fue un niño lleno de complejos debido su vistoso pelo rojizo que lo hacía destacar sobre todos sus compañeros de escuela y ser centro de burlas, además de tener un defecto en su ojo derecho, el cual hacía que se le viera todo el globo ocular de color blanco. Todo esto, sumado a los maltratos vividos en su hogar, podría haber sido, posiblemente, el detonante para crear en él una desequilibrada y perversa personalidad.
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No se conoce con exactitud todos los crímenes, abusos y torturas que cometió a lo largo de su corta carrera delictiva y en qué momento comenzó a hacerlo. Las primeras víctimas de Jesse de las que se tiene constancia (que siempre eran niños y niñas mucho más pequeños que él) no fueron asesinados, pero ejerció sobre ellos una brutalidad impropia de un pequeño de apenas once años de edad.
Tenía la habilidad de ser encantador en cuanto se lo proponía, algo que le ayudaba a ganarse la simpatía de los pequeños y convencerlos para que lo acompañaran a algún lugar alejado de donde se encontraban. Allí los ataba y los sometía a una serie de torturas y maltratos físicos, golpeándolos con los puños, azotándolos con un cinturón o cortándoles en varias partes del cuerpo con una navaja. Cabe destacar que las edades de sus víctimas estaban entre los 4 y los 10 años de edad.
Su madre, Ruth, era conocedora que algo no funcionaba bien en la cabeza de su hijo menor, quien algunas veces tenía una extraña conducta y a quien había pillado en más de una ocasión maltratando o descuartizando a pequeños animales (pájaros, gatos, cachorros de perros…).
Harta del maltrato que recibía de su esposo Thomas, en 1872 Ruth decidió abandonarlo y marcharse con sus dos hijos (Jesse y su hermano dos años mayor que él Charles) al otro lado de Boston. Estaba convencida que gran parte de la culpa en el carácter de su pequeño la tenía el padre, así que si lo alejaba de él quizás podría encaminarlo hacia una vida normal.
Pero no fue así. En su nuevo barrio Jesse continuó haciendo de las suyas, pero, según iba creciendo, su brutalidad era más extrema y el daño que infringía a aquellos pequeños a los que raptaba durante unas horas era cada vez mayor.
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A los 12 años de edad, le cogió gusto a masturbarse frente a algunas de sus víctimas mientras obligaba a éstas a rezar oraciones. No abusaba sexualmente de ningún pequeño o pequeña (o al menos en su día no hubo constancia), pero era todo un extraño ritual sádico en el que los maltrataba físicamente a la vez que necesitaba autodesfogarse.
Sus ataques a pequeños cada vez fueron más continuos, pero todo ese tiempo ninguna de sus víctimas (debido a sus cortas edades) pudieron delatarle y la policía dar con él, hasta que en septiembre de 1872 un pequeño de cinco años, llamado Robert Gould, pudo aportar una serie de pistas y descripciones físicas de Jesse y las autoridades dar con el joven psicópata.
Debido a su edad (estaba a punto de cumplir los 13 años) no podía ser condenado y encarcelado por un tribunal penal, por lo que se le envió a un correccional, donde debería pasar los siguientes cinco años. Pero, tal y como he explicado unos párrafos más arriba, Jesse Pomeroy poseía la habilidad de ser un muchacho encantador en cuanto se lo proponía, así que los siguientes meses en el centro de menores se portó de manera impecable, lo cual, sumado a las múltiples cartas de amparo que envió su madre, hizo que en tan solo quince meses (febrero de 1874) el muchacho ya estuviera en libertad.
Una vez en la calle no tardó en volver a cometer sus fechorías, pero esta vez incluso llegando a asesinar. Su primera víctima mortal (o al menos así consta) fue una niña de diez años, llamada Katie Mary Curran, que acudió al negocio regentado por Ruth (la madre de Jesse). En ese momento se encontraba allí el joven psicópata quien, con su característica habilidad para engañar y convencer, se llevó a la pequeña, la degolló y abandonó el cuerpo.
Poco después la misma suerte correría el niño Horace Millen, de cuatro años, con quien fue todavía más brutal: le asestó cerca de una veintena de puñaladas, una de ellas en el ojo y otra en el escroto.
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Gracias a los testimonios de varios testigos que vieron al pequeño Horace acompañado de Jesse (que por aquel entonces tenía catorce años de edad) la policía pudo detener al joven asesino. Cabe destacar que las autoridades desconocían el hecho de que dos meses antes había salido del correccional, motivo por el que no sospecharon de él cuando desapareció la niña Katie Mary Curran.
Jesse Pomeroy fue juzgado en diciembre de aquel mismo año, siendo encontrado culpable y condenado a morir en la horca.
Mientras esperaba en prisión que se llevase a cabo la ejecución ningún juez del Estado de Massachusetts, a pesar de los crueles crímenes cometidos por Jesse, se atrevió a firmar la sentencia, por lo que los meses iban pasando y no se sabía a ciencia cierta cuál sería el destino del muchacho.
Alexander Rice, gobernador del Estado, conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua, recomendando que en su cautiverio Jesse fuese puesto en un módulo de aislamiento y sin contacto con otras personas. Aislado pasó la mayor parte de su condena (cuarenta años) hasta que en 1917 (a los 58 años de edad) ya se le permitió integrarse con el resto de presos. Falleció el 29 de septiembre de 1932.
Fuentes de consulta e imágenes: sundaymagazine / murderpedia / murderbygaslight
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