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El #MeToo en México siempre sí fue una caza de brujas

African Woman Sexual Exploitation And Metoo Harassment Scandal
El movimiento Me Too nació de una mujer negra estadounidense, Tarana Burke, en un entorno local desde 2006, pero su consigna fue retomada por actrices de Hollywood en 2017. Foto: Getty.

Es otro “aniversario” del movimiento #MeToo en México, o por lo menos el que se tomó más en cuenta que fue aquél desatado en Twitter el 23 de marzo de 2019 sobre denuncias por agresiones sexuales, acoso sexual, acoso laboral y violencia entre pareja por parte se hombres que son escritores, periodistas, activistas, músicos por mencionar lo más sonados. Y lo pongo entre comillas porque desde ese momento estuve en desacuerdo en “repetir” el ejercicio anualmente.

No me malentiendan, siempre defendí lo que ocurrió ese año prepandémico. Yo también denuncié a alguien. Yo también fui víctima de acoso. Yo también. Sin embargo, no me agradaba la idea de que las mismas mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia en su día a día fueran las mismas encargadas de denunciar, de procurar lo más cercano a sentir una reparación y de restaurar con la idea de prevenir a las mujeres más jóvenes que pudieran encontrarse con esos agresores bien conocidos.

Recuerdo que en ese entonces se empezaron a referir al movimiento #MeToo en México como una caza de brujas por dar nombres contra hombres agresores. En 2019 supe que llamarle caza de brujas era un error, pero ahora no estoy tan segura. Creo que sí fue y sigue siendo una caza de brujas, pero las brujas de nuevo fuimos nosotras. Las mujeres. Las que sintieron vergüenza. Las señaladas en sus trabajos por “desestabilizar” un ambiente que no era sostenible para nadie y que de estable nunca tuvo nada. Metafóricamente, “las quemadas” de sus entornos, de amistades, de grupos de trabajo, de sus familias, de redes sociales o hasta salieron a debatir públicamente.

El movimiento #MeToo nació de una mujer negra estadounidense, Tarana Burke, en un entorno local. "Para ser claros, este es un movimiento sobre una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños que son agredidos sexualmente cada año y llevan esas heridas a la adultez. Es sobre ese 84 por ciento de mujeres trans que serán agredidas sexualmente este año y las mujeres indígenas que son casi cuatro veces más propensas a ser agredidas sexualmente que cualquier otro grupo”, dice Tarana Burke en su plática de Ted Talk de 2019.

“O las personas con discapacidades cuyas probabilidades de ser abusadas sexualmente es siete veces más alta. Sobre el 60 por ciento de niñas negras (como yo) que experimentarán violencia sexual antes de cumplir 18 años de edad y de esas miles y miles de mujeres en trabajos precarios que son sexualmente acosadas ahora en trabajos a los que no pueden renunciar por necesidad".

El #MeToo fue creado por una mujer negra cuyo propósito era aquél de sanar porque cada año las cifras de acoso sexual, de violación, de acoso en el trabajo, de infancias abusadas, de discriminación en la procuración de justicia sigue aumentando. Tarana Burke dice que cada año los agresores “hacen” a nuevxs sobrevivientes de estos delitos y es verdad.

Respeto y admiro lo que ocurrió en 2019 en una esfera que parecía tan local, como las relaciones de pareja, los ámbitos de escritores, de periodistas, de músicos, de personas con acceso digital a una red como Twitter y que disparó un debate nacional a raíz de un movimiento también local que se volvió global.

Lamento mucho que el #MeToo en México no trajera la sanación que proponía Tarana para muchas, una especie de restauración o siquiera una sensación de justicia y por el contrario haya provocado casi lo contrario de aquello que denunciaba: los señalamientos a nosotras mismas. La retaliación anunciada. Creo que muchas sabíamos que viviríamos vergüenza lo mismo haciendo una denuncia pública en una red social, que con una denuncia formal. Que muchas de estas denuncias ya existían por la vía legal, pero eran y siguen siendo ignoradas. Que los agresores, lejos de ver sus vidas arruinadas, como decían (y que solo eran consecuencias a sus acciones), siguen cobijados por un sistema grande e injusto que no tiene fin.

No tengo las respuestas a qué funcionaría en lo inmediato para terminar las violencias en el ámbito laboral y personal contra las mujeres. Me queda claro que los cambios, por más que queramos no ocurren de un día a otro. Mientras escribo esto desde México, sé que habrá diez u once mujeres que sean asesinadas hoy. Una o dos mujeres serán secuestradas y cada día se abrirán 58 denuncias por violación. Mientras reflexiono -como lo he hecho en los últimos cinco años desde que fui acosada en mi trabajo- muchas estudiantes jóvenes mujeres hacen tendederos digitales y físicos para denunciar a agresores, pero también para exhibir la ineptitud que como sociedad hemos tenido para encontrar reparación y justicia en este sistema además punitivista.

Me gustaría que no se repitiera el MeToo porque el punto es que no se repitan las agresiones. Lo escribo porque sé que la repetición de un MeToo en Twitter implica para muchas volver a ese lugar de revictimización, de señalamiento público, de estigma, de trabajo emocional y de otras consecuencias desagradables para las denunciantes o las mujeres cercanas de los denunciados, que para los denunciados.

Pero sé que va a pasar otra vez. Que los agresores siguen ahí o en mejores puestos y sé que algún día ya no tendrán ese poder, pero ese día no es hoy. Y por ello, porque sé que se “hacen” nuevas víctimas y sobrevivientes de agresiones sexuales, quizás debamos replicar los inicios del MeToo como un acto y movimiento de acompañamiento, de decir: “a mí también (en inglés) me pasó eso que tú relatas y podemos ver qué hacemos con esto que vivimos”. Quizás no arregle todo, pero para alguien será mejor que lo que había antes de 2018.

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