El platillo ancestral mexicano que podría alimentar a los futuros marcianos

Una delicia antigua y singular de México podría darle de comer a miles de marcianos.

La colonización de la Luna y de Marte, y la creación allí de asentamientos humanos permanentes e incluso de grandes ciudades, ha sido un tema recurrente de la ciencia ficción y, con creciente interés y posibilidad, también de la ciencia a secas.

Claro está que la posibilidad de bases permanentes, y posteriormente poblaciones en forma, se encuentra aún en pañales, pero en las próximas dos décadas –con el empuje tanto de agencias espaciales gubernamentales como de compañías privadas– podrían darse pasos sustantivos para lograr lo primero y abrir la puerta y la imaginación a lo segundo.

Chapulines o saltamontes se venden, un platillo ancestral mexicano, se ofrecen en el Mercado Benito Juárez de la ciudad de Oaxaca, Mexico. (Getty Images)
Chapulines o saltamontes se venden, un platillo ancestral mexicano, se ofrecen en el Mercado Benito Juárez de la ciudad de Oaxaca, Mexico. (Getty Images)

En 2024 la NASA prevé enviar una nueva misión tripulada a la Luna y luego una a Marte en la década de 2030. La empresa SpaceX es aún más ambiciosa y ha afirmado, aunque resulta incierto que pueda cumplirlo, que llevará una nave tripulada a Marte tan pronto como en 2024.

Por ello, y aunque la colonización a gran escala del planeta rojo tardará todavía muchos años, los científicos ya analizan algunos de los requisitos indispensables para que una considerable cantidad de personas pudiese vivir permanentemente en Marte.

De acuerdo al portal Space.com esos imperativos son energía, agua, oxígeno, material de construcción y comida. Los primeros cuatro pueden ser obtenidos, con el apoyo tecnológico necesario, en el mismo Marte, pues la energía solar apoyada con minirreactores de fisión pueden proveer el flujo energético, el agua y el oxígeno pueden extraerse del propio planeta y los materiales para construcción –minerales y demás– también abundan en el suelo marciano.

El alimento es entonces el factor quizá más problemático, pues llevar toda la comida desde la Tierra solo es viable para misiones cortas y de unos pocos astronautas. Para mantener, por ejemplo, una población de miles de colonos marcianos se requeriría producir la comida en Marte mismo, y en grandes proporciones.

Y allí es donde una delicia oaxaqueña y de otros lugares de México cobra protagonismo.

Investigadores de la Universidad de Florida Central identificaron tres vías para proveer alimentos producidos directamente en Marte y que podrían abastecer a grandes colonias humanas:

  • Insectos comestibles. Sobre todo los saltamontes, que por su alto contenido proteíco y la facilidad de su cultivo son una de las especies más promisorias para alimentar a los colonos marcianos. Los populares chapulines son un platillo ancestral y muy gustado, por ejemplo, en Oaxaca y otras partes de México y son también una alternativa que atrae creciente interés como una fuente nutricional para los humanos terrestres. Incluso en Nueva York ya se sirven hamburguesas a base de saltamontes, una propuesta del artista mexicano Pedro Reyes, como narró hace un tiempo el New York Post. Además de comerlos tal cual, los chapulines pueden ser procesados en harinas para añadir nutrientes a otros platillos.

  • Laboratorios para producir carne (es decir células animales cultivadas que forman tejidos similares a la carne), un producto que ya se está desarrollando y podría llegar a los mercados terrestres en la próxima década, por ejemplo los de la empresa Mosa Meat.

  • Cultivo de plantas en cuevas y túneles bajo la superficie, posiblemente de ciertos granos genéticamente modificados para ser más adaptables al entorno marciano, bastante más hostil que el de la Tierra.

Un plato de chapulines, guacamole y queso oaxaca, preparado en el restaurante Los Danzantes en la Ciudad de México. (AFP/Getty Images)
Un plato de chapulines, guacamole y queso oaxaca, preparado en el restaurante Los Danzantes en la Ciudad de México. (AFP/Getty Images)

El consumo de insectos es, así, una posibilidad auspiciosa para los comensales marcianos, pero lo es aún más para los terrestres, donde el crecimiento poblacional, el cambio climático y otros factores pueden afectar la disponibilidad de alimentos. La propia Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) plantea incluir en cantidad creciente a los insectos en la dieta para propiciar una mayor seguridad alimentaria global.

Si esa seguridad es complicada en la Tierra, en el planeta rojo la cosa encendería focos de ese color. Producir alimentos suficientes para mantener, como se pone en Space.com de ejemplo, a una población de un millón de personas en Marte requeriría un inmenso trabajo y una colonia de esa naturaleza tardaría 100 años en volverse autosuficiente en términos de comida, si bien requeriría esfuerzos en una vasta magnitud tanto en materia de viajes de abastecimiento como de desarrollo de infraestructura en Marte.

Es por ello que todavía tiene mucho de ficción la idea de pedir una orden de chapulines tostados en un restaurante marciano, aunque eso puede disfrutarse en muchos lugares de México e incluso de otros países, donde esos y otros insectos comestibles han sido desde siempre parte del menú y, sobre todo, lo serán presumiblemente de la dieta futura.

En la Tierra o en Marte.