El hombre que salvó al mundo del Apocalipsis con un acto de rebeldía

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Por Héctor Osorio Lugo

La guerra nuclear estuvo a punto de desatarse un 26 de septiembre, desde la URSS.

(Ese mismo mes la potencia había derribado un avión comercial coreano -con algunos pasajeros estadounidenses- por incursionar en su territorio, lo que hizo pensar por error que sobrevenía un ataque. Perecieron los 269 ocupantes).

Vayamos allá, al Centro de Alerta Temprana de Inteligencia Militar.

El teniente coronel Stanislav Petrov estaba al mando de más de un centenar de operadores.

De los tres poderosos equipos de cómputo, existía uno destinado a la detección de cohetes provenientes de los Estados Unidos siguiendo su dirección, la estela de su trayectoria, para prevenir a la Unión Soviética y disponerla a reaccionar en su defensa-ataque.

Aunque para eso estaban, no estaban para llevarse el susto aquella noche del 26 de septiembre de 1983… pero se lo llevaron: pantalla y alarma dieron la señal de “probabilidad máxima”. “Sonó demasiado alto”, diría el teniente coronel en incontables entrevistas para la historia; “Esa noche, lo primero que hice fue ver el reloj que estaba justo frente a mí: eran las 0:15 horas”.

Estaban recibiendo la temida señal de lanzamiento desde alguna base de misiles estadounidense.

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Petrov diría después que él no tenía la facultad de prohibir la divulgación de los hechos, sino solo de expresar sus comentarios y de confirmar o desmentir.

Bajó del puente de mando. Hasta entonces pudo ver el total desconcierto que había hecho presa del operador en jefe y sus colaboradores. Todos lo miraban expectantes.

Percibió con claridad que al descontrol seguiría en unos momentos el pánico.
“¡Todos a sus puestos!”, fue la instrucción que dio. El protocolo carecía de frases específicas para un caso así, pero las palabras debían ser siempre inequívocas.

Puso atención en los informes radiales recibidos por sus subordinados…”Todo bien”, decían.

Su nueva orden fue en los términos de poner a todos a revisar y revisar sus fuentes de información.

El reporte que le dieron fue que no se observaba blanco alguno, entonces la posibilidad real que estimó fue de 50 por ciento.

Se contaba con 28 minutos para tomar las medidas, y he aquí que la responsabilidad estaba a cargo de nuestro personaje, de guardia en aquel turno.

No había imagen del instante del lanzamiento, mas tampoco error en la transmisión por algún desperfecto en los componentes del equipo.
Sonó una nueva alarma. Es que ya se trataba de una serie de misiles consecutivos.

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La cadena de mando seguía con el mando superior del sistema completo antimisiles –que con sus equipos podía reconfirmar o despejar la alarma-, y a continuación el secretario general del Comité Central del Partido Comunista Soviético, Yuri Andropov. Por supuesto que cada instancia habría de basarse en la información proporcionada de primera mano.

En estas y las otras ya se había perdido tiempo precioso para reflexionar siquiera unos instantes en la indispensable decisión de responder al embate.

Una vez eventualmente alcanzado el objetivo soviético –única verdadera confirmación, ya con víctimas humanas-, la operación del contraataque tomaba un minuto y en 20 más darían en el blanco en los Estados Unidos.

Aquí vino el momento culminante en que nuestro hombre tomó, a su nivel, la gran decisión. Un ataque de Estados Unidos contra su país no podría ser más que masivo. 5 misiles no podrían constituirlo. Debía tratarse de un error en la transmisión, que la información que les aparecía en sus pantallas y había despertado las alarmas no fuera auténtica, sino el resultado de algún otro factor no claro en ese momento.

La alarma tenía que ser falsa.

Ya sólo había que esperar que los hechos subsecuentes confirmaran su deducción…y apresurarse en encontrar por qué pasaba lo que pasaba.

Y la probable confirmación se hizo realidad.

El sistema de radares no reportaba novedad alguna.

La hipótesis de Petrov quedaba confirmada por los hechos.

No impacto en el blanco soviético. No víctimas.

Una alineación sui generis de los rayos solares, el satélite y los puntos de lanzamiento había generado una luminosidad que hizo al satélite activar el sistema como si sí, pero no…

Se conoce al hecho como “El Incidente del Equinoccio de Otoño”.

Apunte final

Al otorgarle el Premio de la Paz de Dresde, la periodista Heidrun Hannusch dijo: "Las acciones reflexivas del militar ruso que previno una potencial guerra nuclear que pudo comenzar por una falla en el sistema de notificación de un ataque contra la URSS, tienen un significado invaluable.”

Cajón de sastre con curiosidades

-Por considerarlo un acto de indisciplina al no dar parte a sus superiores, Petrov fue relevado del cargo, degradado de hecho, y puesto en retiro anticipado; sucesivamente.

-Por interpretarlo como una vergüenza para la política soviética, el acto se dio a conocer hasta muchos años después. Sólo entonces diversos países y organizaciones internacionales reaccionaron otorgándole el estatuto de héroe.

Dijo Stanislav Petrov:

- Sólo fui la persona correcta, en el lugar y momento indicados.

-No hice nada (respuesta a su esposa al narrarle los hechos años después, cuando ella le preguntó: “¿Y… qué hiciste?”)

-No estaba en mis planes, para nada, convertirme en el iniciador de la tercera guerra mundial.