El fraude académico en España, más allá de la clase política
“Tienes que entregar un trabajo y no tienes tiempo para hacerlo? Nosotros lo hacemos por tí”, dice uno de los anuncios de las decenas de empresas virtuales que promocionan sus servicios de redacción de tareas, investigaciones y trabajo de grado para estudiantes en España.
Es tan sólo una muestra del entramado de procedimientos engañosos para aprobar asignaturas en las universidades más prestigiosas de España y que han tomado relevancia mediática tras los recientes escándalos de políticos que son investigados por presuntas irregularidades para obtener sus maestrías.
Regalos a los privilegiados
Las investigaciones periodísticas iniciadas por eldiario.es, y a las que se sumaron otros medios españoles como El País, revelaron que alumnos con un elevado estatus político o social habrían obtenido un tratamiento privilegiado de las autoridades universitarias para no cursar asignaturas a cambio de convalidaciones o, peor aún, la modificación injustificada de sus mediocres expedientes.
En el caso de la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, el diario.es afirmó que la política obtuvo un título de máster en derecho público del estado autonómico en la Universidad Rey Juan Carlos entre 2011 y 2012, pero señaló que sus notas fueron alteradas en 2014 por una funcionaria de la universidad. Específicamente en dos asignaturas que constaban una calificación de “no presentado” pasaron a estar aprobadas con un “notable”.
Los periodistas se preguntan cómo Cifuentes puedo terminar una maestría de 600 horas lectivas en ocho meses, lo que supondría asistir a un poco más de 18 horas semanales de clases, además de las horas de estudio e investigación indispensables para aprobarlas.
Otra interrogante que quedó abierta es dónde está el trabajo de grado que fue titulado “Reparto competencial en cuanto a materia de seguridad ciudadana”, pero que nadie ha podido leer porque no ha sido encontrado ni por Cifuentes ni por la universidad.
La jueza Carmen Rodríguez-Medel dijo, en un documento enviado al Tribunal Supremo, que entre los compañeros de estudio de Cifuentes “al menos siete alumnos han reconocido en sede judicial que fueron calificados sin acudir a clase y sin someterse a ningún tipo de evaluación“.
La pólvora que se esparció con las pesquisas sobre el pasado universitario de Cifuentes ha caído sobre el recién electo presidente del Partido Popular, Pablo Casado, a quien habrían “regalado” el título de máster en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, la misma donde estudió Cifuentes.
Rodríguez-Medel, quien es titular del juzgado de instrucción número 51 de Madrid, determinó que había indicios de responsabilidad penal contra Casado y pidió al Tribunal Supremo que lo impute por “cohecho impropio” y “prevaricación administrativa”.
Casado, quien sólo puede ser juzgado por el Tribunal Supremo por contar con inmunidad parlamentaria, deberá probar que realmente estudió durante la maestría realizada entre 2008 y 2009.
El asunto de Pablo Casado me preocupa extraordinariamente como profesor. Ha reconocido que no asistió a las clases de un master presencial y ahora parece dudoso que entregara los trabajos. Con este precedente, no sé cómo les voy a pedir esfuerzo a mis alumnos a partir de ahora.
— Jordi Nieva-Fenoll (@jordinieva) 8 de agosto de 2018
Una profesora universitaria expresó su indignación sobre el caso Casado pero pidió reservar su nombre por temor a represalias dentro de los sectores más conservadores del mundo académico.
“Los masters duran dos años o un curso intensivo de uno. Se trata de un esfuerzo grande, con asignaturas tipo seminario. No es una tontería que se pueda convalidar con asignaturas de una licenciatura. Eso es un chiste. Un máster tiene que aportar, tiene que ayudarte a especializarte”, expresó la doctora en Ciencias Sociales que trabaja como investigadora y docente en una universidad catalana.
“Nadie diseña un máster para que no sea un añadido de conocimiento y lo que se debate con Casado es que le convalidaron un 80 por ciento del máster con la licenciatura en derecho que ya había hecho. ¿Qué sentido tiene cursar un máster que sea convalidable con una licenciatura?, agregó la académica.
Hay gente que se toma a risa el tema del máster de Cristina Cifuentes y Pablo Casado. A mí realmente, como estudiante universitaria, me toca mucho la moral y no me hace ni pizca de gracia. Todos los docentes que han secundado esto deberían de irse a la calle.
— Sheila H🌹 (@EnEstadoDeHola) 7 de agosto de 2018
El Plan Bolonia y la importancia del máster
La obtención de una maestría universitaria retomó importancia en 2010 con la puesta en marcha del llamado Plan Bolonia, creado para integrar las universidades españolas al Espacio Europeo de Educación Superior (EEES).
El proyecto, que nació con la Declaración de Bolonia en 1999, intentaba mejorar el rendimiento académico, adaptar las carreras a las exigencias del mercado y unificar criterios para que las titulaciones fueran homologables entre los 48 países que han suscrito el plan.
España eliminó las licenciaturas de 5 o 6 años y creó grados universitarios de 4 años, con la idea de que el estudiante continúe su formación especializada con un máster de al menos un año.
Desde entonces, la cifra de alumnos matriculados en los másters se ha disparado como muestra este informe de la Conferencia de Rectores de Universidades de España (CRUE).
Los servicios de trampas estudiantiles
Uno de los problemas que afecta a las universidades de todos los países es el uso cada vez más generalizado de terceros para la elaboración de trabajos de investigación y tesis. “En las universidades sabemos que hay una cantidad de fábricas de investigaciones con gamas de precios”, expresó la profesora catalana.
Los asesores extra académicos tienen un sistema tan especializado de notas que sugieren al estudiante la puntuación que debería obtener para que no se note tanto que fue un trabajo realizado por un investigador “a sueldo”.
Pero los profesores experimentados aseguran que pueden detectar cuándo el estudiante le está entregando un trabajo propio y cuando es uno plagiado o comprado.
“En el caso de los seminarios, los profesores tenemos referencias de las fuentes que mandamos a consultar y conocemos a los estudiantes y les hacemos seguimiento. Lo mismo en las investigaciones y las tesis. Si le haces seguimiento a un estudiante sabes si se está copiando o si hizo la investigación”.
La profesora lamentó de que debido a la masificación de los másters a veces el seguimiento no puede ser tan exhaustivo. “Es allí cuando entran estos mercados paralelos a nivel de grados y postgrados que ofrecen hacer los trabajos”.
La académica, que tiene 15 años de práctica docente universitaria, asegura que se nota. “Otra cosa es que tengas los mecanismos para darte cuenta, el tiempo para corregir pausadamente a todos los estudiantes. Pero siempre se cuelan, se van colando porque es un sistema muy sofisticado”.
Los casos más sencillos de detectar son los alumnos que plagian directamente citas o párrafos completos de otros libros. “Las universidades tenemos muy buenos programas de detección de plagios que funcionan”.
Los que pagan para no estudiar
La oferta de los productores de tareas académicas es muy extensa. El prestigio de esta peculiar industria se obtiene con la puntualidad de las entregas y la habilidad de producir materiales que evadan la detección de los profesores.
Los estudiantes se comunican con la empresa por teléfono o su página web, donde explican las características de la investigación que incluye temática, extensión, idioma y plazos de entrega.
Luego la empresa se comunica simultáneamente por internet con los investigadores especializados en la temática y se ofrece una tarifa por la redacción de material original. Generalmente el que obtiene la asignación es el primero que responde a la oferta.
Mención aparte merece la cantidad de investigadores con doctorados europeos y extranjeros desempleados que se dedican a generar conocimiento para que un estudiante tramposo se lleve el crédito.
Una tesis o un trabajo extenso de investigación cuesta unos 600 euros en Madrid. La empresa negociadora se queda con un 50% y el investigador que realiza el trabajo se queda con el 50% restante.
Hay muchos que sí se esfuerzan
Sería injusto afirmar que todos los alumnos españoles prefieren plagiar y pagar para que alguien estudie por ellos. Maherí Contreras es una de los miles de estudiantes que aprobaron con esfuerzo un máster de dos años.
Para completar su máster en Ingeniería Medioambiental en la Universidad Politécnica de Cataluña en 2012, Contreras invirtió 5 horas de clases presenciales a la semana durante 24 meses y unos 4.000 euros.
“El esfuerzo, dependía de la materia y del profesor. Había algunas materias donde tenía que dedicar muchas horas extracurriculares, ya sea para realizar los trabajos o prepararme para los exámenes. Y había otras materias que con sólo asistir a clase y prestar atención bastaba”.
Pero de regalo nada. Cada asignatura costó trabajo y dinero.
“Durante uno de los semestres me tocó trasladarme a las afueras de Barcelona para poder cursar algunas materias, ya que las impartían solamente en esas sedes a las afueras, lo cual me suponía un gasto extra de dinero y de tiempo por el traslado”, expresó Contreras.
La devaluación del conocimiento
El crecimiento de la industria de material académico engañoso no es exclusivo de España. En Estados Unidos se llama “contract cheating” a la negociación que realiza un alumno con una tercera persona por dinero o favores para que le realice una actividad académica.
La revista Forbes aseguró que “el fraude académico hoy es una industria multinacional y multimillonaria que está alimentando una especie de juego de ajedrez de la tecnología del espionaje entre los que venden ensayos, disertaciones y trabajos de curso y las tecnologías que intentan detenerlos”.
Una de esas empresas es Turnitin, que ofrece servicios para la mitigación de riesgo del plagio académico y profesional en 140 países.
Pero más allá de los avanzados programas disponibles para detectar los plagios y los escritores fantasmas, la masificación de estas prácticas plantean muchas interrogantes que podrían sacudir los cimientos del mundo académico.
“Lo que más me preocupa es que he notado desde hace varios años que los estudiantes ni se dan cuenta que están plagiando. Es terrible. Con el auge de las nuevas tecnologías hay un viraje en las formas de producción de la realidad en las sociedades. Ha cambiado el valor del conocimiento y sus mecanismos de producción. Los estudiantes no entienden bien por qué tienen que hacer un trabajo. O no lo sabemos transmitir o la universidad ya no es el escenario de producción de conocimiento. y este conocimiento ya no tiene el valor que tenía”.
Los académicos coinciden en que el alumno copia algunos párrafos y los presenta para cumplir con la tarea que fue asignada y no comprenden que la universidad les pide que realicen un trabajo para que vivan la experiencia de producir conocimiento.
“Este es el problema. ¿Dónde se está produciendo la experiencia? ¿Cuál es la experiencia que lleva a producir el conocimiento?, ¿Qué es lo que mueve ahora al mundo? Para mí este es el trasfondo de la banalización de los másters y de producción de trabajos académicos”, dijo la profesora.
Mientras las primeras planas de los diarios se centran en comprobar la poca integridad académica de Cifuentes y Casado, el problema de las trampas en la universidades es mucho más amplio y universal.
“¿Dónde se aprende? ¿Dónde se adquieren las competencias que te van a llevar a trabajar?, ¿Cuál es el sentido de la universidad?, ¿Cuál es el sentido de un máster?”, se pregunta la investigadora social.