El Metro y sus recortes al presupuesto que el gobierno de CDMX niega y los usuarios lamentan

Metro La Raza, estación en la que se registró una colisión el sábado pasado. (Getty Images)
Metro La Raza, estación en la que se registró una colisión el sábado pasado. (Getty Images)

El Metro ha sufrido un recorte presupuestal, aunque las autoridades digan lo contrario. Así lo constató Animal Político al contabilizar la cuenta pública de 2018 hasta 2022. De acuerdo con el reporte, el recorte ha sido de 3 mil 112 millones 665 mil 183 pesos y las principales áreas de impacto han sido mantenimiento y reparación, además de compra de equipo ferroviario y el área de infraestructura. Todos, aspectos medulares para el correcto funcionamiento del Sistema de Transporte Colectivo.

La investigación también deja ver que en 2018 Claudia Sheinbaum recibió una administración que destinaba 22 mil 882 millones de pesos al metro. En los tres años siguientes ese monto se redujo hasta llegar a los 17 mil 102 millones. Aunque hubo un aumento, en 2022, hasta los 19 mil 769 millones, la reducción queda reflejada en los 3 mil millones de diferencia perceptibles en el intervalo 2018-2022. Para este año, el presupuesto se quedó en 18 mil 847 millones de pesos. Así, se evidencia que los aumentos intermedios intentaron maquillar la reducción, pero la cuenta final es clara al cuadrar el dinero que se ha recortado.

Estas cifras contradicen tanto a Sheinbaum como a Luz Elena González, secretaría de Administración y Finanzas de la Ciudad de México, que sostienen que el presupuesto de este transporte no solo se mantiene intacto sino que se ha incrementado. Entre las múltiples anomalías cotidianas que se registran en quejas vía redes sociales, el choque de dos trenes entre las estaciones La Raza y Potrero volvió a poner al mantenimiento del Metro como uno de los puntos críticos del gobierno capitalino, sin que todavía haya responsables por la caída del Metro Olivos, hace año y siete meses, en el episodio emblema de tragedia ferroviarias en México.

Viajar en Metro se ha teñido de una zozobra innecesaria. Si el cuidado de las instalaciones, como dicen las autoridades, no escatimara en presupuesto, los dramas cotidianos serían, a fin de cuentas, soportables: que si los empujones, que los ríos de gente; todo se entendería en el hecho de que se tratara de un transporte efectivo y, sobre todo, seguro. Pero no lo es. En el choque del sábado, hubo una persona fallecida y 59 personas heridas. No tendría que haber más, no tendría que ser un número dramático.

Ya son muchas las evidencias como para seguir pasándolo por alto y atribuirlo a casualidades. No es mala suerte que dos trenes colisionen como no lo fue que un tren cayera desde el tramo elevado del Metro Olivos. Las tragedias no solo lo son por lo que implican en el momento en el que suceden, sino también por la estela de miedo que dejan a su paso: ya nadie puede decir que tiene garantizada la integridad al entrar al Metro. Y ni siquiera es que se esté hablando de la inseguridad, otro problema de viejos tiempos.

Como siempre, quien sale perdiendo es el usuario, que tiene que trasladarse en Metro de manera obligatoria todos los días y en largo trayectos que, además, comprenden el uso de transportes extras para llegar a sus destinos. Perdidos entre las discusiones de dinero, de problemas heredados y problemas vigentes no resueltos, los usuarios tienen que resignarse a un transporte que, por más que pueda romantizarse, no deja de ser incómodo. Y ahora también es inseguro. ¿Quién dará la cara en el siguiente accidente? ¿Quién dará la cara si algo sucede y no puedes llegar a tu destino porque dos trenes chocaron? ¿Bastarán las condenas, las promesas, las justificaciones de que ya todo venía mal?

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