El oscuro pasado de la base militar donde EEUU detendrá a niños migrantes
Ante la oleada de migrantes que llegan, y continuarán llegando desde Centroamérica, a Estados Unidos en pos de asilo, el gobierno de Donald Trump ha optado por establecer un albergue para menores en Fort Sill, una amplia base militar en Oklahoma, que tiene en su pasado el cuestionable hecho de haber sido uno de los lugares en los que se establecieron campos de internamiento de japoneses-estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
De acuerdo a Time, la administración actual pretende alojar en Fort Sill a unos 1,400 menores en tanto se dilucida su situación y hasta que sean entregados a parientes o tutores adultos.
La saturación de los numerosos albergues en los que esos menores son mantenidos –Time indica que tan solo hasta el 30 de abril las autoridades habían tomado bajo custodia a 40,900 menores– habría llevado a la administración a optar por bases militares, algo que ya sucedió en 2014, durante la administración de Obama.
Fort Sill fue, en realidad, una de las bases usadas entonces y que volverá a realizar esa función ahora.
Pero el pasado de Fort Sill traza paralelismos punzantes cuando se aborda, por ejemplo, el confinamiento de los japoneses-americanos (incluso de personas nacidas en el país y ciudadanas estadounidenses) motivado por el racismo y la noción, en general injustificada y sin evidencia para motivar una acción a tal escala, de que entre esa población podría haber colaboradores del enemigo Imperio Japonés.
Se afirma que a partir de 1942 y hasta 1945 entre 110,000 y 120,000 personas de origen japonés, la mayoría ciudadanos estadounidenses, fueron recluidos de modo forzado en varios campos de internamiento en el país, entre ellos Fort Sill (que habría albergado a varios centenares), una medida que fue severamente criticada por su injusticia y crueldad, además de haber sido motivada mayormente por la xenofobia y el racismo.
Décadas después, y tras fuerte movilización y presión, el gobierno de EEUU reconoció esa injusticia y pagó reparaciones a miles de sobrevivientes. Con todo, el dolor por esa afrenta institucionalizada y el debate sobre si las reparaciones económicas fueron suficientes ha sido largo, con heridas que aún no han sanado.
Y aunque con diferencias diversas, el internamiento de migrantes y, en específico, de los que son menores de edad también ha causado indignación general. Por ejemplo, la política de tolerancia cero que criminaliza a los migrantes, el discurso que los señala como “invasores” y que ve el fenómeno de la migración como una amenaza a la seguridad nacional y la crueldad de detener y separar familias tienen también un crudo componente de injusticia, racismo y xenofobia, además del filo electoralista que caracteriza a la política de Donald Trump en materia de inmigración.
El afán por recluirlos, en vez de permitirles seguir sus casos de inmigración en libertad, y la separación de menores de sus familias, bajo argumentos equívocos de que, por ejemplo, los migrantes por lo general no se presentan en sus citas en la corte de inmigración o que los menores fueron traídos no por familiares sino por traficantes que los usan como tapadera, hace eco de los argumentos, probados como injustos, que cuestionaban de tajo la lealtad de los japoneses-americanos o los consideraban posibles focos de amenaza.
Hoy, ese pasado de Fort Sill es un recordatorio poderoso contra las injusticias, pero no es el único hecho singular que tuvo lugar en esa base militar en Oklahoma. Por ejemplo, en buena medida ese fuerte fue establecido y utilizado en las décadas de 1860 y 1870 como uno de los centros de operaciones en las guerras contra tribus indias que fueron reubicadas forzadamente desde sus tierras originales hasta lo que hoy es Oklahoma y también de posteriores afanes de control de las poblaciones nativoamericanas.
Por ejemplo, el famoso jefe indio Gerónimo fue detenido en Fort Sill a partir de 1894 y murió allí en 1909 como prisionero de guerra. Su tumba se encuentra aún en terrenos de ese fuerte militar. Otros líderes nativoamericanos fueron también mantenidos en detención por largo tiempo en esa instalación militar a finales del siglo XIX y principios del XX.
Y años después, Fort Sill fue la sede del primer escuadrón de aviones militares de Estados Unidos, establecido en 1915. Sus aeronaves fueron en 1916 parte de la llamada ‘Expedición punitiva’ que el ejército estadounidense lanzó en el norte de México para perseguir al revolucionario Pancho Villa luego de que este realizó un ataque contra la población de Columbus, Nuevo México.
Actualmente Fort Sill es una base militar activa, con unidades de artillería y artillería antiaérea del Ejército, la escuela de artillería y unidades de Marines asignadas allí. Y pronto, si se aplica el plan del gobierno de Trump, será el hogar temporal forzado de cientos de migrantes menores de edad, todo en el contexto del trato cruel e inhumano que ha caracterizado a la administración presente en su trato con los migrantes que llegan a Estados Unidos en pos de asilo, huyendo de la violencia y la miseria en sus lugares de origen y que en general no son una amenaza a la seguridad ni un foco de crimen.
Y dado que, como se comenta en CBS News, Fort Sill se asienta en terreno federal, no estaría sujeto a inspecciones de parte de autoridades estatales de protección infantil, lo que ha causado inquietud. Y solo otro sitio en Estados Unidos, ubicado en Homestead, Florida, es usado para albergar migrantes al margen de las normativas estatales.