El colmo: alcaldesa de Chilpancingo celebra informe con cohetes y papelitos, pese a tragedia por Otis

Sin ningún pudor, Norma Otilia Hernández celebró su informe mientras hay una crisis devastadora en Acapulco.

Chilpancingo: alcaldesa no tuvo pena en festejar su informe como si fuera fiesta. (Facebook/Norma Otilia Hernández)
Chilpancingo: alcaldesa no tuvo pena en festejar su informe como si fuera fiesta. (Facebook/Norma Otilia Hernández)

Los daños que ha causado el huracán Otis en Acapulco no le impidieron a la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández, festejar por todo lo alto la entrega de su informe de gobierno. Como si no hubiera una crisis en Acapulco, la costera insignia de su estado. Fue el colmo de la indiferencia: con pirotecnia, como si fuera una fiesta patronal, para que sea más ruidoso y todos sepan de sus logros, porque importa más festejar a toda costa que tener la más elemental empatía.

Y discreción, lo que casi nunca se les da a los políticos y se les pide una vez en la vida. Que al menos una vez no sean el centro de atención, porque hay damnificados que no están para festejos, a los que les urgen soluciones. Y claro, no faltará quien diga: pero ella gobierna en Chilpancingo, ahí no hay daños graves. Aunque, de hecho, ahí se están concentrado los víveres y, aunque por mero sentido común, la gobernante de la capital del Estado de Guerrero debería entender la importancia de guardar las formas.

Lo peor es que, como todos los políticos cuando se equivocan, Norma Otilia no reconoció error alguno. Al contrario. En una aclaración sin sentido, dijo que la presentación del informe no era una celebración sino una obligación. Claro, la obligaron a lanzar cohetes y papelitos. Sí, se nota que eso era una obligación urgente y por eso no pudo hacer nada por evitarlo. Ya podría cuestionarse la pertinencia de presentar el informe en estos días, pero bueno, ahí se le puede dar la razón: tenía que hacerlo y si no lo hacía, habría sido criticada por tomar al huracán como excusa.

Bueno, que lo haga. Lo hace y de esta forma. Esa es la clase política que lamenta todo México. Y que tiene muchas formas de verse reflejada. El otro ejemplo es el de Evelyn Salgado, que tardó 48 horas en presentarse a las zonas más afectadas por Otis, en la Zona Diamante de Acapulco. El huracán tocó tierra la madrugada del 25 de octubre y ella subió evidencias de su presencia hasta el 27 de octubre, en la madrugada. Dos días después, prácticamente. Mientras tanto, se zafó del asunto hasta con fotografías de otra fecha, que fueron difundidas en redes para hacer creer que ya había recorrido las calles.

Más tiempo toma hacer un montaje que tomar la decisión de ir. Al menos para aparecer en la foto, que es lo que tanto le importaba. Que la gente supiera que Salgado estaba gobernando de verdad y no sólo gobernando desde Twitter, como lo estaba haciendo al simplemente dar actualizaciones sin meter las manos al fuego. A los políticos, además, les encantan esas fotos: con los zapatos manchados de lodo para que vean todos que sí trabajan. Entre su tardanza y la indiferencia de Hernández queda claro que siempre se puede estar más decepcionado de la clase política en México. Nunca decepcionan lo suficiente.

La insensibilidad es incluso peor que la indiferencia porque implica saber que algo está sucediendo y, de todas formas, tomar una postura burlesca. Y eso es lo que hizo la alcaldesa, como si estuviera totalmente ajena a lo que sucede en su estado. Como si hubiera motivo para festejar, como si no importaran las vidas de los 27 fallecidos, de los al menos 4 desaparecidos, de los 800 mil damnificados que no tienen respuestas a sus problemas. Eso es lo que hay en Guerrero: una crisis liderada por la frivolidad, en la que muchos miles salen perjudicados sin respaldo de los pocos que pueden cambiar cosas sustanciales.

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