¿El coronavirus permanece en el cuerpo? Lo que sabemos sobre cómo los virus subsisten en el cerebro y los testículos
William Petri, Professor of Medicine, University of Virginia
Mientras millones de personas se recuperan de la COVID-19, queda una pregunta sin responder: ¿el virus puede “ocultarse” en pacientes aparentemente recuperados? Si es así, ¿podría eso explicar algunos de los síntomas persistentes de la COVID-19 o presentar un riesgo de transmisión de la infección a otras personas, incluso después de la recuperación?
Como médico y científico especializado en enfermedades infecciosas de la Universidad de Virginia, donde atiendo a pacientes con infecciones y realizo investigaciones sobre la COVID-19, analizaré brevemente lo que se conoce hasta el momento sobre la forma crónica o persistente de la COVID-19.
¿Qué es una infección viral crónica o persistente?
Una infección crónica o persistente se mantiene durante meses o incluso años. Durante ese tiempo el virus se produce continuamente, aunque en muchos casos a niveles bajos. Esas infecciones suelen producirse en lo que se denomina sitios inmunológicamente privilegiados.
¿Qué es un sitio inmunológicamente privilegiado?
Existen algunas áreas del cuerpo menos accesibles para el sistema inmune donde es difícil erradicar todas las infecciones virales. El sistema nervioso central, los testículos y los ojos son algunas de esas áreas. Se cree que tener sitios inmunológicamente privilegiados brinda una ventaja evolutiva ya que protege órganos como el cerebro, por ejemplo, de los daños que provoca la inflamación que se produce cuando el sistema inmunitario combate una infección.
Un sitio inmunológicamente privilegiado no solo es de difícil acceso para el sistema inmunitario, sino que también limita las proteínas que aumentan la inflamación. La explicación es simple: aunque la inflamación ayuda a matar a los patógenos, también puede dañar órganos más sensibles como los ojos, el cerebro o los testículos. El resultado es una tregua incómoda donde se limita la inflamación, pero la infección se mantiene.
Una infección latente versus una infección viral persistente
Existe otra manera en la que un virus puede esconderse en el cuerpo y resurgir más tarde.
Una infección viral latente ocurre cuando el virus está presente dentro de una célula infectada, pero en estado latente, por lo que no se multiplica. El virus latente tiene todo el genoma viral, de modo que puede producir un virus infeccioso si la latencia termina y se activa la infección. El virus latente puede integrarse en el genoma humano, como hace el VIH, por ejemplo, o vivir en el núcleo como una pieza de ADN autorreplicante llamada episoma.
Un virus latente puede reactivarse y producir virus infecciosos, algo que puede ocurrir meses o incluso décadas después de la infección inicial. Quizá el mejor ejemplo sea la varicela pues aunque parezca que el sistema inmunitario la erradicó, puede reactivarse y causar herpes zóster décadas después. Afortunadamente, ahora la varicela y el zóster se pueden prevenir mediante la vacunación. Sin embargo, contraer un virus capaz de producir una infección latente implica estar infectado por el resto de la vida.
¿Cómo se convierte un virus en una infección latente?
Los virus del herpes son, con gran diferencia, las infecciones virales más comunes que entran en estado latente.
Se trata de una gran familia de virus cuyo material genético, o genoma, está codificado por el ADN, no por el ARN como el nuevo coronavirus. Los virus del herpes no solo incluyen los virus del herpes simple 1 y 2 que causan herpes oral y genital, sino también la varicela. Otros virus del herpes, como el virus de Epstein Barr, que causa la mononucleosis y el citomegalovirus, un problema particular en personas inmunodeficientes, también pueden resurgir tras un periodo de latencia.
Los retrovirus son otra familia común de virus que entran en estado de latencia, pero mediante un mecanismo diferente al de los virus del herpes. Los retrovirus como el VIH, que causa el SIDA, pueden insertar una copia de su genoma en nuestro ADN, que forma parte del genoma humano. Así el virus puede vivir indefinidamente en estado latente en el humano infectado, ya que su genoma se copia cada vez que se replica el ADN y se divide una célula.
Al sistema inmunitario le resulta muy difícil o prácticamente imposible erradicar los virus latentes en las personas. Esto se debe a que durante el estado de latencia en la célula infectada no se produce o se produce muy poca proteína viral, lo que hace que la infección sea invisible para el sistema inmunitario. Por suerte, los coronavirus no provocan infecciones latentes.
¿Podría contraer SARS-CoV-2 de una pareja sexual masculina que se ha recuperado de la COVID-19?
Un estudio pequeño detectó el nuevo coronavirus en el semen de una cuarta parte de los pacientes durante la infección activa y en poco menos del 10 % de los pacientes que aparentemente se habían recuperado. Lo que se detectó en dicha investigación fue el ARN viral, pero todavía no se sabe si ese ARN en el semen pertenece a un virus muerto o que sigue siendo infeccioso. Tampoco se sabe si el virus vivo se puede transmitir sexualmente. Todavía hay muchas preguntas importantes sin respuesta.
El ébola es un virus muy diferente del SARS-C0V-2, pero sirve como ejemplo de persistencia viral en sitios inmunológicamente privilegiados. En algunas personas, el virus del ébola sobrevive en sitios inmunológicamente privilegiados durante meses después de la resolución de la enfermedad aguda. Se ha documentado que los sobrevivientes del ébola sufren infecciones persistentes en los testículos, ojos, placenta y en el sistema nervioso central.
De hecho, la OMS recomienda que los sobrevivientes del ébola se realicen un análisis de semen para detectar el virus cada tres meses. También sugiere que las parejas se abstengan de mantener relaciones sexuales durante 12 meses después de la recuperación o hasta que el semen dé negativo para el ébola dos veces. Como señalé anteriormente, necesitamos aprender más sobre las nuevas infecciones persistentes por coronavirus antes de brindar recomendaciones similares.
¿Los síntomas continuos tras la COVID-19 podrían deberse a la persistencia viral?
En muchas personas la recuperación de la COVID-19 se retrasa o es incompleta, con síntomas que incluyen tos, falta de aliento y fatiga. Parece poco probable que esos síntomas constitucionales se deban a la persistencia viral, ya que los síntomas no provienen de sitios inmunológicamente privilegiados.
¿Dónde más podría persistir el nuevo coronavirus tras la recuperación de la COVID-19?
Otros sitios donde se ha detectado el coronavirus incluyen la placenta, los intestinos, la sangre y, por supuesto, el tracto respiratorio. En las mujeres que enferman de COVID-19 durante el embarazo, la placenta desarrolla defectos en los vasos sanguíneos que irrigan la placenta. Sin embargo, todavía no se conocen las implicaciones de estos defectos en la salud fetal.
El nuevo coronavirus también puede infectar al feto a través de la placenta. Por último, el nuevo coronavirus también está presente en la sangre, la cavidad nasal y el paladar por un mes o más después de la infección.
La creciente evidencia sugiere que el SARS-CoV-2 puede infectar sitios inmunológicamente privilegiados y, a partir de ahí, provocar infecciones crónicas persistentes, pero no latentes. Es demasiado pronto para saber en qué medida esas infecciones persistentes afectan la salud de una persona como la madre embarazada, por ejemplo, o en qué medida contribuyen a la propagación de la COVID-19.
Al igual que muchas otras cosas sobre la pandemia, lo que no sabemos hoy, lo descubriremos mañana, así que mantente al tanto y ten cuidado para que no contraigas la infección o, peor aún, contagies a otra persona.
Este artículo fue publicado en inglés originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos